Los subsidios a la energía requieren una mirada sistémica

Estas últimas semanas se ha generado una interna en el seno del gobierno  entre el Ministro de Economía, Martín Guzmán, y el Subsecretario de Energía Eléctrica Federico Basualdo por el tema de las tarifas eléctricas para el área metropolitana. El trato que dieron los medios de comunicación al conflicto ocultó, lamentablemente, la verdadera importancia de esta discusión: la cuestión energética es trascendental para la evolución de nuestras sociedades y fundamentalmente para la calidad de vida de la población. La discusión se redujo para algunos a una cuestión fiscal y para otros a una cuestión de poder. Tomar las cosas de esta manera sería caer en un grave error.

La cuestión de los subsidios a la energía eléctrica debe analizarse a partir de una comprensión sistémica, no sólo económica, de la problemática energética. Las decisiones en esta materia tienen que tomarse a partir de entender que vivimos en sociedades de altísimo consumo energético donde la calidad de vida de la población está asociada al acceso a la energía y que, por lo tanto, no es correcto tomar decisiones mirando sólo el aspecto fiscal.

El dilema de las tarifas es la punta del iceberg de la política energética de un país, la cual debe sustentarse en dos pilares:

  • Seguridad energética. La energía es el recurso maestro de la sociedad, y debe asegurarse su disponibilidad ininterrumpida a un precio asequible para productores y usuarios

 

  • La energía en las sociedades modernas es un derecho social, el que debe asegurarse a todos los habitantes, lo cual plantea una tensión esencial entre el valor redituable para las empresas y el precio accesible al usuario.

 

Surge entonces un primer dilema, ¿se pueden establecer las tarifas sin tener en cuenta la capacidad de la población para pagarlas?  No. El Estado debe mediar en esta tensión, fijando tarifas de distribución de la renta compatible con:

 

  • la oferta sustentable de energía

 

  • el consumo de la población

 

  • la competitividad de la economía

 

Para lograr estos objetivos, los subsidios a la energía son inevitables, la discusión está en el tamaño de los mismos y la oportunidad. Esto es así acá y en todo el mundo. En 2020, por ejemplo, Alemania subsidió en más de US$ 40.000 millones las energías renovables para que sus empresas no pierdan competitividad y la población tenga acceso a la misma.

 

Está claro que no se puede tener la mirada puramente fiscalista que tuvo Aranguren con su Excel sin tener en cuenta si la gente lo puede pagar. En palabras del ENRE: “de continuar vigentes los ajustes previstos en la Revisión Tarifaria Integral de 2017, así como la política de quita de subsidios al precio de la energía que implementó el gobierno de Cambiemos, las tarifas del servicio de electricidad en el AMBA serían hoy, en promedio, un 160% más elevadas”. ¿Alguien se imagina en un momento tan delicado como el que estamos atravesando que impacto tendría en el bolsillo de la población un aumento de este calibre? Solo empeoraría la situación. Finalmente el gobierno nacional decidió aumentar las tarifas en un 9%, en lo que parece será el único aumento de 2021.

La disyuntiva entre la necesidad de generar la energía y que la gente pueda pagarla no es algo propio de Argentina, esto sucede en mayor o menor medida en todo el mundo. Aunque en nuestro país esta cuestión se ve agudizada porque gran parte de la población hoy recibe un ingreso bajo, incluso muchos se encuentran en situación de pobreza. Es por esta razón que el Estado tiene que regular e intervenir subsidiando, no solo el flujo eléctrico sino también los combustibles. En Argentina el 60% de la electricidad se genera a partir del gas natural, por lo que si no hay ayuda estatal esto también se trasladaría directamente al costo de la electricidad.

 

Igualmente, debemos reconocer que altos niveles de subsidios no representan un marco ideal en el largo plazo. Esta semana, números dados a conocer por el Instituto Mosconi dieron cuenta de que los subsidios a la energía alcanzarán los US$ 10.000 millones, representando un 2,4% del PBI y bastante más alto que lo proyectado en el presupuesto para este año. Pero en la situación en la que nos encontramos subsidiar es imprescindible. Hay quienes se quejan de que en este marco se está subsidiando a sectores que no lo necesitan, lo cual es verdad, pero sería mucho más injusto dejar de subsidiar a quien si de verdad lo necesita.

 

No cabe duda que la situación fiscal del país es endeble, tanto por las consecuencias económicas del macrismo como por la nueva realidad generada por la pandemia, lo que limita la capacidad de intervención del estado y los subsidios. Pero no se puede dejar de analizar la oportunidad y definir prioridades.

 

El año pasado, la actividad económica a nivel nacional se contrajo más de 10 puntos y en la Ciudad de Buenos Aires, el distrito más rico del país, según datos del informe “Condiciones de vida en la Ciudad de Buenos Aires”, 82.000 personas pasaron a situación de pobreza y 83.000 dejaron de ser clase media.  Casi 100.000 personas perdieron su ocupación, la mayoría pasando a la inactividad, el desempleo se ubicó en 10,1% y la tasa de subocupación trepó al 12,5%. Los números en el Gran Buenos Aires son mucho peores, un 51% de pobres y 15% de indigentes según el último relevamiento del Indec.

 

Ante este panorama, es un error tomar decisiones tarifarias basadas sólo en el aspecto económico. La energía es un campo de conocimiento interdisciplinario donde confluyen las ciencias sociales y las naturales que definen distintas dimensiones de análisis: Económica, Política, Social, Ambiental y Científico/Técnica. Retomando el debate de estas últimas semanas, desde economía simplificaron la complejidad de la problemática energética en una dimensión, la económica, para tomar decisiones sobre las cuestiones tarifarias cosa por demás desacertada. Por su lado, desde el ala más energética del gobierno se están moviendo con una visión sistémica sobre esta problemática, incluyendo en su análisis también las dimensiones políticas y sociales. A mejor metodología, mejores decisiones.

 

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La agenda climática de Biden ¿Una cuestión de soberanía?

 

“Nuestro trabajo es hacer brillar una luz en lugares donde la gente podría no querer que brille y, claramente, vamos a apoyar lo que es el tema más importante de la agenda de política exterior internacional para este país y para el planeta, que se refiere a la emergencia climática, y por supuesto que tenemos un papel en ese espacio. Cuando las personas se adhieren a compromisos sobre el cambio climático, tal vez sea nuestro trabajo asegurarnos de que lo que realmente están haciendo refleje lo que han firmado. Significa que el MI6 supervisará a los grandes países industriales para garantizar que cumplan sus compromisos de combatir el aumento de las temperaturas globales.”

Richard Moore, jefe del servicio de inteligencia exterior del Reino Unido

 

En una cumbre climática virtual con 41 líderes mundiales, el presidente norteamericano, Joe Biden, dio a conocer a finales del mes pasado un ambicioso Plan Climático para los próximos 10 años que ha propuesto reducir las emisiones de gases de efecto invernadero de EEUU en un 50-52% para 2030. Esto representa casi el doble del compromiso que había tomado EEUU bajo la administración de Obama tras el Acuerdo de París de 2015. Los expertos aseguran que ni el propio Biden sabe cómo lograr este objetivo y que es muy difícil de lograrlo. En realidad, el compromiso del 50% es respecto a las emisiones de 2005, no respecto a las emisiones actuales. Esto significa que la baja real será, si se consigue, sería un 30%. El compromiso que asumió Obama en la cumbre de Paris no parece que pueda alcanzarse, así que el de Biden es todavía mucho más complicado.

En su momento, Obama aprovechó que respecto a 2005, las emisiones en 2016 ya se habían reducido un 11% gracias a la utilización de la fractura hidráulica para la producción de hidrocarburos. Esta controvertida técnica así ha interpelado a muchos ambientalistas ya que si bien ha generado una serie de cuestiones (como por ejemplo el uso de grandes cantidades de agua) también ha permitido el reemplazo acelerado del carbón por el gas natural en EEUU. Esto fue posible solo por el desarrollo de los recursos no convencionales que utilizan la fractura hidráulica para ser extraídos. Hay que ser muy cautelosos a la hora de hablar de la cuestión climática, suele suceder que la sola mención de la palabra «clima» hace que muchas personas, y principalmente los líderes políticos, pierdan capacidad de análisis crítico y utilizan el tema como una muletilla políticamente correcta que hay que mencionar en cada discurso.

En este contexto, Biden, el convocante de la cumbre, tenía la intención de utilizar la reunión para persuadir a los países emergentes a ser más agresivos con sus objetivos de reducción de emisiones. Existen realmente una serie de interrogantes a la hora de hablar de la emergencia climática y las causas que están provocando el aumento de las temperaturas medias en nuestro planeta. Es un tema controvertido para la ciencia, porque no estamos ante una ciencia experimental que puede contrastar sus modelos explicativos.

Pero lo que puede ser controvertido para la ciencia no lo es para la política, y la cumbre de Biden lo reafirma, el tema del cambio climático se ha convertido en un factor de gobernanza global donde los países desarrollados quieren obligar a los países en desarrollo a sumarse a esta cruzada limitando así sus posibilidades de crecimiento y avanzando en algunos casos sobre la propia soberanía. EEUU emite el 15% de los gases de efecto invernadero, China el 30% y Argentina solo el 0,6%. Viendo estos números, no tiene mucho sentido actualmente para nuestro país sumarnos a la agenda climática de los países desarrollados que tiene objetivos geopolíticos para salir de la dependencia de los hidrocarburos. Mientras Shell, por ejemplo, ha revelado que espera que el 75% de sus reservas probadas de petróleo y gas se agoten para 2030 y casi todas para 2050, un análisis reciente de la consultora Wood Mackenzie proyectó que la demanda de petróleo en la región de Asia Pacífico podría aumentar en un 25% para 2040 en comparación con los niveles de 2019.

En Australia, por ejemplo, Daniel Wild, director del Institute of Public Affairs, uno de los think tanks más prestigiosos de ese país, declaró “La presión de la administración Biden y los líderes mundiales sobre Australia es un ataque a la soberanía australiana. El primer ministro Morrison debe resistir el intento de Joe Biden de interferir en la política nacional de cambio climático para Australia. Un objetivo de cero emisiones netas es un ataque al estilo de vida australiano y desencadenará una catástrofe humanitaria y económica en las distintas regiones australianas”

Hasta tal punto el tema de las políticas globales sobre cambio climático empiezan a generar problemas soberanos que algunos países como el Reino Unido empiezan a tomar posturas imperiales. En el último número de la revista Environmentals Affairs, el ex Secretario de Relaciones Exteriores Lord Hague plante que “…En el pasado, el Reino Unido ha estado dispuesto a utilizar ejércitos para asegurar y extraer combustibles fósiles», pero en el futuro se enviarán ejércitos para garantizar que no se extraiga petróleo y para proteger los entornos naturales. Y refiriéndose a Brasil y el Amazonas predice que “…a medida que el cambio climático asciende en la jerarquía de cuestiones políticas importantes, será cada vez más difícil conciliar nuestra política de cambio climático con un acuerdo de libre comercio con un país que despeja un área del tamaño de un campo de fútbol del selva amazónica cada minuto”.

A su vez, Richard Moore, el nuevo jefe del servicio secreto del Reino Unido M16, sugiere que países como China serán vigilados para garantizar que se cumplan los compromisos climáticos y describió el cambio climático como el «elemento de política exterior internacional más importante para este país y para el planeta». La geopolítica del cambio climático parece acentuarse.

Puntualmente en nuestro país, la pandemia de coronavirus ha venido a acentuar una delicada situación económica. El año pasado, la actividad económica a nivel nacional se contrajo más de 10 puntos y casi la mitad de la población se ubicó por debajo del umbral de la pobreza. La cuestión energética ha sido uno de los temas predominantes estos últimos días debido a los subsidios a la electricidad. En este contexto, Argentina debe tomar las decisiones que crea convenientes en materia energética que permitan ayudar a retomar la senda del crecimiento basándose para ello en su propia agenda, que atienda sus propias necesidades, y no en una impuesta desde afuera.

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Cuáles son los números que complican la prórroga de la ley de biocombustibles

El lobby de los biocombustibles logró que casi un centenar de proyectos de ley esperen su tratamiento en el Congreso para sostener los beneficios fiscales a su producción, que en los últimos 15 años le representaron al Estado un costo superior a los USD 7.400 millones. En la Casa Rosada reconocen que los biocombustibles se transformaron en un gran problema para las cuentas fiscales y se debaten en estos días cómo encauzar el asunto: el Ejecutivo podría dejar caer el esquema, prorrogarlo o enviar al Congreso un nuevo proyecto que rearme el escenario.

En mayo vencerá el esquema de algunos beneficios fiscales para los biocombustibles, no así su utilización ni obligación de corte con la nafta y el gasoil. No dejará de exigirse la utilización de 10% de biodiesel en cada litro de gasoil y de 12% de bioetanol en el litro de nafta. Ni siquiera el beneficio impositivo de no abonar el impuesto a los combustibles, porque ese favor también lo tienen protegido desde 2018 a través de la ley 23.966 de impuestos a los combustibles.

De mantenerse la oposición del Gobierno a prorrogar el esquema actualmente vigente, las empresas productoras de biocombustibles perderían la posibilidad de devolución anticipada de IVA o la amortización acelerada para el impuesto a las Ganancias para las nuevas plantas que se construyan. Además, dejarían de tener un sistema de precios regulados por el Estado y el otorgamiento de cupos discrecionales que cada mes asigna la Secretaría de Energía para cada planta. Deberán competir libremente, por precio y calidad, entre todos los productores del mercado.

Algunos legisladores nerviosos por la indefinición, particularmente de la provincia de Córdoba, reconocieron que el presidente Alberto Fernández les advirtió que habrá que repensar el sistema lanzado en 2006, cuando el barril de petróleo cotizaba por encima de los 100 dólares y los combustibles elaborados a partir de soja, maíz y azúcar permitían soñar con una baja sensible de los precios en las estaciones de servicio.

“El desarrollo de los biocombustibles a nivel mundial estuvo impulsado por necesidades geopolíticas de Estados Unidos y la Unión Europea para salir de la dependencia del petróleo”, asegura Martín Bronstein, presidente del Centro de Estudios de Energía, Política y Sociedad (Ceepys).

“En 2006, casi el 70% de las exportaciones de crudo provenían de la OPEP y Estados Unidos importaba más del 60% de lo que consumía. Era una cuestión de seguridad nacional para esos países desarrollar alternativas al petróleo”, explicó Bronstein.

Poco tiempo después, Estados Unidos encontró la reserva de petróleo no convencional más grande del mundo y dejó de depender de terceros países, el precio del crudo se estabilizó hacia la baja, las commodities agropecuarias aumentaron y el sueño de combustibles de origen agropecuario se vino a pique.

Pero en la Argentina el esquema se sostuvo e inclusive intensificó, aumentando paulatinamente los porcentajes obligatorios con que los biocombustibles debieron mezclarse con los obtenidos a partir de petróleo.

“En estos 15 años, el costo de los biocombustibles ha resultado sistemáticamente más elevado que el de los combustibles fósiles, lo que ha derivado en un mayor costo de los combustibles en el surtidor”, aseveró Nicolás Arceo, ex vicepresidente de Administración y Finanzas de YPF y actual director de la consultora Economía & Energía.

Ese mayor costo de los biocombustibles fue parcialmente compensado a través de la exención del impuesto a los combustibles líquidos, lo que “generó una merma en los ingresos fiscales tanto de la Nación como de las provincias, porque se trata de un impuesto coparticipable”, señaló.

Según Arceo, en 15 años el esquema de promoción impositiva actual para los agrocombustibles tuvo un débito fiscal de US$ 6.000 millones por menor recaudación de impuestos y una pérdida de divisas de US$ 1.400 millones por aceite de soja y maíz que dejó de exportarse (y por consiguiente, de pagar retenciones) para ser volcado al mercado interno.

Fuente: https://www.infobae.com/economia/2021/03/18/cuales-son-los-numeros-que-complican-la-prorroga-de-la-ley-de-biocombustibles/

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Vaca Muerta comienza a levantarse

La gran esperanza energética argentina está comenzando a despertar luego del coronavirus, la actividad en la formación de gas y petróleo no convencional Vaca Muerta se ha disparado y con ello se ha generado un aumento importante en la producción de hidrocarburos. La misma ha crecido un asombroso 7% de diciembre a enero, pasando de 129 a 138 mil barriles de petróleo por día y estableciendo nuevos récords de producción históricos. Además, estos números son superiores incluso a los valores previos a la pandemia. Vaca Muerta ya representa casi el 30% del petróleo de nuestro país. La producción de gas natural también creció un 2% el primer mes del año en comparación con diciembre.

Hay dos indicadores fundamentales para analizar el ritmo de evolución de una formación no convencional. Las etapas de fractura y los equipos de perforación en actividad. En cuanto al primero, datos obtenidos por la consultora S&P Global Platts muestran que hubo 662 etapas de fractura en Vaca Muerta en enero de 2021, aproximadamente el doble de las 340 etapas reportadas para el mismo mes del año anterior. Es debido a esto que la producción de petróleo en Vaca Muerta está creciendo a un ritmo impresionante. La otra medida clave para medir el nivel de actividad, los equipos de perforación han venido creciendo de manera sostenida desde Abril (mes en que se pararon todos los equipos) y los mismos se han más que duplicado desde septiembre, alcanzando un total de 38 equipos en actividad.

Una serie de factores han sido los desencadenantes para esta nueva y alentadora situación. En primer lugar, la demanda de petróleo a nivel mundial y en nuestro país continúa recuperándose y Vaca Muerta es una gran fuente de estos recursos. La Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) estima que actualmente la demanda ha superado ya los 96 millones de barriles por día. Para tener una idea, en el pico de la pandemia ocurrido en abril el consumo de crudo se derrumbó a menos de 75 millones de barriles diarios. El sector energético a nivel mundial fue uno de los más afectados por el coronavirus debido a que se frenaron los autos, los aviones y las industrias, los principales sectores consumidores de productos derivados del petróleo. Vale destacar que antes de la pandemia, el mundo consumía poco más de 100 millones de barriles por día, la OPEP estima que para fin de año la demanda mundial de crudo ronde los 99 millones de barriles diarios.

La recuperación de la demanda y los recortes de la OPEP+ han generado un escenario de estrechez en la oferta de petróleo que se ha traducido en la recomposición de los precios del petróleo a niveles superiores a los de la prepandemia. El crudo de referencia Brent del Mar del Norte, que se utiliza como referencia en Argentina, llegó a valer US$ 15 en abril del año pasado. Hoy ya se acerca a los US$ 70. Vaca Muerta necesita para ser rentable y aumentar la producción un precio base de al menos US$ 45. Los precios actuales son un impulso a la inversión.

Otro factor fundamental fue la decisión del gobierno de empujar la actividad en Vaca Muerta para cuidar los niveles de producción y los puestos de trabajo. Es por esta razón que ha establecido en momentos donde los precios del petróleo se encontraban por el piso un “barril criollo” que le garantizaba a los productores un precio de US$ 45 el barril. Por el lado del gas natural, el gobierno nacional definió la implementación del Plan Gas, estableciendo un precio sostén para el gas de Vaca Muerta cercano a los US$ 3,7 el millón de BTU.

Por último, es fundamental para el crecimiento de Vaca Muerta contar con YPF, una empresa nacional con decisión política para liderar el desarrollo de esta formación no convencional. La firma nacional anunció hace unos días que invertirá US$ 2.700 millones en el desarrollo de petróleo y gas durante 2021. El liderazgo de YPF se observa en el rápido crecimiento de su producción en Vaca Muerta, ya produce 83 mil de los 128 mil barriles diarios de la formación y en la cantidad de etapas de fractura 412 (de un total de 662). La petrolera estatal fue la que comenzó con el desarrolló de Vaca Muerta allá por el año 2012.

Vaca Muerta es una de las formaciones de recursos no convencionales más importantes del mundo. La misma se encuentra ubicada principalmente en la provincia del Neuquén pero también abarca zonas de las provincias de Mendoza, La Pampa y Río Negro. Para tener una idea de su importancia, Argentina es la cuarta reserva mundial de petróleo no convencional (de los cuales Vaca Muerta representa las dos terceras partes) con más de 27.000 millones de barriles, dándole al país al ritmo de consumo actual reservas de crudo por más de 100 años. Además, nuestro país es la segunda reserva mundial de recursos no convencionales de gas natural con 802 billones de pies cúbicos, de los cuales 308 corresponden a Vaca Muerta.

La clave ante este escenario es lograr la sustentabilidad en el desarrollo de Vaca Muerta. Para esto es necesario seguir mejorando la eficiencia en la perforación para bajar costos, seguir aplicando tecnología para aumentar la productividad de los pozos y dar previsibilidad para que las inversiones necesarias sigan apalancando el crecimiento de la producción. En este contexto, la nueva ley de hidrocarburos que está comenzando a discutirse puede tener un rol fundamental. Si bien los recursos convencionales son y seguirán siendo importantes en nuestro país, no hay futuro exportador de petróleo y gas sin Vaca Muerta.

Fuente: https://politicaymedios.com.ar/nota/16310/vaca-muerta-comienza-a-levantarse/

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Todas las petroleras son empresas políticas, YPF también

En estas últimas semanas YPF volvió a ser objeto de discusión en los medios de comunicación a partir del cambio de su presidente, la renegociación de su deuda y el alza del precio de los combustibles. Lamentablemente, el tema se trata con poco rigor, trascendidos sin sustento y noticias engañosas que tienen claramente una intencionalidad política. Es entendible, YPF como toda empresa petrolera trasciende las cuestiones económicas y, en nuestro país, YPF está asociada a nuestra historia y a nuestra identidad.  Para ciertos especialistas formados  en una engañosa tradición liberal dentro del radicalismo, y que fueron parte de la conducción de YPF durante el gobierno de Macri, esto es un demérito. Piensan así porque no entienden la complejidad de la cuestión energética y simplifican ad extremum las categorías de análisis, entre las cuales están las cuestiones históricas y geopolíticas . Si fuera por sus esquemas mentales de eficiencia económica, YPF nunca se hubiera creado y Frondizi  debería ser considerado un error histórico.  YPF hoy es una empresa mixta que nació con objetivos políticos, lo que no niega, al contrario, reafirma la necesidad de tener buenos resultados económicos para poder cumplir con esos objetivos y también tener en cuenta los intereses de los accionistas.

El sistema petrolero mundial está estructurado a partir de grandes empresas que producen los casi 95 millones de barriles diarios que hoy el mundo todavía en pandemia necesita para su funcionamiento. Sin petróleo se para el mundo y colapsa nuestra civilización. Esta tensión apocalíptica hizo que las compañías petroleras, además de sus intereses económicos, hayan cargado a través de la historia con un mandato político impulsado por sus gobiernos: Abasteced al mundo de petróleo, extráelo de adonde este se encuentre y llevadlo a nuestros países. YPF nace para defender nuestros recursos de ese mandato y lograr nuestro autoabastecimiento.

Sólo en muy pocos momentos de su historia  YPF logró cumplir con este mandato que requería fortalecer a nuestra petrolera con recursos financieros que nunca tuvo. El primer intento serio para revertir esta situación lo propone Perón quien comprendió la importancia de la inversión privada para el desarrollo de YPF y los recursos petroleros de nuestro país. Intenta entonces un acuerdo con la Standard Oil de California, hoy Chevron. Ese acuerdo fue boicoteado por el radicalismo de entonces, donde Frondizi llevó la voz cantante como opositor. Perón llamó a los que  habían mantenido esa actitud como “nacionalistas de opereta que nos hacen peor con sus estupideces que los imperialistas con sus vivezas”.  En 1958, Frondizi llega a la presidencia con el apoyo del peronismo proscripto y formula un audaz plan para lograr el autoabastecimiento, firmando contratos con empresas extranjeras muy similares a los que había intentado firmar el peronismo. El plan fue un éxito y en poco tiempo Argentina logró el autoabastecimiento, pero derrocado Frondizi, el gobierno radical de Illia que asume en 1962 anula esos contratos  generando grandes costos para el país, la pérdida del autoabastecimiento y la vuelta a la importación de petróleo.  En 1985, Alfonsín reconoció públicamente como un error histórico la anulación de los contratos petroleros, pero el daño estaba hecho.

Luego, en 1985 Alfonsín lanza el plan Houston para tratar de dar respuesta tibiamente a la caída de las reservas de petróleo, pero el plan estuvo muy lejos de cumplir con los objetivos . Se necesitaba una reestructuración más profunda del sector que estaba altamente regulado y con una YPF muy ineficiente que llegó a tener 50 mil empleados.

Esta debilidad de YPF y del sector petrolero después del gobierno de Alfonsín permitió que se tomaran medidas  extremas para revertir la situación.  El gobierno de Menem, apoyado por los gobernadores, reestructura el sector petrolero y en 1993 se privatiza YPF, donde el Estado Nacional mantiene el control de la empresa con el 20% del capital y la “acción de oro”. Llegan importantes inversiones y la empresa se profesionaliza, pero como contrapartida se generaron importantes problemas sociales que derivan en cuestiones políticas. La producción de YPF crece rápidamente y el país alcanza el autoabastecimiento en pocos años. Sin embargo, se descuidó la inversión en exploración lo que generó una disminución en las reservas. En 1999, Menem decide, con el objetivo de prolongar el plan de convertibilidad, vender el 100% de YPF a Repsol. Con esta venta, YPF deja de ser YPF y pasa a ser Repsol YPF, una empresa que, siguiendo la lógica de las empresas totalmente privadas deja de tener como objetivo principal el desarrollo hidrocarburífero de nuestro país y establece una estrategia de crecimiento global, usando las ganancias que obtenía en nuestro país para invertir en Angola o Brasil. Una lógica de negocios políticamente inaceptable.

En 2007, el entonces presidente Néstor Kirchner, con el objetivo de cambiar esa lógica, impulsa el ingreso de capitales nacionales  a YPF, lo que le permitió tomar posición en el desarrollo de Vaca Muerta. En 2010, YPF perfora el primer pozo no convencional de gas en Argentina y comienza a adquirir áreas en esa formación, de tal forma que hoy YPF tiene el 40% de la superficie de Vaca Muerta.

En 2012, el mundo se enfrentaba a una posible crisis petrolera porque la oferta de crudo convencional estaba llegando a su máximo y la demanda global seguía aumentando impulsada por el crecimiento de China. Cristina Kirchner decidió entonces acelerar el desarrollo de los recursos de Vaca Muerta. Para esto, decide la expropiación del 51% de las acciones de YPF que tenía Repsol y que el estado retome el control del a empresa. Fue una sabia decisión política de seguridad energética. Nace así la YPF mixta con el mandato de hacer de Vaca Muerta una realidad y lograr el autoabastecimiento de manera sustentable. El único sector político que se opuso a esta recuperación fue el macrismo.

Hoy, YPF está sufriendo principalmente las consecuencias de los cuatro años de gestión macrista que la dejaron en una posición muy débil y de alta vulnerabilidad. Durante el gobierno de Macri no se tomó en cuenta el valor estratégico de YPF y funcionó con la lógica de una empresa privada sin compromiso con el país. La gestión en ese período fue errática, disminuyeron las inversiones en Vaca Muerta, aunque se invirtió en comprar centrales térmicas de generació y hasta monopatines eléctricos, y se creó YPF Luz para invertir en energías renovables, un negocio que está fuera del foco de la compañía. Además, se el aumento el ratio de deuda/ebitda de 1,5 a 2,7, un problema que tuvo que renegociar la gestión actual de la empresa.

Una vez más, la historia nos demuestra que los mejores años de YPF  fueron peronistas.

 

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La energía en la pospandemia, una oportunidad para Argentina

Es indudable que la pandemia de coronavirus ha cambiado el mundo y muchos de esos cambios perdurarán en el tiempo. En el plano de la energía ha emergido un debate entre quienes consideran que la pandemia ha venido a acelerar la transición energética hacia fuentes renovables y los que aseguran que los combustibles fósiles el petróleo, gas y carbón seguirán moviendo al mundo por varias décadas más.

La demanda promedio de petróleo probablemente tendrá su mayor aumento histórico registrado en 2021 (luego de la peor caída registrada en 2020). La Agencia Internacional de Energía (AIE) proyecta que el consumo aumentará en casi 6 millones de barriles por día (bpd) este año, pero promediará solo 96,9 millones de bpd, todavía muy por debajo del récord prepandémico de 100 millones en 2019. También se pronosticó inicialmente que la demanda de petróleo se expandiría en aproximadamente 1 millón de bpd en 2020 y 2021. Eso significa que el consumo en 2021 se ubicaría al menos 5 millones de bpd por debajo de donde habría estado sin el coronavirus.

La pandemia también fue aprovechada por los países de la Unión Europea, liderados por Alemania, para tratar de salir de la dependencia de los combustibles fósiles  e impulsar una política agresiva para acelerar la transición energética. Así, el llamado hidrógeno verde comenzó a plantearse como la nueva quimera para lograr alcanzar emisiones cero para 2050, sumándose a la energía solar y eólica.

En este contexto de aparente debilidad para el futuro de los hidrocarburos, algunas de las grandes empresas petroleras internacionales (BP, Total, Shell) comenzaron a rever su estrategia de desarrollo para inclinarse hacia las energías renovables y abandonar proyectos de inversión en hidrocarburos.

Sin embargo, hay algunos ejemplos que nos muestran que el mundo todavía va a necesitar de los hidrocarburos. A principios de este mes, sucedió algo en Europa que no recibió tanta atención de los medios de comunicación como los enormes planes de financiación de la UE para su transición energética o los miles de millones de dólares que la administración Biden plantea utilizar para promover las energías renovables. Podría decirse que el hecho fue tan importante, si no más que los planes de financiación verde. Se produjo una falla en una subestación en Croacia y provocó una sobrecarga en partes de la red, que se extendió más allá de las fronteras de ese país. Esto creó un efecto dominó que provocó un apagón y provocó reducciones en el suministro eléctrico que llegó hasta Francia e Italia. Toda Europa se vio comprometida. Si bien el problema se resolvió, muchos expertos coinciden que es solo cuestión de tiempo antes de que vuelvan a ocurrir otros apagones.

La causa principal es el aumento de las energías renovables en la matriz de generación eléctrica que generan inestabilidades en la frecuencia de la red. El aumento de la participación de las renovables hizo bajar el uso de las centrales térmicas convencionales -que usan mayoritariamente gas como combustible- que tienen una gran inercia para mantener la frecuencia estable. Problemas como lo que sucedió en la subestación croata resaltan un hecho del que pocos de los que se suben al tren de las energías renovables quieren hablar presionados por una opinión pública mal informada: que la capacidad solar y eólica tal vez se esté agregando demasiado rápido impulsada por los importantes subsidios, mientras que la capacidad de generación a partir de combustibles fósiles y nuclear se está retirando muy rápido. Este cambio a las energías renovables podría plantear algunas dudas sobre si el petróleo y el gas seguirán siendo realmente indispensables. Sin embargo, los hechos sugieren que probablemente lo seguirán por varias décadas.

Por otra parte, el costo de la transición a energías renovables es muy alto y esto es un impedimento importante para los países en desarrollo que tenemos otras prioridades mucho más acuciantes. Alemania, por ejemplo, gastó más de US$ 30 mil millones en subsidios a las energías eólica y solar. Como bien planteó Daniel Yergin, uno de los analistas energéticos más reconocidos a nivel internacional:“Las economías emergentes continuarán dependiendo en gran medida de los combustibles fósiles, a pesar de los esfuerzos de otras regiones para reducir su propia dependencia de ellos. Esto por sí solo es suficiente para garantizar el futuro a largo plazo del petróleo y especialmente del gas como parte indispensable de la matriz energética mundial.”

Mientras tanto, esta semana los precios del petróleo se han recuperado hasta el punto en que están casi listos para igualar los niveles anteriores a la pandemia. Hay dos factores clave para esta situación que confluyeron para generar un alza más rápido de lo esperado. El primero son las restricciones a la producción del shale estadounidense y, simultáneamente, los millones de barriles de petróleo por día de recorte del cartel OPEP+ (compuesta por la Organización de Países Exportadores de Petróleo de Medio Oriente y sus aliados comandados por Rusia) que sigue actuando con mucha disciplina. El segundo es la recuperación de la demanda de crudo a nivel mundial, ejerciendo hasta ahora una ligera presión sobre los suministros y creando una condición de mercado en la que el precio futuro de un producto es más alto que el precio actual o “al contado”. Esto genera expectativas optimistas para los precios del crudo a largo plazo.

Actualmente, el precio del petróleo ronda los US$ 60, lo que significa que Arabia Saudita considera que la alianza con Rusia está dando resultado y es necesaria para sus proyectos de modernización de su economía. El FMI estimó que el precio del petróleo de equilibrio fiscal de Arabia Saudita para 2021 es de US$ 68 por barril. Para Rusia, por el contrario, es de US$ 46. Esto nos muestra que en este nivel de precios Rusia está fortalecida.  Además, una mayor parte de la producción saudita se exporta, mientras que los rusos consumen más de sus productos a nivel nacional. Además, la economía de este último está más diversificada, lo que le da otro triunfo en sus negociaciones con el reino saudita. Los bajos costos de producción en el país árabe le dan una ventaja sobre competidores como los productores de shale en los EE. UU. Riad espera que la demanda de petróleo se recupere fuertemente a finales de este año cuando la vacunación contra el Covid-19 ya se extienda alrededor del mundo. Por lo tanto, el reino cree que recuperarán a los clientes cuando el petróleo se vuelva más escaso. La retirada de las grandes petroleras internacionales presionadas por las regulaciones y la opinión pública en la búsqueda por producir más petróleo está generando un escenario favorable para las empresas nacionales. Hoy todavía no hay escenarios donde los hidrocarburos desaparezcan, tenemos buenas noticias para Argentina, YPF y Vaca Muerta.

Fuente: https://politicaymedios.com.ar/nota/16197/la-energia-en-la-pospandemia-una-oportunidad-para-argentina/

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Plan Gas: incentivar la producción

Por Víctor Bronstein.

Luego de un 2020 donde la producción de gas viene registrando una fuerte caída, el gobierno busca revertir la declinación con un subsidio que apuesta a compensar con la caída de las importaciones de combustibles.

En nuestro país, decir petróleo es decir Mosconi, el general ingeniero impulsor de la creación de YPF y de la defensa de nuestros recursos. Sin embargo, hoy nuestra fuente principal de energía es el gas natural, y aunque la historia del gas en Argentina no tuvo la épica de YPF, fue producto también de una visión estratégica de país. El impulsor de la industria del gas en Argentina fue el ingeniero Julio Canessa, nombrado por Perón en 1946 como el primer Director General de Gas del Estado que llevó a cabo la construcción del gasoducto entre Comodoro Rivadavia y Llavallol en la provincia de Buenos Aires para reemplazar la importación de hulla y aprovechar el gas que se venteaba. Con una extensión de 1605 km fue en su momento el segundo más largo del mundo y posicionó a nuestro país como uno de los países con mejor infraestructura gasífera y mayor consumo de gas por habitante.

Hoy, el gas natural es fundamental para Argentina ya que el 50 por ciento de la energía que consumimos proviene del gas y más del 60 por ciento de la electricidad es generada por centrales térmicas que utilizan el gas como combustible. Debemos destacar que nuestra dependencia del gas es hoy un elemento positivo desde el punto ambiental. En el mundo, el 38 por ciento de la electricidad se genera a partir del carbón como fuente primaria. Alemania, por ejemplo, que promueve de manera agresiva la transición hacia energías renovables a partir de importantes subsidios (alrededor de 30 mil millones de euros anuales), obtiene el 40 por ciento de su electricidad a partir de centrales que funcionan con carbón.

En este contexto, el Plan Gas.Ar es una herramienta de política energética muy valiosa, tal vez la más importante en muchos años, ya que apunta a detener la declinación y aumentar la producción de gas en un marco de precios competitivos. Como se plantea en el proyecto, la implementación del plan permitirá ahorrar dólares por el gas que se deja de importar, pero también hay que destacar que fue producto del consenso entre el Estado, YPF y los productores privados para garantizar las inversiones necesarias con un horizonte de cuatro años, sentando así las bases, en una primera etapa, para lograr el autoabastecimiento de gas en el invierno y tener excedentes de exportación en verano.

Por otra parte, el plan apunta a cumplir con los dos pilares fundamentales de una política energética nacional:

Seguridad energética. La energía es la base del funcionamiento de las sociedades y debe asegurarse su disponibilidad ininterrumpida a un precio asequible para productores y consumidores.

Accesibilidad. La energía en las sociedades modernas es un derecho social, el que debe asegurarse a todos los habitantes, lo cual plantea una tensión esencial entre el valor redituable al inversor y el precio accesible al consumidor.

Estos dos principios se traducen en tensiones entre los productores y los consumidores, donde el Estado es el mediador ineludible ya que si los costos de producción no hacen posible el acceso a la energía de toda la población, debe implementarse un sistema de subsidios para que las tarifas sí sean accesibles. En nuestro país, además, hay un factor que complica las negociaciones que está relacionado con nuestra economía bimonetaria. Este plan ha reconocido con la cuota de pragmatismo necesaria esta situación, fijando valores en dólares para los productores, aceptando implícitamente que es muy difícil hoy desdolarizar las tarifas.

Si bien sería deseable contar con tarifas que no dependan del valor del dólar, y poder fijarlas en pesos conforme al poder adquisitivo y nivel de ingreso locales, debemos reconocer que el valor del gas, que son la base de nuestra matriz energética, se comercializan internacionalmente en dólares, con independencia de los costos en cada país productor

Las tarifas de gas dependen mayoritariamente del valor del gas en boca de pozo, un precio que no tenemos manera de pesificar, o dicho de otro modo, cualquier valor fijado en pesos en un nivel inferior al equivalente internacional no atraería las inversiones que se requieren para explotar los recursos disponibles. Este “dilema de las tarifas”, es decir, la necesidad de pesificar en la punta del consumidor pero mantener dolarizada la del productor, implica implementar políticas de subsidios. En el caso argentino, además, las tarifas eléctricas también dependen en gran medida del valor del gas. Es en este punto donde el desarrollo de Vaca Muerta muestra una vez más toda su importancia. Nos permitirá llegar al autoabastecimiento, nos traerá dólares y nos permitirá en unos años bajar las tarifas energéticas. El plan gas es el primer para lograr este objetivo.

Original: https://www.pagina12.com.ar/310321-plan-gas-incentivar-la-produccion

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Apuntes para una política energética nacional

Por Martín Bronstein.

Es necesario diseñar una política energética nacional más allá de los lobbies petroleros, renovables, financieros, ambientales y sindicales, que tratan de establecer una agenda en función de sus intereses que, si bien pueden ser legítimos, son siempre sectoriales. El desarrollo de Argentina requiere de una política energética sustentada en dos cimientos: un proyecto político y un conocimiento profundo de la problemática.

Hoy más que nunca es necesario diseñar una política energética nacional más allá de los lobbies petroleros, renovables, financieros, agrícolas, ambientales y sindicales, entre otros, que tratan de establecer una agenda energética en función de sus intereses que, si bien pueden ser legítimos, son siempre sectoriales. El desarrollo de Argentina requiere de una buena política energética sustentada en dos cimientos: un proyecto político y un conocimiento profundo de la problemática. Debemos escuchar a los distintos sectores: empresas, cámaras, sindicatos y articular con ellos, pero es imprescindible sumar a la ciencia para entender la complejidad de la energía en todas sus dimensiones y actuar en consecuencia.

La energía es un campo del conocimiento interdisciplinario donde confluyen las ciencias sociales y las ciencias naturales que definen cinco dimensiones de análisis:

  • Política
  • Económica
  • Social
  • Ambiental
  • Científico/Técnico

PANDEMIA

El mundo espera la vacuna, el petróleo también

Estas dimensiones nos definen una metodología que se debería aplicar para  la evaluación de los distintos proyectos energéticos. Es más, consideramos un error tomar sólo la dimensión económica como base para la elaboración de una política energética. Los países centrales entienden este criterio y actúan en consecuencia, colocando a la seguridad energética como el parámetro crítico para  fundamental de sus políticas. Todavía es muy pronto para escribir el obituario de los combustibles fósiles, pero las necesidades geopolíticas generan mitos persistentes respecto a distintas alternativas que son promocionadas para salir de la dependencia que tiene el mundo de los hidrocarburos: hidrógeno verde, biocombustibles, etanol celulósico , movilidad eléctrica, almacenamiento masivo, ilimitada capacidad de potencia eólica, etc. Es en este punto donde la dimensión científico-técnica debe ser escuchada para diferenciar los mitos y las realidades.

Un buen ejemplo para analizar según estos criterios es el de los biocombustibles, aprovechando que se está discutiendo la prórroga a la ley de promoción de los mismos:

Dimensión política: La necesidad geopolítica de los países OCDE dependientes del petróleo importado impulsó su desarrollo para reemplazarlo. En 2006, cuando toma gran impulso esta alternativa energética, EEUU importaba el 60% del petróleo que consumía y el presidente Bush imploraba por salir de la dependencia del petróleo. Europa estaba en una situación similar ante la declinación de la producción del Mar del Norte. Como vemos en el gráfico de abajo, el 80% de las reservas están en países “poco seguros” para los países OCDE. La dependencia del petróleo les genera debilidad política y es la razón geopolítica fundamental que explica la búsqueda de alternativas a los combustibles fósiles.

Dimensión económica: Como la calidad energética de los biocombustibles es menor y más costosa, esto implica otorgar subsidios a los productores que son pagados por toda la población. En EEUU y Europa estos subsidios son importantes. En nuestro país favoreció ciertos desarrollos locales, por lo cual podrían justificarse en pequeña escala, pero es costoso para la competitividad de nuestra economía.

Dimensión Social: Los biocombustibles generan un aumento global en los precios de los alimentos con el impacto social que esto tiene sobre los sectores más vulnerables. Esto se debe a que compiten los cultivos alimentarios con los energéticos. En EEUU, el 40% del maíz se utiliza para producir etanol. Este problema lo planteó la FAO en 2008 advirtiendo sobre las consecuencias negativas sociales y ambientales de los biocombustibles.

Dimensión ambiental: Si bien se habla de los biocombustibles como una opción verde al petróleo esto no es tan así. La producción de biocombustibles genera importantes impactos ambientales, fomentando el monocultivo, contaminando gran cantidad de agua, emitiendo óxidos nitrosos a la atmósfera. Además, el balance respecto a las emisiones de CO2 no es tan favorable como se afirma usualmente. No se puede producir biocombustibles sin petróleo.

Dimensión Científico-Técnica: Esta es una dimensión muy importante que pocas veces se tiene en cuenta pero que hace a la factibilidad de las distintas fuentes alternativas y a la solidez de una política energética. En EEUU se han realizado distintos estudios para analizar la conveniencia o no de los biocombustibles. Por un lado, cada litro de bioetanol tiene sólo el 65% de la energía contenida en un litro de nafta, es decir, cuando el consumidor carga 10 litros de nafta con corte al 10% está cargando energéticamente 9,65 litros, un 3,5% menos.  Otro problema importante es la baja tasa de retorno energético. Distintas investigaciones nos muestran que si se tiene en cuenta no solo de los costos energéticos directos del cultivo del maíz, sino también de los costos energéticos de la maquinaria de campo y el riego, la relación entre la energía contenida en el etanol y la energía utilizada en la producción y fermentación del maíz es de solo 0,77, lo que representa una pérdida de energía significativa. Es decir, se gasta más energía que la que se obtiene. Un sinsentido energético. Otras investigaciones mejoran esta relación, otorgando créditos de energía para subproductos de la fermentación del grano de maíz, principalmente harina de gluten de maíz y grano de destilería utilizada para la alimentación animal. En este caso, la relación alcanzaría un coeficiente positivo de sólo 1,56. Un valor muy bajo comparado con el petróleo donde la relación es de 30 a 1. Por eso es tan difícil reemplazar a los combustibles fósiles, como muestra el gráfico más abajo, donde vemos que más del 80% de la energía consumida en el mundo proviene del petróleo, el gas y el carbón. No es casualidad, tiene su explicación técnica y económica. Son recursos relativamente baratos porque han sido producidos por la naturaleza y en los últimos cien años la humanidad ha crecido como nunca  aprovechando ese inmenso subsidio de energía barata. Hoy Argentina necesita la energía más barata posible para recuperarse y crecer. Por suerte, tenemos a Vaca Muerta.

Original: https://politicaymedios.com.ar/nota/15890/apuntes-para-una-politica-energetica-nacional/

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Los biocombustibles en debate, bases para una política energética

Por Víctor Bronstein.

Hoy más que nunca es necesario diseñar una política energética nacional más allá de los lobbies petroleros, renovables, financieros, agrícolas y ambientalistas

En los últimos tiempos se ha abierto un debate sobre los llamados biocombustibles motorizado por las distintas cámaras que nuclean a las empresas del sector. Algunas se conforman con la prórroga de la ley actual de promoción de los biocombustibles que vence en mayo de 2021, otras reclaman otra ley que implique una mayor participación del etanol y el biodiesel en el corte con las naftas y gasoil. Sin entrar en detalles sobre los distintos reclamos, las preguntas que debemos hacernos es: ¿hacen falta los biocombustibles?, ¿aportan alguna solución a los problemas energéticos del país?, ¿cuál es el sentido de que toda la población subsidie en alguna medida a sectores privados garantizándole rentabilidad y mercado?

Responder todas estas cuestiones nos lleva a debates muy interesantes, pero que deberían partir de alguna metodología para entender la problemática en toda su complejidad y aportar al diseño de una política energética nacional. Para esto proponemos cinco dimensiones de análisis:

– Económica

– Social

– Ambiental

– Científico/Técnico

– Política

Estas dimensiones nos permiten construir una metodología general para la evaluación de los distintos proyectos energéticos. Los biocombustibles constituyen un buen ejemplo para utilizar esta metodología, aunque sea de manera muy sintética:

Dimensión económica. La calidad energética de los biocombustibles es menor y más costosa, esto implica otorgar subsidios o beneficios fiscales (devolución anticipada de IVA, amortización acelerada de ganancias, exención de impuestos, incentivos provinciales, etc.), además de rentabilidad garantizada y participación de mercado asegurada por la obligación de los cortes. Es cierto que la actividad favoreció desarrollos locales y que el etanol de caña de azúcar es importante para las provincias del NOA y se justifica en los volúmenes actuales de producción. Pero la realidad es que utilizando unidades energéticas, la nafta súper tiene un costo de 9,8 USD/MMBTU y el etanol 20,3. El gasoil 11,8 y el biodiesel 16,8. El gran desarrollo del biodiesel se basó en las menores alícuotas de exportación que tuvo un altísimo costo fiscal para el país.

Dimensión social. Los biocombustibles, en realidad agrocombustibles, tienden a generar un aumento global en los precios de los alimentos con el impacto social que esto tiene sobre los sectores más vulnerables. Esto se debe a que compiten los cultivos alimentarios con los energéticos. En EEUU, por ejemplo, el 40% del maíz se utiliza para producir etanol. ¿Cuál sería el precio mundial del maíz si esa producción se volcara al mercado alimentario? Este problema lo planteó la FAO ya en 2008 advirtiendo sobre las consecuencias negativas sociales y ambientales de los biocombustibles. En los últimos informes sigue manteniendo esta advertencia.

Dimensión ambiental. Si bien se habla de los biocombustibles como una opción verde y renovable al petróleo esto no es tan claro. El sol es renovable, pero el agua y el suelo no. La producción de biocombustibles genera también importantes impactos ambientales, fomentando el monocultivo, contaminando gran cantidad de agua, emitiendo óxidos nitrosos a la atmósfera. Además, el balance respecto a las emisiones de CO2 no es tan favorable como se afirma usualmente, dependiendo del tipo de cultivo. Europa, por ejemplo, prohibirá en 2030 el biodiesel de aceite de palma, ya que su producción ha provocado grandes deforestaciones en Indonesia lo que ha aumentado las emisiones de CO2 a niveles mayores que la utilización de combustibles fósiles.

Dimensión científico-técnica. Esta es una dimensión muy importante que pocas veces se tiene en cuenta pero que hace a la factibilidad de las distintas fuentes alternativas y a la solidez de una política energética. En EEUU se han realizado distintos estudios para analizar la conveniencia o no de los biocombustibles. Por un lado, cada litro de bioetanol tiene sólo el 65% de la energía contenida en un litro de nafta. Otro problema es la baja tasa de retorno energético. Distintas investigaciones nos muestran que en el mejor de los casos, la relación entre la energía contenida en el etanol y la energía utilizada en la producción y fermentación del maíz es de solo 1,56. Un valor muy bajo comparado con el petróleo donde la relación es de 30 a 1. Por eso es tan difícil reemplazar a los combustibles fósiles. No es casualidad, tiene su explicación técnica y económica. Son recursos relativamente baratos porque son biocombustibles concentrados por la naturaleza en millones de años.

Dimensión política. En 2006, cuando toma gran impulso esta alternativa energética, EEUU importaba el 60% del petróleo que consumía y el presidente Bush apostó a los biocombustibles como solución, impulsando su desarrollo en América Latina. Europa estaba en una situación similar ante la declinación de la producción del Mar del Norte. El 80% de las reservas están en países “poco seguros” para los países OCDE. La dependencia del petróleo les genera debilidad política y es la razón geopolítica fundamental que explica la búsqueda de alternativas a los combustibles fósiles y la promoción de los biocombustibles.

En conclusión, es muy discutible la necesidad de seguir promocionando los biocombustibles indefinidamente. Hoy más que nunca es necesario diseñar una política energética nacional más allá de los lobbies petroleros, renovables, financieros, agrícolas y ambientalistas que tratan de establecer una agenda energética en función de sus intereses que, si bien pueden ser legítimos, son siempre sectoriales. Hoy Argentina necesita la energía más barata posible para recuperarse y crecer. Esa energía está en Vaca Muerta.

Original: https://www.infobae.com/opinion/2020/12/11/los-biocombustibles-en-debate-bases-para-una-politica-energetica/

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Debaten si es conveniente seguir promoviendo desde el Estado el desarrollo de los biocombustibles

El académico Victor Bronstein planteó que los biocombustibles no son una alternativa para reemplazar al petróleo y el directivo Claudio Molina se manifestó a favor de una nueva ley que le dé un desarrollo sustentable a la actividad.

El Comité de Asesores Energéticos del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI) organizó un Foro Virtual bajo el lema “Propuesta y Discusión de la Política de Biocoimbustibles en la Matriz Energética Argentina”. Expusieron el Director del Centro de Estudios de Energía de la Universidad de Buenos Aires, Victor Bronstein –quien desde una mirada crítica planteó que los biocombustibles no son una alternativa al reemplazo de los combustibles fósiles- y el Director Ejecutivo de la Asociación Argentina de Biocombustibles e Hidrógeno, Claudio Molina, que planteó criticas hacia la autoridad de aplicación que regula la actividad y se manifestó a favor de una nueva ley, que reemplace a la vigente 26.093, que “favorezca a nuevas inversiones”.

Mirada crítica

Bronstein abrió el debate planteando la cuestión del desarrollo de los biocombustibles desde cinco dimensiones: científico-técnica, económica, ambiental, social y política.

Desde el punto de vista científico-técnico, indicó que a lo largo de la historia lo que definió el cambio de paradigma de una matriz energética a otra fue la tasa de retorno energético. En ese sentido, señaló que actualmente en el petróleo es de 20 a 1, mientras que en el caso de los biocombustibles es de 2,5 a 1, “en el mejor de los casos”. Por lo tanto sostuvo que “los biocombustibles no son una alternativa al remplazo del petróleo. Se necesitaría toda la tierra cultivable del mundo para la producción de los biocombustibles”.

Desde el punto de vista de la dimensión económica, puso el eje en las exenciones fiscales con las que cuenta la industria de los biocombustibles. Indicó que “si hacemos el cálculo del costo fiscal  acumulado que dejó de percibir  el Estado por exportar biodiesel en lugar de exportar aceite de soja, se perdieron de recaudar 4700 millones de dólares en el caso del biodiesel y 1300 millones en el caso del etanol”.

Desde la dimensión ambiental, sostuvo que la deforestación que impulsa la industria de biocombustibles lleva a un aumento de la emisión de dióxido de carbono. Desde el punto de vista social, Bronstein indicó que paralelamente al desarrollo de los biocombustibles se dio un aumento del precio de los alimentos.  “Es muy difícil hacer este cálculo, pero el 40% del maíz en Estados Unidos se utiliza para la producción de bioetanol. Con lo cual, haría que pensar cuál sería el precio si ese 40% se volcara al mercado de alimentos”, afirmó.

Cuestiones geopolíticas

Finalmente, Bronstein tocó la dimensión política. “Nuestra hipótesis es que el tema de los biocombustibles fue promovido por cuestiones geopolíticas”, sostuvo. Recordó que en  2008, la Administración de Información Energética de Estados Unidos sacó un informe donde advertía que para el 2030 podría llegar a faltar 43 millones de barriles diarios de petróleo de suministro.

“Ese fue  el gran temor que impulsó la búsqueda de reemplazos de los combustibles fósiles. Bush inició en ese momento una gira por Latinoamérica con el desarrollo de los biocombustibles como una de sus temas de agenda.  Las proyecciones de la OPEP para el 2045 muestran que el 80% de las exportaciones de crudo van a provenir de Rusia y África. Por lo tanto, la seguridad energética del mundo resulta preocupante para los países centrales”, indicó. “Entonces, la razón fundamental por la que se ha promovido los biocombustibles fue política. Parafraseando mal a Clinton, en el caso de los biocombustibles, hay que decir: “es la política, estúpido”, remató Bronstein su posición.

A favor de los biocombustibles

Claudio Molina buscó rebatir varios de los puntos expuestos por Bronstein. Señaló que los trabajos que analizan la eficiencia en la relación insumo/producto de biocombustibles están “desactualizados” y que en la actualidad esa relación “cambió significativamente”. Sobre la forma en que los biocombustibles afectarían al precio de los alimentos indicó que “quienes plantean esto no tuvieron en cuenta que la participación del precio de las materias primas agrícolas en la estructura del precio de los alimentos es muy baja”.

Molina negó también que los biocombustibles emitan más gases de efecto invernadero que los combustibles fósiles a los que sustituyen. “está demostrado por trabajos sólidos del INTA que exterioriza que la huella de carbono en el caso de los biocombustibles está por arriba de 70% de reducción en relación con los combustibles minerales que los producen”, afirmó.

Con respecto a las exenciones impositivas que goza la industria de los biocombustibles, Molina planteó que en esa cuestión se juegan “dos problemas”.  Planteó que es un absurdo “querer gravar a los biocombustibles con impuestos que nacieron para castigar la contaminación y los daños a la salud”. El otro “problema” señaló que tiene que ver con lo que el Estado deja de percibir vía retenciones por los cereales destinados al biodiesel y que no se exportan. “Entonces no industrialicemos esa materia prima. Primaricemos las exportaciones, todo lo contrario a lo que se plantea para el desarrollo argentino, Y al mismo tiempo les propongo que los combustibles minerales que se utilizan para la Argentina los importemos. Y el petróleo crudo lo exportamos así tributa también los derechos de exportación. De esa manera igualamos la situación”, planteó con ironía.

Una nueva ley

Por otro lado, Molina consideró que la “situación de bancarrota” en la que se encuentra la industria local de los biocombustibles se debe a los “gravísimos errores” cometidos por la autoridad de aplicación. “Las evidencias indican que hubo una captura del regulador por parte de los adversarios”,  enfatizó. Consideró que es necesario una nueva ley de biocombustibles “que permita generar un horizonte de largo plazo, que va a favorecer nuevas inversiones, le va dar un desarrollo sustentable a la actividad y va a terminar con estos problemas que se han generado en la administración del programa, que lleva a un festival de medidas cautelares”.

Para culminar, Molina consideró que la solución en el desarrollo de los biocombustibles pasa por decisiones políticas que se toman. “Sin la política, los biocombustibles desaparecen porque no tienen la fuerza que ha logrado el complejo de petróleo a lo largo de 160 años. No hay forma en el corto y mediano plazo de introducir biocombustible y otras energías renovables sin la mano del Estado. De lo contrario, seguiríamos consumiendo el cien por ciento de combustibles minerales con los efectos colaterales que los mismos tienen”, remató.

Original: https://econojournal.com.ar/2020/12/debaten-si-es-conveniente-seguir-promoviendo-desde-el-estado-el-desarrollo-de-los-biocombustibles/

 

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