Cambio climático y epopeya política, entre Trump y Galileo

E pur si muove.(Y sin embargo se mueve).La historia, seguramente una leyenda, cuenta que esa fue la frase que Galileo Galilei murmuró por lo bajo cuando fue obligado a retractarse ante la inquisición, en 1633, por sostener el modelo heliocéntrico de Copérnico a partir de observar los cielos con el telescopio. Así, pudo proporcionar evidencia empírica contra el modelo ptolomeico que estuvo vigente por veinte siglos.

La Tierra ya no estaba inmóvil en el centro del Universo y lo que ahora se movía no era sólo nuestro planeta sino también el lugar del saber. Desde la religión, sus instituciones y sus dogmas hacia la ciencia y su método experimental: formular hipótesis, probarlas mediante experimentos y llegar a conclusiones basadas en evidencia, no en mandatos políticos. Galileo fundaba así la ciencia moderna que es uno de los pilares, valga la redundancia, de la modernidad. Y también del fabuloso desarrollo tecnológico actual. A esta nueva forma revolucionaria de explicar el mundo se la conoce también como ciencia galileana.

MAGA. Volvió Trump. Brutal. Extraño. Moralmente repudiable. Seguramente poco realista. No coincidimos con la mayoría de sus planteos y su autoritarismo global que tensa al mundo. Pero dice algo en que coincidimos: la riqueza de las naciones se sustenta en la energía y el desarrollo depende de la energía barata que nos brindan los hidrocarburos. Apenas asumió, empezó a revertir la política energética de Washington implementada por Joe Biden y a tomar medidas que impactan en los mercados energéticos globales, desde el petróleo y el GNL hasta el desarrollo de las llamadas energías renovables.

En una avalancha de decretos (órdenes ejecutivas) en el primer día de su mandato, la nueva administración revirtió, eliminó o suspendió las políticas energéticas y climáticas de Biden en todos los ámbitos, desde renunciar al Acuerdo de París hasta suspender la prohibición de las cocinas a gas. Biden sucumbió a la narrativa de una ciencia climática politizada, no galileana.

Trump dijo que cualquier funcionario federal que «…planee o coordine acuerdos energéticos internacionales deberá priorizar de ahora en adelante la eficiencia económica, la promoción de la prosperidad estadounidense, la elección del consumidor y la moderación fiscal en todos los compromisos extranjeros que afecten a la política energética». Esto es incompatible con el Acuerdo de París que obliga a los países firmantes a descarbonizar sus sistemas energéticos para evitar una supuesta «catástrofe climática» que amenaza a la humanidad.

En este punto se abre otra discusión. Trump tiene que interpelar a las ciencias del clima para sostener su política energética. Por eso, el impacto de la nueva política energética en Estados Unidos no se da sólo en el campo de la energía, sino que también impacta al campo de la ciencia, que es el que se ha utilizado para sustentar la narrativa del alarmismo climático.

Cambiar esta combinación, donde la ciencia jugó un papel coercitivo como herramienta para imponer una agenda geopolítica, es tal vez uno de los cambios más radicales que puede llevar adelante la nueva administración, aunque Trump no sea consciente de esto. Sus argumentos muchas veces son burdos y no permiten comprender la profundidad de la problemática. El cambio climático no es una estafa como él plantea, ocurre. La discusión, en todo caso, es cuanto influye la actividad humana sobre ese cambio. No es fácil definirlo.

La estafa o lo discutible, en todo caso, es el alarmismo climático que obliga a los países a seguir determinadas políticas energéticas que favorecen a lo que podríamos llamar el «complejo industrial financiero verde» apalancado en subsidios y asociado a sectores académicos que construyen una narrativa utilizada por los políticos, organizaciones ambientalistas y medios de comunicación.

Manifestación en la cumbre del clima de Paris del 2015.

Una de las consecuencias de la transición energética y su camino hacia el net zero impuesta por los países centrales es que para salir de la dependencia de los combustibles fósiles ha politizado a la ciencia climática, poniendo en tela de juicio su integridad y generando una nueva inquisición donde los científicos que interpelan al alarmismo climático son tratados como herejes. ¡Ay, Galileo!

Hoy, estamos viviendo una transición energética forzada por la política a partir de externalidades ambientales, no por el descubrimiento de fuentes energéticas de mayor calidad, por nuevos desarrollos tecnológicos o por la dinámica de los mercados.

Esta situación es una de las grandes críticas de Trump a la política energética global. Aunque un día después del anuncio se contradice y le exige a la OPEP, a partir de ejercer presión política, que baje los precios del petróleo, amenazando a Arabia Saudita con sanciones si no lo hace. Libertad de mercado hasta cierto punto, antes, y sobre todo, seguridad energética.

Liberación. En una orden ejecutiva titulada «Liberar la energía de Estados Unidos», Trump denunció las «regulaciones onerosas y motivadas ideológicamente» que han impedido el desarrollo de las fuentes de energía estadounidenses. Las palabras solar y eólica no aparecen en la orden ejecutiva, mostrando claramente que para Trump la energía que hay que liberar es la producción de gas y petróleo. La consecuencia es el desmantelamiento integral de casi todos los mandatos y subsidios de energía «limpia» creados en los últimos años por la administración demócrata, entre otros:

  • Elimina el mandato de vehículos eléctricos de la Agencia de Protección Ambiental (EPA, según sus siglas en inglés) de Biden.
  • Pone fin a los esfuerzos del Departamento de Energía (DOE) para prohibir los aparatos que funcionan a gas.
  • Establece una fecha límite para que la EPA elimine el uso del «costo social del carbono», una cifra arbitraria que los funcionarios federales han utilizado para justificar políticas climáticas costosas.
  • Tiene una sección llamada «Finalización del New Deal Verde», que dice que todas las agencias federales deben «pausar inmediatamente el desembolso de fondos asignados bajo la Ley de Reducción de la Inflación y la Ley de Inversión en Infraestructura y Empleos», incluidos, entre otros, los fondos para la carga de vehículos eléctricos.
  • Pide el fin de la pausa a las exportaciones de GNL impuesta por el DOE.
  • Incluye una sección completa sobre elementos estratégicos y ordena a las agencias federales que identifiquen todas las «acciones de las agencias que imponen cargas indebidas a la minería y el procesamiento nacionales de minerales no combustibles y que tomen medidas para revisar o rescindir dichas acciones».

Tal vez el mejor resumen del documento se encuentra en una sección que pide una «revisión inmediata de todas las acciones de las agencias federales que potencialmente afecten el desarrollo de los recursos energéticos nacionales».

Las dos agencias más cuestionadas son la EPA y el DOE. Existe una muy cuestionada resolución de la EPA de 2009 conocida como «Endangerment Finding» o hallazgo de peligrosidad, donde se determinó que el CO2 y otros gases de efecto invernadero califican como «contaminantes» bajo la Ley de Aire Limpio de 1970, porque son un «peligro para la salud y el bienestar público».

Calificar al CO2, que es imprescindible para el desarrollo de la vida, como contaminante es forzar al extremo algunas definiciones científicas con intencionalidad política. Esta resolución, que sirvió de base para las regulaciones de Biden que restringen los combustibles fósiles, ha generado litigios en el pasado y los seguirá generando en el futuro. Habrá que ver si Trump logra eliminarla, aunque no será sencillo ya que hay mucha jurisprudencia, incluso de la Corte Suprema de Estados Unidos, que avala esa resolución de la EPA. La ciencia, otra vez interpelada. Y la justicia también.

DOE. Respecto al Departamento de Energía, seguramente cambiarán también muchas políticas. Durante la administración anterior, al entrar en la página web del DOE, el título era muy elocuente: «Combatiendo la crisis climática», mostrando cual era el motor y sentido de la política energética de Biden. Hoy, es absolutamente diferente. El titular de la página de inicio es «Restaurar el dominio energético», rememorando que EE.UU. se hizo grande en la primera mitad del siglo XX a partir de ser el mayor productor mundial de petróleo. Y continúa: «las acciones del primer día del presidente Trump devolverán el departamento al orden normal».

Inversores siguen la evolución de la acción de la petrolera saudí Saudi Aramco en Riyadh.

Este nuevo orden según Trump es desatar el dominio energético de Estados Unidos para sostener su primacía mundial sustentada en la industria: «Estados Unidos volverá a ser una nación manufacturera, y tenemos algo que ninguna otra nación manufacturera tendrá jamás: la mayor cantidad de petróleo y gas de cualquier país de la Tierra». Más allá de la grandilocuencia, EE.UU. no es el país con más reservas de petróleo, está en el puesto nueve. Tampoco es el país con mayores reservas de gas, está cuarto detrás de Rusia, Irán y Qatar.

Epopeya. Trump tiene un solo mandato de cuatro años para alcanzar sus ambiciones, ¿este nuevo orden energético que está proponiendo se podrá llevar a cabo? ¿Perdurará o se extinguirá al final de su presidencia? Difícil especular con ese futuro. Hay que ir adonde uno cree que está la verdad. ¿La verdad está acaso en el IPCC y en la diplomacia ilustrada de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) que todos los años nos convoca a la Conferencia de Partes?

En ese ámbito es donde los países centrales intentan desplegar un sistema de gobernanza global que perjudica el desarrollo de los países emergentes, sustentado en predicciones de catástrofes climáticas que no se sustenta en ninguna explicación científica del clima. Se construyen escenarios sobre conjeturas. Predecir sin explicar no es ciencia, es política.

Las medidas que tomó Trump nos muestran que pareciera haber una verdad geopolítica que es más fuerte, donde el poder y los intereses definen el camino de la política energética global, en estos últimos tiempos disimulado en supuestas verdades científicas. Hay que reconocer que desde que empezó la batalla climática hace cuarenta años, el clima no es lo único que ha cambiado.

La tecnología, los valores culturales, los centros de poder político, económico y militar han cambiado mucho más. Cayó el Muro de Berlín, hoy no existen la Guerra Fría, la Unión Soviética ni tampoco el peligro de una guerra atómica. Y existe China.

Lo mejor que podemos decir es que el mundo seguirá descarbonizando lentamente su sistema energético y, al mismo tiempo, la Tierra seguirá calentándose lentamente sin catástrofes a la vista. Y las sociedades seguirán adaptándose a los peligros climáticos cambiantes de distintas maneras, como siempre lo han hecho, con ganadores y perdedores en el camino. Lo que nos muestra Trump es que el cambio climático no es ni una emergencia ni una crisis. Es una epopeya política. Y tal vez tenga razón.

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CERAWeek: Fatih Birol, director de la AIE, giró 180°: ahora pide invertir en petróleo y gas.

Los nuevos vientos de Trump y su revisión de la política energética de las administraciones demócratas soplaron fuerte en el CERAWeek de la semana pasada en Houston, mostrando, justamente, la politización de algunas instituciones energéticas y agencias ambientales, además de la presión sobre las decisiones empresarias que ahora comienzan a revisarse.

Tal vez el caso más paradigmático de este cambio sea el discurso de Fatih Birol, director ejecutivo de la Agencia Internacional de Energía, quien giró ciento ochenta grados respecto a sus afirmaciones de hace apenas cuatro años, reconociendo ahora la preocupación por la seguridad energética global, que fue el objetivo fundacional de la Agencia con sede en París, pero que la narrativa de la transición trastocó y puso a Birol en un papel cercano al ridículo por sus inconsistencias técnicas.

En 2021, la AIE publicó su hoja de ruta para alcanzar el net zero en 2050. En ese documento imaginario, sin fundamentos en la realidad, Birol anunció: “Basándose en las herramientas y la experiencia de modelado de energía inigualables de la AIE, esta Hoja de Ruta establece más de 400 hitos para guiar el viaje global a la red cero para 2050. Estos incluyen, a partir de hoy, no invertir en nuevos proyectos de petróleo y gas, y ninguna otra decisión final de inversión para nuevas plantas de carbón. Para 2035, ya no habrá ventas de vehículos con motor de combustión interna, y para 2040, el sector eléctrico mundial ya habrá alcanzado emisiones netas cero. había recomendado no invertir en nuevos proyectos de petróleo y gas para alcanzar las metas climáticas”.

Birol se olvidó de esas declaraciones y ahora enfatiza la necesidad de invertir en yacimientos existentes. Esto se debe al declive natural de los campos actuales y a la importancia de los combustibles fósiles para satisfacer la demanda energética mundial.

Con estas últimas declaraciones queda claro que eso de “la experiencia y los modelos inigualables de la AIE” era una excusa, o una farsa, para alinearse con la decisión política de los países de la OCDE en su objetivo de transición energética para salir de la dependencia de los combustibles fósiles. Un objetivo geopolítico más que ambiental.

Ahora, Birol está cediendo ante las prioridades energéticas de Trump, ya que, como informa Reuters, «EE. UU. aporta alrededor de una cuarta parte de la financiación de la Agencia Internacional de Energía». Billetera mata galán.

El informe de Reuters es una insinuación reveladora sobre que EEUU está presionando a Birol, obligándolo a decir lo que quiere oír. Una nueva verdad en lugar de la verdad anterior. ¿Y la ciencia? ¿Hubo algún nuevo descubrimiento en el campo de la energía para cambiar de verdad tan rápidamente? No pareciera. Entonces surge una pregunta bastante incómoda: ¿quién le pagó a Birol para que cantara la canción contraria durante los últimos cinco años?

La AIE ha sido el organismo de vigilancia energética de los países industrializados durante más de medio siglo, definiendo la política de seguridad energética a partir de garantizar el suministro y promover las inversiones necesarias para alcanzar ese objetivo. Su rol es centrarse en lo que sus miembros consideren importante para la seguridad energética futura.

Hoy, la transición energética está mostrando sus debilidades y la dificultad de reemplazar a los combustibles fósiles. Hemos planteado repetidamente en nuestros informes que la transición energética es un proyecto político y económico más que un compromiso ambiental, una especie de keynesianismo verde sustentado en discutibles evidencias científicas que ha definido la agenda de gobernanza global.

Después del giro de Birol, muchos se preguntan quién ha financiado estas posturas.  El problema es que no solo no se ha hablado públicamente del aspecto financiero de los avances de la transición, porque los medios de comunicación han sido muy cuidadosos al evitar por completo divulgar el componente financiero de las motivaciones de la AIE. La credibilidad de la AIE sufrió un duro golpe. La narrativa de la transición empieza a descomponerse.

Trump no sólo cambió la política energética, también replanteó el rol de la OTAN y la defensa de Europa en el contexto de la guerra entre Rusia y Ucrania. En este escenario, empieza a discutirse la estrategia europea de transición energética.

La realidad que tiene que aceptar Europa es que, en el futuro previsible, las operaciones de defensa seguirán dependiendo en gran medida de los hidrocarburos. Los tanques, los aviones y los barcos requieren grandes cantidades de combustibles derivados del petróleo para funcionar. Un informe del Centro Holandés para la Política Energética Internacional (CIEP), «A Game of Jenga with European Industry», advierte sobre el frágil estado del sector de refinería y la base manufacturera de Europa, un factor crucial que a menudo se pasa por alto en los debates sobre seguridad.

Una cuestión también relevante es el impacto de las agresivas políticas de transición energética de Europa en su seguridad y capacidades industriales. El Pacto Verde de la UE, el Informe Draghi y el nuevo Ómnibus Europeo, aprobado el 26 de febrero de este año, impulsan una rápida reducción de las emisiones y la electrificación de la industria. Si bien estas metas entran dentro de objetivos medioambientales aparentemente nobles, como todo lo que tiene que ver con la transición energética, son incompatibles con las urgentes necesidades de seguridad de Europa.

El implacable impulso de Bruselas para la implementación estricta del Acuerdo de París corre el riesgo no solo de paralizar sectores industriales clave, como el acero, el aluminio y la construcción naval, sino también de socavar la preparación de defensa de Europa.

El informe del CIEP advierte que, sin la producción nacional de materias primas, componentes y hardware, las adquisiciones de defensa se convierten en una ilusión. Europa no solo necesita preservar su base manufacturera, sino expandirla para hacer frente a las vastas inversiones en defensa previstas para los próximos años. Empresas como Krups, Tata Steel, Volkswagen, Damen Shipyards y VDL son esenciales para reforzar las capacidades de defensa de Europa. Sin apoyo, Europa seguirá dependiendo de Estados Unidos, Corea del Sur, Israel y Turquía para abastecer sus necesidades militares, lo que la hará vulnerable a los cambios geopolíticos.

Para poner esto en perspectiva, los ingresos totales de la industria de defensa europea han rondado los 200.000 millones de dólares (excluyendo a Turquía) en los últimos años. Esa cifra tendrá que crecer sustancialmente para absorber la afluencia de nuevos gastos en defensa. Sin embargo, los costos de la transición limitan ese crecimiento, y sin energía y materiales fiables basados en hidrocarburos, los ejércitos y las armadas de Europa quedarán varados. Es hora de repensar las políticas verdes.

El informe concluye reconociendo que el mundo ha cambiado. El lobo feroz ya no es el calentamiento global, sino la amenaza militar en las fronteras de Europa. Si los líderes europeos no reevalúan su agenda de bajas emisiones de carbono, corren el riesgo de poner en peligro la seguridad del continente. Es necesario suspender las políticas verdes más extremas. Seguramente Birol también escuchó estas advertencias para justificar su giro. Más vale tarde que nunca, pero su credibilidad creemos que no tiene retorno.

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Las energías renovables fueron fundamentales para el crecimiento energético global en 2024

Según el informe anual de la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA), la capacidad de energías renovables a nivel mundial alcanzó los 4.448 GW al cierre de 2024, con una adición récord de 585 GW. Este incremento representa más del 90% de la expansión energética total a nivel mundial y marca un impresionante crecimiento anual del 15,1%. El crecimiento estuvo liderado por la energía solar con 452 GW.

Aunque el progreso en la implementación de energías renovables continúa siendo significativo, el mundo aún se encuentra lejos de cumplir con el objetivo de triplicar su capacidad para 2030, que requiere alcanzar los 11,2 teravatios. Para lograr esta meta, será necesario incrementar la tasa de expansión anual al 16,6% en los próximos años.

El informe también subraya las disparidades geográficas en el crecimiento de las energías renovables. Asia lideró la expansión, con China contribuyendo con casi dos tercios del total mundial, mientras que regiones como Centroamérica y el Caribe aportaron solo el 3,2%. Los países del G7 y G20 representaron el 14,3% y el 90,3% de la capacidad añadida, respectivamente.

Francesco La Camera, director general de IRENA, comentó: «El continuo crecimiento de las energías renovables que observamos cada año demuestra que son económicamente viables y de fácil implementación. Cada año baten sus propios récords de expansión, pero también nos enfrentamos a los mismos desafíos de las grandes disparidades regionales y el tiempo apremia, ya que el plazo de 2030 es inminente».

En este sentido, La Camera instó a los gobiernos a aprovechar la próxima ronda de Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC 3.0) para definir planes concretos que impulsen las energías renovables, además de reforzar la cooperación internacional para apoyar los objetivos de los países en vías de desarrollo.

Por su parte, António Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas, destacó: «Las energías renovables están marcando el fin de la era de los combustibles fósiles. Este crecimiento está generando empleos, reduciendo las facturas energéticas y limpiando nuestro aire. No obstante, la transición debe acelerarse y ser más equitativa, de manera que todos los países puedan aprovechar los beneficios de una energía limpia, barata y accesible».

En cuanto a las tecnologías, la solar y la eólica continuaron liderando el aumento, representando el 96,6% de las nuevas adiciones de capacidad. La energía solar fotovoltaica sumó 451,9 GW, con China como principal impulsor (278 GW), seguida de India (24,5 GW). La energía eólica creció en 11,1%, alcanzando los 1.133 GW.

También se destacó el fuerte crecimiento de la capacidad hidroeléctrica, que alcanzó los 1283 GW, impulsada en gran medida por China. Asimismo, la bioenergía y la energía geotérmica experimentaron aumentos modestos, con China y Francia como principales contribuyentes en bioenergía.

Finalmente, las energías renovables Of Grid, especialmente la solar, tuvieron un crecimiento destacado en regiones fuera de Eurasia, Europa y América del Norte, con un incremento de 1,7 GW hasta los 14,3 GW, reflejando una expansión significativa en áreas como África y Asia.

Principales indicadores por tipo de tecnología:

  • Energía solar: la solar fotovoltaica creció en 451,9 GW el año pasado. El principal impulsar fue China quien agregó 278 GW a la expansión total, seguida de India (24,5 GW).
  • Eólica: el incremento de la energía eólica disminuyó levemente, hasta un total de 1.133 GW de capacidad a finales de 2024. Este impulso también estuvo liderado por China y seguido por Estados Unidos.
  • Hidroeléctrica: la capacidad total se ubicó en torno a los 1.283 GW, lo que demuestra un crecimiento notable desde 2023, impulsado por China. Etiopía, Indonesia, Nepal, Pakistán, Tanzania y Vietnam añadieron más de 0,5 GW cada uno.
  • Bioenergía: tuvo un repunte el año pasado, con un incremento del 4,6 GW de capacidad en comparación con el 3,0 GW en 2023. El crecimiento fue impulsado por China y Francia con 1,3 GW de adiciones cada uno.
  • Geotérmica: la energía geotérmica aumentó en 0,4 GW en general, liderada por Nueva Zelanda, seguida de Indonesia, Turquía y los EE. UU.
  • Electricidad Off Grid (excluyendo Eurasia, Europa y Norteamérica): la expansión de la capacidad casi se triplicó, creciendo 1,7 GW hasta alcanzar los 14,3 GW. El crecimiento estuvo dominado por la energía solar Off Grid, que alcanzó los 6,3 GW en 2024.
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IA y Energía, entre Heidegger y Milei

Fenomenología. Martin Heidegger, uno de los filósofos más importantes del siglo pasado dejó algunos pensamientos que nos ayudan a iluminar la complejidad energética en el mundo actual. En su reconocido ensayo «La pregunta por la técnica», argumenta que la técnica moderna (hoy hablaríamos de tecnología) no es simplemente un conjunto de herramientas o medios para alcanzar objetivos humanos, sino una forma fundamental de relacionarnos con el mundo. Y agrega, la técnica moderna desvela o «desoculta» a la naturaleza, transformándola y acumulando sus recursos para la sociedad. Extraer y utilizar los combustibles fósiles fue una técnica emancipadora que liberó para la sociedad toda la energía solar acumulada en cientos de millones de año. La técnica fundó la modernidad. El dominio de la energía es la técnica que funda lo humano, y no hay sociedades sin técnica y sin energía.

1973. La crisis petrolera de 1973 cambió radicalmente la manera en que el mundo veía y se ocupaba de la cuestión energética. El embargo petrolero sufrido por algunos países de Europa conmovió los cimientos de Occidente y obligó a repensar al sector energético, diseñar nuevas instituciones y definir nuevas políticas. A partir de la falla global en el abastecimiento de petróleo, el mundo tomo conciencia del carácter imprescindible de la energía. «En la falla, uno trae un mundo a la mano». Heidegger, 1950.

2024. Ha sido un año con acontecimientos novedosos para la energía mundial. Por primera vez desde las crisis petroleras de la década de los 70 del siglo pasado, el mundo volvió a temer por el suministro de petróleo de Medio Oriente debido a los conflictos geopolíticos y las nuevas alianzas globales. Esta situación ayudo a equilibrar un mercado sobre ofertado y permitió mantener el precio del crudo en un rango rentable para los productores no pertenecientes a la OPEP+. Pero el mundo no está tranquilo, el petróleo de la OPEP es imprescindible y los conflictos persisten.

Por otra parte, el aumento de la demanda de electricidad de los centros de datos y la IA ha sido la mayor noticia energética del año pasado, tal vez de la década. Después de veinte años de demanda plana de electricidad en Estados Unidos, la Administración de Información Energética proyecta un aumento anual del 0,8% hasta 2050, impulsado en gran medida por estas tecnologías intensivas en energía.

En este nuevo escenario, pareciera que las energías renovables no forman parte del plan, su tecnología todavía no está a la altura de las necesidades. Los centros de datos y la IA requieren energía ininterrumpida y de alta calidad las 24 horas del día, los 7 días de la semana, algo que las energías renovables no pueden brindar. El tiempo de inactividad es inaceptable, y la variabilidad de la energía eólica y solar los hace poco prácticos.

Por esta razón, Exxon, junto con Chevron, decidieron aventurarse en un nuevo segmento del negocio energético: la generación de electricidad a partir del gas. Otra tendencia de 2024 fue que la demanda de gas natural se está disparando a medida que la demanda de electricidad aumenta por la proliferación de centros de datos y que las grandes tecnológicas persiguen sus proyectos de inteligencia artificial. Aquí es donde entran en juego los productores de gas natural.

En cuanto al petróleo, 2024 fue un año interesante, ya que la OPEP y la Agencia Internacional de la Energía difirieron enormemente en sus previsiones sobre la demanda futura de la fuente de energía que sustenta la economía mundial. La OPEP advierte permanentemente sobre la necesidad de seguir invirtiendo en el sector, mientras la AIE hace predicciones basadas en suposiciones no probadas, como, por ejemplo, las ventas de autos eléctricos, que se han debilitado en casi todo el mundo, excepto en China. Pero el consumo de petróleo todavía no alcanzó su pico, aumentó casi 1 millón de barriles en 2024 y seguirá aumentando en 2025.

Hablando de demanda y de China, esta última fue el principal impulsor de los precios del petróleo este año. Casi todos los informes sobre los cambios en los precios del petróleo incluían la frase «preocupación por la demanda china», junto a las preocupaciones por la situación en Medio Oriente, el motor de los precios del petróleo por el lado de la oferta. El crecimiento de la demanda china este año fue mucho más bajo que en 2023, decepcionando a los operadores que esperaban que continuara creciendo a cifras porcentuales de dos dígitos para siempre.

El otro componente que interviene fuertemente en el mercado petrolero es la producción no OPEP+, principalmente el shale de EEUU, y fue un tema de conversación clave para los pronosticadores de precios del petróleo en 2024, pero con una novedad, la victoria de Donald Trump. Ahora, muchos pronosticadores del mercado petrolero esperan que la industria petrolera de Estados Unidos aumente fuertemente su producción.

Trump ha prometido en repetidas ocasiones que presionará a los productores de shale para que aumenten la producción, pero no está claro cómo pretende lograr este objetivo, ya que el petróleo estadounidense es producido por empresas independientes y no por una compañía petrolera nacional (NOC). No pasó mucho tiempo para que la propia industria disipara la ilusión del nuevo presidente. Nada menos que el CEO de Exxon dijo que no habría «Drill, baby, drill» a menos que los precios internacionales del petróleo justificaran tal estrategia.

Sin embargo, las ambiciones de perforación de Trump podrían verse frustradas por un problema aún mayor que los precios del crudo: los campos petroleros de Estados Unidos podrían estar acercándose a su capacidad máxima de producción.

Según Goehring & Rozencwajg LLC, una consultora de investigación especializada en inversiones en recursos naturales, la producción de shale de EEUU se encuentra en las primeras etapas de un declive prolongado debido al agotamiento del recurso, no a la dinámica del mercado o las cuestiones regulatorias

Los analistas habían pronosticado que el explosivo crecimiento de la producción provocado por la revolución del shale en Estados Unidos se estabilizaría a finales de 2024 o principios de 2025. Pero la realidad parece ser peor: según datos de la EIA, la producción de petróleo crudo de shale alcanzó su punto máximo en noviembre de 2023 y ha disminuido alrededor de un 2% desde entonces, mientras que la producción de gas alcanzó su punto máximo ese mismo mes y desde entonces ha caído un 1%, El modelo de Goehring y Rozencwajg predice un declive aún más pronunciado en el futuro.

El informe compara la situación actual con la crisis del petróleo de la década de 1970. Señalan que el presidente Nixon respondió a la primera crisis petrolera de la OPEP en 1973 lanzando el Proyecto Independencia, cuyo objetivo era revertir la disminución de la producción estadounidense a través de la desregulación y la agilización de los permisos, además de promover hace 50 años la utilización del hidrógeno. Los precios del petróleo se dispararon de 3,18 dólares por barril en 1973 a 34 dólares por barril en 1981, lo que provocó una explosión en la actividad de perforación. En consecuencia, el número de plataformas petroleras de EE.UU. saltó de 993 en 1973 a 4.500 a finales de 1981.

Sin embargo, el aumento en la perforación no pudo contrarrestar la ley natural del agotamiento: a fines de 1981, la producción de crudo de EE.UU. había caído a 8,5 millones de barriles por día, lo que representa una disminución del 15% desde el momento en que Nixon lanzó su ambicioso programa. Los analistas señalan que la producción de crudo de Estados Unidos alcanzó un mínimo de 5 millones de barriles por día en 2010, incluso cuando los precios rondaban los 100 dólares por barril. Goehring y Rozencwajg han denominado a este fenómeno «La paradoja del agotamiento», y han advertido que los precios más altos por sí solos no serán suficientes para contrarrestar las realidades geológicas. En ese momento, la política de seguridad energética de Washington apoyó financieramente el desarrollo de la técnica del fracking, la técnica que liberó, una vez más, los recursos de gas y petróleo atrapados en las rocas.

El problema es que en 2025 los productores estadounidenses no tendrán el incentivo de los precios altos bajo esta segunda administración de Trump: una nueva encuesta del estudio de abogados Haynes Boone LLC reveló que los bancos se están preparando para que los precios del petróleo caigan por debajo de los 60 dólares el barril para mediados del nuevo mandato de Trump. Las predicciones de precios del crudo son referencias que habitualmente fallan, pero condicionan igualmente las decisiones empresariales y políticas.

La otra novedad de 2024 fue el renacimiento nuclear, debido a que en teoría ofrece lo mejor de ambos mundos, es decir, electricidad de carga base y sin emisiones. El mundo tiene hoy más de 60 mil GW en proyectos y en construcción de centrales atómicas. La mitad corresponden a China e India. Sin embargo, hay un problema, y ese problema es que se necesitan años para construir una central nuclear convencional y los costos son altísimos. Esta es la razón por la que los pequeños reactores nucleares modulares fueron noticia en 2024 como una alternativa más rápida a las centrales convencionales, y probablemente seguirán siendo noticia hasta que se demuestre que realmente son una alternativa viable a las grandes centrales. Por ahora, sin embargo, es la energía nuclear o atómica convencional la que está sobre la mesa. El 15 de abril de 2023, Alemania cerró sus últimas tres centrales nucleares, fueron reemplazadas no sólo por energías renovables sino también por centrales de gas y carbón. Un error de cálculo donde faltó el pensamiento reflexivo. El 26 de diciembre de 2023 Javier Milei anuló los contratos del AMBA 1, obra fundamental de transporte eléctrico para garantizar el servicio. El 10 de julio de 2024 anuló los contratos para la construcción de las centrales térmicas en Formosa e Ibarreta y no sabe cómo reemplazarlas, mostrando una vez más su falta de pensamiento reflexivo y malos cálculos. «El mundo aparece como un objeto al que el pensamiento calculador dirige sus ataques y a los que ya nada debe poder resistir. La naturaleza pasa a ser el combustible del pensamiento calculador. El poder y lo que se puede lograr con la naturaleza y con el dominio de la energía atómica.» «Serenidad», Heidegger, 1955. La Naturaleza es más que un recurso a explotar, el pensamiento calculador no alcanza. ¡Bienvenidos a 2025!

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La gran reversión: Trump rompe con la  política energética y climática global de  Biden, congela el presupuesto verde del  DOE y exige a la OPEP que baje el precio  del barril.

Volvió Trump. Y apenas asumió, empezó a revertir la política energética de EEUU implementada por Joe Biden y a tomar medidas que impactan en los mercados energéticos  globales, desde el petróleo y el GNL hasta el desarrollo de las llamadas energías renovables. 

En una avalancha de decretos (órdenes ejecutivas) en el primer día de su mandato, la nueva  administración Trump revirtió, eliminó o suspendió las políticas energéticas y climáticas de  Biden en todos los ámbitos, desde el Acuerdo de París hasta la prohibición de las cocinas a gas.  

Trump dijo que cualquier funcionario federal que “…planee o coordine acuerdos energéticos  internacionales deberá priorizar de ahora en adelante la eficiencia económica, la promoción de  la prosperidad estadounidense, la elección del consumidor y la moderación fiscal en todos los  compromisos extranjeros que afecten a la política energética”. Esto, para Trump, es  incompatible con el Acuerdo de París que obliga a descarbonizar el sistema energético global a  partir de la supuesta “catástrofe climática” que amenaza a la humanidad. 

Por eso, el impacto de la nueva política energética de Trump no se da sólo en el campo de la  energía sino también puede tener consecuencias en el campo científico, que es el que ha  sustentado la narrativa del alarmismo climático. Cambiar esta combinación, donde la ciencia jugó un papel coercitivo como herramienta para imponer una agenda geopolítica, es tal vez uno de los cambios más radicales que puede llevar adelante la nueva administración, aunque  Trump no sea consciente de esto. Sus argumentos muchas veces son burdos y no permiten  comprender la profundidad de la problemática. El cambio climático no es una estafa, ocurre. Lo  discutible son los modelos climáticos conjeturales que definen una situación catastrófica de  crisis climática. En sistemas complejos, las conjeturas predictivas son muy poco precisas. 

Una de las consecuencias de la transición energética y su camino hacia el net zero impuesta por los países centrales es que ha politizado a la ciencia climática y, por lo tanto, la están  degradando. Hoy, estamos viviendo una transición energética forzada por la política, no por la  tecnología ni por los mercados, y esa es una de las grandes críticas de Trump a la política  energética global del Acuerdo de París. Aunque un día después se contradice y le exige a la  OPEP, en una actitud política, que baje los precios del petróleo, amenazando a Arabia Saudita  con sanciones si no lo hace. Libertad de mercado hasta cierto punto, antes seguridad  energética. MAGA. 

En una orden ejecutiva titulada “Liberar la energía de Estados Unidos”, Trump denunció las  “regulaciones onerosas y motivadas ideológicamente” que han impedido el desarrollo de las  +fuentes de energía estadounidenses. Las palabras solar y eólica no aparecen en la orden  ejecutiva, mostrando claramente que para Trump la energía que hay que liberar es la 

producción de gas y petróleo. La consecuencia es el desmantelamiento integral de casi todos  los mandatos y subsidios de energía “limpia” creados en los últimos años. Por ejemplo: 

∙ Elimina el mandato de vehículos eléctricos de la EPA de Biden. 

∙ Pone fin a los esfuerzos del Departamento de Energía para prohibir los aparatos que  funcionan a gas. 

∙ Revoca 12 de las órdenes ejecutivas de Biden sobre política energética y climática. 

∙ Su objetivo es acelerar la “concesión de permisos y la construcción de transporte  interestatal de energía y otras infraestructuras energéticas críticas, incluidos, entre  otros, los oleoductos, en particular en regiones del país que han carecido de dicho  desarrollo en los últimos años”. 

∙ Establece una fecha límite para que la EPA elimine el uso del “costo social del carbono”,  una cifra arbitraria que los funcionarios federales han utilizado para justificar políticas  climáticas costosas. 

∙ Tiene una sección llamada “Terminación del New Deal Verde”, que dice que todas las  agencias federales deben “pausar inmediatamente el desembolso de fondos asignados  bajo la Ley de Reducción de la Inflación y la Ley de Inversión en Infraestructura y  Empleos”, incluidos, entre otros, los fondos “para la carga de vehículos eléctricos”. 

∙ Pide el fin de la “pausa” a las exportaciones de GNL impuesta por el DOE. 

∙ Incluye una sección completa sobre elementos estratégicos y ordena a las agencias  federales que identifiquen todas las “acciones de las agencias que imponen cargas  indebidas a la minería y el procesamiento nacionales de minerales no combustibles y  que tomen medidas para revisar o rescindir dichas acciones”. 

Tal vez el mejor resumen del documento se encuentra en una sección que pide una “revisión  inmediata de todas las acciones de las agencias que potencialmente afecten el desarrollo de  los recursos energéticos nacionales”. A continuación, el texto de esa sección: 

“Los jefes de todas las agencias revisarán todas las regulaciones, órdenes, documentos de  orientación, políticas, acuerdos, órdenes de consentimiento y cualquier otra acción de la  agencia existentes (colectivamente, acciones de la agencia) para identificar aquellas acciones  de la agencia que imponen una carga indebida en la identificación, desarrollo o uso de recursos  energéticos nacionales, con especial atención al petróleo, gas natural, carbón, energía  hidroeléctrica, biocombustibles, minerales críticos y recursos de energía nuclear, o que de otra  manera son incompatibles con la política establecida en la sección 2 de esta orden, incluidas las  restricciones a la elección de vehículos y electrodomésticos por parte de los consumidores”. 

Las dos agencias más cuestionadas en cuanto a la energía son la EPA y el DOE. Existe una muy  cuestionada resolución de la EPA de 2009 conocida como “Endangerment Finding” o hallazgo  de peligrosidad, donde se determinó que el CO2 y otros gases de efecto invernadero califican  como “contaminantes” bajo la Ley de Aire Limpio de 1970, porque son un “peligro para la salud  

y el bienestar público”. 

Calificar al CO2, que es imprescindible para el desarrollo de las plantas, los bosques y los  cultivos como contaminante es forzar al extremo las interpretaciones científicas. Esta  resolución, que es la base para las regulaciones de Biden que restringen los combustibles  fósiles, ha generado litigios en el pasado y los seguirá generando en el futuro. Habrá que ver si  Trump logra eliminarla, aunque no será sencillo ya que hay mucha jurisprudencia que avala esa  resolución de la EPA. La ciencia, otra vez interpelada. 

Respecto al Departamento de Energía, seguramente cambiarán también muchas políticas.  Durante la administración anterior, al entrar en la página web del DOE, el título era muy  elocuente: “Combatiendo la crisis climática” mostrando cual era el motor de la política  energética de Biden. Hoy, es bastante diferente. El titular de primera plana es “Restaurar el  dominio de la energía” y continúa: “las acciones del primer día del presidente Trump  devolverán el departamento al orden regular”. 

Este nuevo orden según el nuevo mandatario es desatar el dominio energético de Estados  Unidos para sostener su primacía mundial sustentada en la industria: «Estados Unidos volverá a  ser una nación manufacturera, y tenemos algo que ninguna otra nación manufacturera tendrá  jamás: la mayor cantidad de petróleo y gas de cualquier país de la Tierra». Contradiciendo a  Trump, EEUU no es el país con más reservas de petróleo, está en el puesto nueve. Tampoco es  el país con mayores reservas de gas, está cuarto detrás de Rusia, Irán y Qatar. 

Trump tiene un solo mandato de cuatro años para alcanzar sus ambiciones, ¿este nuevo orden  energético que está proponiendo se podrá llevar a cabo? ¿Perdurará o se extinguirá al final de  su presidencia? Difícil especular con ese futuro. Hay que ir adonde uno cree que está la verdad.  ¿La verdad está acaso en el IPCC y en la diplomacia ilustrada de la Convención Marco de las  Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) que todos los años nos convoca a la  Conferencia de Partes y donde los países centrales intentan desplegar un sistema de  gobernanza global que perjudica el desarrollo de los países emergentes? La ciencia, que se  atribuye ese lugar de la verdad, hoy no tiene respuesta y tal vez nunca la tenga. 

Trump nos muestra que pareciera que hay una verdad geopolítica que es más fuerte, donde el  poder y los intereses definen el camino de la política energética global. Hay que reconocer que  desde que empezó la batalla climática hace cuarenta años, el clima no es lo único que ha  cambiado. La tecnología, los valores culturales, los centros de poder político, económico y  militar han cambiado mucho más. Hoy no existe la Unión Soviética, la guerra fría y ¿qué era  China en los 80 del siglo pasado? 

Lo mejor que podemos decir es que el mundo seguirá descarbonizando lentamente su sistema  energético y, al mismo tiempo, la Tierra seguirá calentándose lentamente. Y las sociedades  seguirán adaptándose a los peligros climáticos cambiantes de nuevas maneras, como siempre  lo han hecho, con ganadores y perdedores en el camino. Lo que nos muestra Trump es que el  cambio climático no es ni una emergencia ni una crisis. Es una epopeya política. 

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Inédito, se creó una “OPEP solar”: Los  productores solares chinos acuerdan cuotas para frenar el exceso de oferta

«El que controle el petróleo controlará las naciones, el que controle los alimentos controlará a  los pueblos”. No está claro si Henry Kissinger realmente dijo esto o no, pero su verdad sigue  vigente. 

La frase atribuida al exsecretario de Estado de Nixon fue dicha poco después de la crisis  petrolera de 1973 que mostró al mundo su dependencia absoluta del petróleo. Además, se  enmarcaba en la preocupación mundial por la producción de alimentos debido al inédito crecimiento poblacional de la posguerra.  

Antes de la crisis petrolera y el empoderamiento de la OPEP, EEUU controlaba el mercado  petrolero mundial y era el mayor productor de alimentos global. Según la tesis de Kissinger,  dominaba el mundo. 

Hoy, EEUU volvió a ser, gracias a la producción del shale, el mayor productor de petróleo y de  gas, pero el primer productor de alimentos a nivel mundial es China. EEUU produce el 12% del  petróleo del mundo y compite con la OPEP, China produce una cuarta parte de la producción  mundial de grano y lidera en la producción de cereales, algodón, frutas, verduras, carne,  huevos y pescado y no existe una OPEP de alimentos.  

Esta lógica explica en gran medida la confrontación entre EEUU y China que Trump tratará de  renegociar. Según analistas cercanos al presidente electo, Pekín es el principal desafío  estratégico de EEUU y la administración de Biden arriesgó mucho defendiendo a Europa contra  Rusia. Al darle a Ucrania misiles ATACMS de largo alcance capaces de llegar al territorio ruso,  cruzó la “línea roja” de Putin y aumentó la confrontación con China, perdiendo el foco de la  geopolítica. 

Siguiendo este análisis, Europa tiene poco valor estratégico más allá de servir como mercado  para el petróleo y el gas de Estados Unidos, una dinámica que no cambiará  independientemente del resultado de la guerra de Ucrania. El foco debe estar en otra parte. 

La estrategia debería centrarse en el verdadero motor del poder que marcó Kissinger hace 50  años: el petróleo. Si China es el principal rival de Estados Unidos, EEUU debería aprovechar su  fuerza energética contra la vulnerabilidad crítica de China: su gran déficit de petróleo. En la  actualidad, China importa 11,2 millones de barriles diarios, 1,7 veces más que Estados Unidos. 

Según un análisis de Art Berman, China entendió su vulnerabilidad energética y elaboró un plan en consecuencia: la Iniciativa de la Franja y la Ruta. En esencia, esta Iniciativa se centra en la  infraestructura energética. El Corredor Económico China-Pakistán, anclado en el puerto de  Gwadar, permite las importaciones de petróleo por un camino alternativo al Estrecho de  Malaca, que es un camino vulnerable. Estos proyectos están diseñados para asegurar las  necesidades energéticas de China y expandir su influencia geopolítica. 

Para posicionarse ante la nueva administración de Trump, Xi decidió cortar el suministro de  antimonio a EEUU, lo que provocó un aumento del 300% en su valor, superando al oro, la plata  e incluso al Bitcoin. El antimonio es un metal duro que se utiliza para balas, proyectiles de  artillería, vehículos blindados y misiles, algo que las potencias occidentales necesitan para  reabastecer sus arsenales agotados por la guerra de Ucrania.

En este contexto, genera cierto desconcierto cómo el cambio climático se convirtió en el foco  estratégico de la administración Biden y de la mayoría de los países europeos. El caso de China es diferente. Pekín se planteó otra estrategia. Si bien el gigante asiático es hoy el mayor  generador de electricidad a partir de energía eólica y solar y donde más vehículos eléctricos se  producen y circulan, esta política no está guiada por un compromiso ambiental, sino de  seguridad energética, comercial y geopolítico. 

China necesita disminuir su dependencia del petróleo, por eso impulsa los vehículos eléctricos,  aunque el 60% de la electricidad se genera a partir del carbón. Pekín tiene claro que prefiere  un auto que funcione a carbón y que no consuma petróleo, que es el punto vulnerable de su  seguridad. Además, ha aprovechado el crecimiento de los mercados renovables a partir del  impulso de la transición energética en Occidente para construir una sólida y competitiva  industria solar y de vehículos eléctricos. 

Paradójicamente, el éxito de la gran producción solar de China hoy está en problemas por  exceso de capacidad y precios muy bajos. Por eso, los mayores fabricantes de equipos solares  de China, que han sufrido pérdidas durante más de un año, han tomado nota del libro de  gestión de mercados de la OPEP en sus esfuerzos por frenar el exceso de producción que  atentan contra los fundamentos del mercado. 

La OPEP ha perfeccionado el arte de la gestión de la oferta a lo largo de décadas para influir en  las condiciones del mercado. Aprendió a restringir la oferta para impulsar los precios del  petróleo, estableciendo un sistema de cuotas entre sus países miembros. La mayoría de las  veces, esto ha funcionado bien. Ahora, los fabricantes de equipos solares de China están  apostando por superar el actual exceso de oferta en el mercado interno acordando cuotas al  estilo de la OPEP, según informó Bloomberg. 

La amenaza existencial para el sector de los equipos solares fue la principal razón por la que  más de 30 de las mayores empresas del sector de China firmaron un pacto para tener cuotas  de producción en 2025 basadas en las cuotas de mercado actuales, la capacidad de producción  individual y la demanda esperada de productos solares, según informes de los medios chinos. 

El acuerdo de una “OPEP solar” se firmó en la reunión anual de la Asociación de la Industria  Fotovoltaica de China la semana pasada. Todavía no sabemos como impactará en el mercado  global. 

¿Y si Alemania hubiera invertido en energía nuclear? Por segunda vez en un mes, la red  eléctrica alemana se vio afectada por una sequía eólica, conocida en Alemania  como Dunkelflaute. La falta de viento hizo que los precios de la electricidad en Europa se  dispararan a sus niveles más altos desde finales de 2022, cuando Europa se encontraba en  medio de una crisis energética debido a las problemas generado por el suministro de gas ruso.  Ahora la situación es peor, Europa, y Alemania en particular, parecen estar en medio de una  crisis energética permanente. 

El jueves de la semana pasada, los consumidores alemanes pagaron una media de 400 dólares  por megavatio-hora por la electricidad. Durante las horas pico, los precios en el mercado  mayorista de energía de Alemania se acercaron a los 1.000 dólares por MWh, el nivel más alto  en 18 años. La sequía eólica no solo afectó a Alemania, los precios de la electricidad en toda  Europa se dispararon en medio de la sequía eólica. 

La última sequía eólica es una prueba más de la debilidad de la Energiewende alemana, una  iniciativa extremadamente costosa diseñada para obligar al país a abandonar los hidrocarburos  y pasarse a las energías alternativas. Un estudio publicado por el International Journal of  Sustainable Energy estimó que entre 2002 y 2022, la Energiewende le costó a Alemania  746.000 millones de dólares. De esa suma, más de la mitad se gastó en producción y  distribución de energías alternativas. El resto se gastó en subsidios. Si Alemania hubiera  gastado aproximadamente la mitad de esa suma en energía nuclear habría logrado mayores  reducciones de emisiones que las que logró persiguiendo el espejismo de las energías  alternativas. 

Como venimos repitiendo, décadas de cumbres, alarmismo climático y billones gastados no  han dado resultados ambientales medibles. En cambio, se ha convertido en una de las mayores  transferencias de riqueza de la historia moderna, canalizando el dinero público hacia las corporaciones financieras, activistas climáticos y las nuevas industrias renovables sustentadas  en subsidios. 

Como dijo sin rodeos el CEO de TotalEnergies: “las energías renovables están donde está el  dinero”, es decir, los subsidios. 

Estamos en la era de la despoblación, y a medida que el crecimiento económico mundial se  desacelere, las energías renovables perderán peso salvo que alguna innovación tecnológica  cambie el escenario. A Trump no le preocupa que China domine los paneles solares, las  turbinas eólicas y los vehículos eléctricos. Por los anuncios que en materia energética está  preparando, pareciera que tiene claro que el petróleo será la base de su estrategia geopolítica.  El que controle el petróleo, controlará las naciones.  

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En la guerra de Ucrania, la energía continúa definiendo la geopolítica mundial

La invasión rusa a Ucrania está reconfigurando el sistema energético global y los países de Europa y EEUU se encuentran frente a una encrucijada: revisar el camino trazado de la transición energética o profundizar y acelerar esa transición para salir de la dependencia de los combustibles fósiles. Las distintas agencias internacionales, conducidas por burócratas, siguen sin cambiar el discurso y quieren profundizar el rumbo. Los líderes políticos, que tienen responsabilidad de gobierno y tienen que garantizar la energía y el bienestar de la población, están revisando el camino hacia el net zero. Si bien aún es demasiado pronto para saber cómo se desarrollarán los acontecimientos, la crisis puede dar lugar a cambios duraderos en los mercados energéticos ya que la invasión rusa ha mostrado que todavía el mundo depende de los combustibles fósiles y ha puesto a la seguridad energética nuevamente a la vanguardia de las agendas públicas.

En estos últimos años, los países más desarrollados de Europa habían pensado que la seguridad energética era una idea pasada de moda. Instalaron un gran número de turbinas eólicas y paneles solares, prohibieron el fracking para gas natural y cerraron las plantas de generación eléctrica que usaban carbón e incluso, en Alemania, las que usaban energía nuclear. En noviembre del año pasado, en la cumbre climática de Glasgow, Europa trataba que los demás países la imitaran en ese aparente camino sin dificultades hacia las energías renovables. Las discusiones eran si el net zero se iba a alcanzar en 2050 o 2060 y quienes se comprometían más a hacerlo. De repente, en el peor momento posible, la realidad energética les explotó en la cara y Europa se encontró completamente dependientes del gas ruso para obtener calor y electricidad confiable y segura.

En EEUU, la situación no es tan alarmante todavía, pero la combinación de la invasión de Ucrania con la reanudación de la guerra de Obama contra los combustibles fósiles por parte de la administración Biden también ha dejado a la gran potencia americana vulnerables a un aumento de los precios del petróleo y el gas en los mercados mundiales, justamente porque la oferta se ha reducido artificialmente por la hostilidad del gobierno a la producción de combustibles fósiles. El mundo está hoy frente a lo que podría convertirse en la mayor crisis de oferta desde la crisis petrolera de 1973. Las consecuencias de una posible pérdida de las exportaciones de petróleo ruso a los mercados mundiales no pueden subestimarse. Rusia es el mayor exportador de petróleo del mundo, aportando 8 millones de bpd de productos de petróleo crudo y refinado a todo el mundo.

Si bien las sanciones impuestas a Rusia hasta la fecha excluyen a las exportaciones de energía, muchas empresas navieras, bancos y otras petroleras presionados por la opinión pública, están tratando de evitar seguir haciendo negocios con Rusia, lo que podría sacar del mercado en algunos mese alrededor de 3 millones de bpd, según un informe de la Agencia Internacional de Energía. También es un gran exportador de gasoil a Europa, por lo que hay preocupación respecto a la posible escasez de este combustible fundamental para el transporte.

Sin embargo, la propia agencia con sede en París estimó de manera poco rigurosa que Europa podría reemplazar el gas ruso en un año, aumentando la generación a carbón, consiguiendo nuevos cargamentos de GNL, aumentando la energía nuclear y disminuyendo el consumo a partir de ajustar los termostatos y pasar a calefaccionarse con bombas de calor. Esto último era el objetivo de Boris Johnson para el Reino Unido pero que nunca logró concretarlo por el costo que tiene para los usuarios y la resistencia que generó. Una vez más, la AIE hace análisis siguiendo su mandato político hacia las renovables dejando de lado las cuestiones técnicas que muestran las dificultades para reemplazar a los combustibles fósiles. Justamente, la nueva realidad energética ha hecho que Boris Johnson decidiera conformar un grupo de trabajo de energía para reforzar los suministros de petróleo, gas y energía nuclear del Reino Unido mientras busca una salida a la crisis energética. Dos expertos de alto nivel de la industria encabezaran este grupo y reportarán directamente al Primer Ministro. Asesorarán sobre un período de transición centrado en los combustibles fósiles con el objetivo de aumentar la autosuficiencia energética del Reino Unido y mantener bajas las facturas de energía de los hogares. Pareciera que el gobierno británico, tal vez el que tenía los proyectos más ambiciosos para salir de los combustibles fósiles, ha decidido abandonar, o por lo menos retrasar, la descarbonización de la economía para 2050. Los posicionamientos energéticos son también geopolíticos.

Así, Arabia Saudita reafirmó su compromiso con Rusia a pesar de la invasión a Ucrania. El príncipe heredero saudí Mohammed bin Salman (MbS) reiteró el compromiso con el acuerdo de la OPEP+ (la coalición de los principales productores de Medio Oriente y sus aliados), donde el otro socio clave del acuerdo es Rusia. Esta postura hizo que la OPEP+ continuara con el modesto aumento de 400 mil bpd a pesar de la invasión y del problema causado a las economías desarrolladas por los altos precios del petróleo y el gas. En realidad, lo que MbS mostró es el cambio geopolítico y económico del reino a partir de la Guerra de Precios del Petróleo 2014-2016, donde el desarrollo del shale de EEUU le generó graves consecuencias económicas y políticas. Arabia Saudita decidió entonces salir de la esfera de influencia de EEUU y volcarse hacia China y Rusia y conformar la OPEP+ en 2017. Hoy, lo está ratificando, con el impacto que este reposicionamiento tiene para el mercado energético mundial.

Otras de las consecuencias energéticas de la invasión es que China continuará maximizando el uso del carbón en los próximos años mientras atiende a su seguridad energética, dijeron esta semana los principales responsables políticos chinos, entre ellos el presidente Xi Jinping quien afirmó que la transición energética es un proceso largo y China no puede frenar el uso del carbón inmediatamente. En 2020, los últimos datos disponibles, la participación del carbón cayó al 57%, en comparación con el 58% en 2019. China decidió operar sus centrales eléctricas a carbón a plena capacidad mostrando que su prioridad es su seguridad energética. China es hoy una gran potencia económica e industrial que necesita de enormes cantidades de energía y es la mayor emisora de gases de efecto invernadero. La política energética de China afecta al mundo.

Justamente, el mes pasado se cumplieron 50 años de la visita del entonces presidente Nixon de EEUU a la República Popular China, un giro geopolítico ideado y promovido por su asesor en seguridad Henry Kissinger con el objetivo de debilitar a la Unión Soviética, la otra gran potencia mundial de entonces. Con China actualmente como el único país capaz de desbancar a Estados Unidos como la principal potencia mundial, muchos en Washington piensan que hubiera sido mejor que el presidente Nixon nunca hubiera hecho su histórico viaje a China. Fue la reunión de Nixon con el presidente del Partido Comunista de China, Mao Zedong, y la política de compromiso que inició con el acuerdo de Shangai, lo que propulsó a hacer de China una superpotencia económica y, hoy, una amenaza geopolítica para EEUU. Para estos analistas, la visita de Nixon, lejos de ser un golpe de genio diplomático, fue uno de los mayores errores estratégicos de la historia. Para justificar su estrategia, Kissinger sostenía que había que evitar que la Unión Soviética se aliara con China. Siguiendo este pensamiento, Kissinger establece una relación amistosa con Putin a quien visita en Moscú en 2016 y 2017. El enemigo era entonces la ahora gran potencia China y había que tratar que no se generara una alianza con Putin.

Sin embargo, algo salió mal nuevamente para Occidente y la energía tuvo mucho que ver. China comenzó a tejer alianzas para garantizarse la energía para su desarrollo, tanto con Rusia como con los países de Medio Oriente. Como repetimos siempre, somos sociedades de altísimo consumo energético y la energía está definiendo, una vez más, la geopolítica mundial.

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Martín Bronstein: «El combustible en el proceso de transición energética es el gas»

Al hacer foco en la transición energética y el rol que puede jugar el país, Bronstein sostuvo que «el puntal» está en el gas natural.

Martín Bronstein, investigador del Centro de Estudios de Energía, Política y Sociedad (Ceepys) analizó durante su participación en el segundo panel del evento las posibilidades que cuenta Argentina de convertirse en un jugador clave en la transición energética.
“Nos encontramos en un proceso de transición energética y el combustible fuente hacia esa transición, es el gas natural. Argentina tiene una de las principales reservas del combustible del futuro”, señaló Bronstein.En tanto, al analizar el presente del sector energético argentino y cómo pudo reponerse luego del impacto de la pandemia, remarcó: “Soy optimista, a la luz de los resultados. El país es uno de los que mejor pudo emerger de la pandemia. De a poco el mundo vuelve a caminar, a salir de la pandemia, y Argentina es de los países que mejor salió, debido a varias políticas públicas: la producción de petróleo creció 10% en este año. Y la producción de gas natural también tuvo un salto importante, del 18%. El horizonte para crecer es muy positivo”.Al hacer foco en la transición energética y el rol que puede jugar el país, Bronstein sostuvo que “la energía nuclear es muy importante en el proceso de transición”. “Es una fuente de energía confiable y constante”, explicó el especialista, quien detalló: “Pero el puntal de la transición energética está en el gas natural. Es el puente de la transición energética. Es un recurso interesante y cumple con la condición de firme, que es lo que no cuentan las renovables por el momento. El gas natural es la solución, ya que es el combustible fósil que menos emisiones genera y Argentina cuenta con importantísimos recursos. Argentina ya ha avanzado en el proceso de transición energética”.https://www.ambito.com/energia/energia/martin-bronsten-el-combustible-el-proceso-del-transicion-energetica-es-el-gas-n5330098

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La disputa entre Europa y Rusia por el gas continúa, su escasez hará subir los precios de los alimentos.

Europa sigue teniendo problemas para el abastecimiento de gas natural y el gasoducto Nord Stream 2, que une Rusia y Alemania a través del Báltico, sigue presentándose como un arma energética que el presidente ruso, Vladimir Putin, apunta sobre Europa. Rusia sostiene que está cumpliendo con los contratos, pero Europa sigue pidiéndole que aumente sus exportaciones de gas. Mientras Putin espera la aprobación para poner en marcha el estratégico gasoducto y ahí sí aumentar las exportaciones de gas hacia el viejo continente. La Agencia Federal de Redes de Alemania, Bundesnetzagentur, suspendió el 16 de noviembre el procedimiento para certificar a la empresa Nord Stream 2 AG como operadora de transmisión independiente hasta que se incorpore un operador del gasoducto en Alemania bajo la ley alemana que cumpliera con las restricciones antimonopolio de la Unión Europea. Dicho cumplimiento no es negociable y establece que el propietario de un gasoducto no puede ser la misma entidad que el propietario del gas natural que transporta. Según la normativa, es ilegal en la UE que Gazprom (la empresa estatal de gas de Rusia) sea propietaria de los gasoductos que transportan su gas.

Putin está buscando la forma jurídica para saltear esta incompatibilidad y para eso creó una empresa en Suiza, pero Suiza no pertenece a la UE y por eso todavía el Nord Stream 2 tendrá que esperar. Pero la cuestión trasciende lo formal y tiene su costado geopolítico. Al mismo tiempo que Alemania retrasa la aprobación del nuevo gasoducto, está instando al Congreso de los Estados Unidos que no sancionen el gasoducto de Putin, argumentando que hacerlo debilitará la credibilidad de Estados Unidos y dañará la unidad transatlántica. A pesar que Biden se opone al gasoducto, el presidente norteamericano y la entonces canciller alemana, Angela Merkel, llegaron a un acuerdo en julio en el que Alemania acordó tomar medidas, incluida la presión por sanciones a nivel de la UE, si Rusia “usaba la energía como arma” contra Ucrania y Europa. Hoy, aproximadamente 100.000 soldados ruso se están concentrando en la frontera ucraniana, y Kiev ve al Nord Stream 2 como una amenaza existencial para su seguridad.

El gasoducto eludiría la infraestructura de tránsito ucraniana y entregaría gas ruso directamente a Alemania, eliminando uno de los últimos elementos disuasorios que Ucrania tiene contra una invasión, por eso los republicanos están presionando por nuevas sanciones. En un intento por tranquilizar al Congreso americano, la embajada alemana en Washington detalló, mediante un documento privado cómo podría ser la acción de represalia contra Rusia. El documento afirma que el Nord Stream 2 actualmente no presenta “ninguna amenaza para Ucrania siempre que se garantice un tránsito de gas razonable”, y se refiere a las posibles sanciones sobre el gasoducto como “una victoria para Putin” porque dividiría a los aliados occidentales. La OTAN incumplió su pacto de no avanzar hacia el este cuando se negoció con la desaparecida Unión Soviética la reunificación Alemana, hoy Putin, gracias al arma del gas, está tratando de recuperar lo perdido. Europa y su crisis energética plantean un final abierto.

Como bien señala el analista de energía de Forbes, Llewelyn King: “Si Rusia tiene la culpa, lo que a primera vista parece ser el caso, ya que Europa obtiene la mitad de su gas natural de Rusia, entonces los europeos también tienen la culpa. Los compradores de gas de Europa y sus dirigentes políticos apostaron a que Rusia necesitaba su mercado más de lo que Europa necesitaba el gas de Rusia. Fue una apuesta y Europa perdió”.

 

Gas natural y alimentos

Es casi seguro que la escasez de gas natural en Europa tendrá impactos sociales y políticos más graves que los aumentos del precio de los combustibles, que están resultando incómodos para la Administración Biden. El problema va más allá de la posibilidad de apagones continuos en caso de períodos de frío prolongados. El gas natural representa aproximadamente el 80% de los costos variables de los componentes esenciales de los fertilizantes nitrogenados, como el amoníaco. El precio del amoníaco en Europa se triplicó aproximadamente entre enero y marzo. Los costosos de los fertilizantes ejercen presión sobre el suministro de alimentos. Durante el próximo año o dos, los agricultores europeos tendrán que absorber grandes aumentos en el precio de los fertilizantes, quizás escatimando en su aplicación. Eso conduce a un menor rendimiento de los cultivos y, por lo tanto, a un aumento de los precios de los alimentos. Si los precios de las importaciones de gas natural de Europa siguen siendo altos, parte de su industria nacional de fabricación de fertilizantes podría cerrar durante períodos prolongados, o incluso cerrar de forma permanente. Ya en octubre, el problemático mercado del gas provocó reducciones temporales sustanciales en la producción europea de fertilizantes por parte de empresas como Yara, BASF, CF Industries y Fertiberia.

A pesar de los deseos de varios grupos que se oponen al uso de fertilizantes, esa capacidad no podría ser reemplazada por un reciclaje más intensivo de desperdicios de alimentos, aguas residuales o estiércol crudo. El reciclaje en Europa ya es bastante eficiente. Los aumentos y la escasez del precio del gas natural afectan los componentes nitrogenados de los fertilizantes agrícolas. Pero ahora también hay aumentos significativos de precios en otros fertilizantes minerales principales como el fosfato y la potasa, junto con el azufre.

Europa importa la mayoría de esas materias primas, junto con una proporción cada vez mayor de su gas natural. Los productores extranjeros, sin embargo, han estado limitando las exportaciones este año para apoyar su agricultura nacional. China, que es el mayor productor de fosfato del mundo, suspendió o limitó severamente las exportaciones de fertilizantes ricos en fosfato a partir de finales de julio. Se espera que los recortes duren hasta junio del próximo año. Rusia ha anunciado restricciones a las exportaciones de fertilizantes nitrogenados y fosfatados durante seis meses a partir del 1 de diciembre. La geopolítica energética implica geopolítica alimentaria.

Es cierto que los precios de los fertilizantes han aumentado en el pasado y luego volvieron a bajar a medida que los productores aumentaron la capacidad y los agricultores redujeron el uso de fertilizantes. Picos similares a los que estamos viendo ahora se produjeron, por ejemplo, a principios de 2008, cuando el petróleo alcanzó los US$ 147 y el gas en Estados Unidos estaba alrededor de los US$ 14 antes de la crisis financiera mundial (hoy está US$ 3,7).

La diferencia esta vez, particularmente en Europa, es que la política climática significa que no hay financiamiento disponible para la expansión de la producción de gas natural. Los agricultores pueden escatimar en las aplicaciones de potasa y fosfato durante una temporada o dos, pero los rendimientos disminuirán rápidamente sin fertilizantes nitrogenados. El dilema de reducir las emisiones de carbono mientras se aumenta la producción de alimentos que requiere un mundo cada vez más poblado todavía no se ha resuelto. Es imprescindible hacerlo para avanzar en un proceso de transición energética exitosa.

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