¿Nace una alianza anti OPEP+?

El petróleo sigue siendo un elemento central en la dinámica de la sociedad y en la geopolítica mundial, y esta semana volvió a demostrarlo. La fuerte recuperación del precio del barril que comenzó en octubre con la recuperación económica y la puesta en movimiento del mundo, pasado el pico de la pandemia, genera una tensión importante entre los países importadores y los exportadores. Los países exportadores siguen con cautela la vuelta a la normalidad en el mundo, pero los importadores están urgidos por bajar el precio del crudo que atenta contra la recuperación económica post-pandémica y alimenta la inflación que está siendo una preocupación en los países OCDE. Esta situación llevó al presidente norteamericano, Joe Biden, y a los países ricos miembros de la Agencia Internacional de Energía reclamarle insistentemente a la OPEP+ para que aumente sus niveles de producción, más allá de lo acordado, con el objetivo de equilibrar el mercado.

Vale recordar que ante al derrumbe de la demanda de petróleo producto de la pandemia, el año pasado la OPEP+ (un grupo conformados por los principales exportadores de crudo de Medio Oriente y otros aliados liderados por Rusia) habían acordado reducir su producción en 9,7 millones de barriles por día. Pasado lo peor de la pandemia el grupo ha comenzado a reducir esos recortes y a incrementar la producción (actualmente los mismos se encuentran entre 4 y 5 millones de barriles por día). La OPEP+ se comprometió a incrementar los volúmenes en 400 mil barriles diarios cada mes.

Ante el silencio de la OPEP+ a los reclamos, la semana pasada, el presidente Biden anunció la liberación de 50 millones de barriles de las reservas estratégicas (SPR) de petróleo de Estados Unidos, como una medida para aumentar la oferta y presionar a la OPEP+ con un movimiento geopolítico de unificar a los principales países importadores por un aumento de la producción. Biden está en una situación doméstica complicada ya que los combustibles han aumentado más de un 60% en los últimos doce meses, pasando de 3,4 dólares por galón regular frente a aproximadamente 2,11 dólares en noviembre de 2020, y la población norteamericana es muy sensible al precio de la “nafta”. El nivel de popularidad de un presidente en la gran potencia del Norte está muy asociado al costo de llenar el tanque. Todavía el petróleo mueve al mundo.

Por lo tanto, Biden no estuvo solo en este anuncio, sino que estuvo buscando una acción conjunta de liberación de SPR con otros países importadores, incluyendo a China. Este fue uno de los temas de conversación en la cumbre virtual que tuvo con el presidente chino Xi Jinping hace dos semanas. Por eso, China fue uno de los países que aceptaron la medida, además de India, Corea del Sur, Japón y el Reino Unido. Ante esta situación novedosa, algunos analistas anunciaron apresuradamente que este martes había marcado el surgimiento oficial de una “anti-OPEP+” donde el grupo recién surgido como un conjunto de los principales países consumidores de petróleo habían tomado la dinámica del lado de la oferta en sus propias manos a partir de la liberación sin precedentes de reservas estratégicas para crear un exceso artificial en el mercado petrolero.

Si tomamos en cuenta el nivel de la liberación de las reservas estratégicas acordadas, estas cantidades son insignificantes (ya que los 50 millones de barriles liberados por Biden corresponden a tan solo dos días y medio de consumo de Estados Unidos), pero la movida tuvo fundamentalmente un componente geopolítico: intentó dar un mensaje claro para la OPEP+ de que no es el único actor en el escenario del mercado mundial del petróleo. El esfuerzo coordinado representaría la formación de una alianza no oficial del lado de la demanda para mantener a la OPEP+ bajo control si aumenta los precios a un nivel visto como insatisfactorio para estimular el crecimiento económico de los países importadores. ¿Cómo responderá la OPEP+ a este movimiento?

La decisión de liberar de manera conjunta el crudo almacenado estratégicamente, como medida de seguridad energética establecida por la AIE, después de que los países de la OPEP+ rechazaron los llamados a aumentar significativamente la producción podría interpretarse como una victoria diplomática para los Estados Unidos y un desafío al control que Arabia Saudita, Rusia y otros productores de la OPEP + tienen en el mercado.

Pero no es seguro que esta situación se consolide y, además, no está exento de riesgos. Algunos funcionarios de la OPEP + advirtieron que es probable que respondan cancelando los planes para aumentar su propia producción, compensando la adición de petróleo de las reservas en el mercado. El enfrentamiento establece una nueva lucha por el control del mercado energético mundial y la pelea amenaza con agitar la geopolítica del petróleo. Está en juego el precio de la materia prima más importante del mundo, ya que los políticos y los bancos centrales se enfrentan hoy al aumento inflacionario más fuerte en más de una década. También muestra la tensa relación entre Estados Unidos y Arabia Saudita, tradicionalmente una piedra angular de las relaciones de Washington en el Medio Oriente que dio estabilidad y mesura a las posiciones radicales dentro de la OPEP.

El viernes pasado, se ha generado un paraguas en este duelo entre consumidores y productores luego del derrumbe de los precios del petróleo de más de 10 dólares en tan solo un día. Configurando la mayor caída desde abril de 2020 en pleno pico de la pandemia. Este gran descenso se debió a los temores de la nueva variante de COVID-19 sudafricana, conocida como “Omicron”, que podría complicar aún más la crítica situación sanitaria que atraviesan los países del norte. Se sabe poco de esta nueva variante, pero los científicos aseguran que tiene una combinación inusual de mutaciones, que puede evadir las respuestas inmunitarias y podría ser más transmisible. Esto ya está obligando a varios países a imponer nuevas restricciones para frenar la propagación del virus, lo que indefectiblemente impactará en la demanda de petróleo. Sin embargo, lo más probable es que esta delicada situación sea temporal y terminará demorando la recuperación de la demanda de petróleo que a la larga la misma debería producirse.

El próximo 2 de diciembre se desarrollará la 23ª Reunión Ministerial de la OPEP+. En su reunión anterior en noviembre, la OPEP + reconfirmó su plan de ajuste de producción y su decisión de aumentar su producción en 400.000 barriles por día para diciembre. La próxima reunión de la OPEP + debe ser observada de cerca, ya que podría ofrecer un interesante juego de póquer del suministro de petróleo por venir. Si la medida es vista como agresiva por la OPEP+, el grupo podría, en teoría, incluso reducir el suministro en enero para mantener sus ganancias y mostrar que mantiene el control sobre la producción de crudo y la dinámica del mercado. En tiempos de transición energética, el vituperado petróleo sigue siendo uno de los artífices más importantes de la geopolítica mundial.

 

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La COP 26 busca desterrar el carbón, pero Asia continúa hambrienta de este recurso

La transición energética acelerada que estamos viviendo se encuentra sustentada en externalidades ambientales, no en necesidades energéticas urgentes, pero también en cuestiones geopolíticas que atravesadas por la narrativa sobre la emergencia climática. En la cumbre de Glasgow se confirmó esta presunción que está limitando los acuerdos a alcanzar.

La Unión Europea y EEUU fueron a la COP 26 con la intención de forzar metas climáticas más ambiciosas que el acuerdo de París que establecía el objetivo de evitar un aumento menor a 2° C para 2050. Boris Johnson, junto con Biden y otros líderes europeos, intentan imponer, seguramente sin resultados, que este objetivo baje a 1,5° C. Xi Jinping, quien no fue a la cumbre, aprovechó para afirmar que China seguiría con la meta del 2° C que se había acordado en París y con el net zero para 2060. A esto se sumó la India que declaró que recién alcanzaría la piedra filosofal del net zero en 2070. Entre China e India tienen 3 mil millones de habitantes, el 40% de la población mundial y donde sus economías están en pleno crecimiento.

A esto se sumó la posición de Rusia, Putin tampoco concurrió a la cumbre, ya que mantiene su objetivo de frenar a Europa en su avance hacia el Este aprovechando el arma del gas natural que la Unión Europea está reconsiderando como fuente de energía de transición aceptada. Justamente, lo extraño de la situación energética mundial es que se ha establecido lo que podríamos llamar “La nueva Guerra Fría del Calentamiento Global” donde Europa se ha desarmado energéticamente de manera unilateral, algo impensable en los tratados del desarme nuclear de la Guerra Fría tradicional. La declarada emergencia climática ha provocado que los líderes europeos y el presidente norteamericano, Joe Biden, estén entregando su seguridad energética y comiencen a sufrir sus consecuencias.

Conceptualmente, tanto la energía fotovoltaica, la eólica y el petróleo son derivados de la misma fuente energética: el Sol. La diferencia es que la incidencia del Sol sobre nuestro planeta es dispersa y los combustibles fósiles son energía solar concentrada. Se espera que el consumo mundial de energía aumente un 50% para 2050, un aumento impulsado principalmente por los países en desarrollo que necesitan energía barata para elevar los niveles de vida de su población. Occidente haría bien en recordar que se volvió próspero a través de la industrialización, un proceso que sólo fue posible gracias a los combustibles fósiles.

Durante décadas, muchos de los países en vías de desarrollo han podido comerciar gracias a procesos de fabricación y fuentes de energía que ya no se consideran aceptables en la sociedad occidental educada, a saber, el carbón. Ahora Occidente usa su supuesta superioridad moral y económica para sermonear a otros países sobre la necesidad de frenar su comportamiento, incluso si eso significa retardar su propio progreso económico y hacerse más dependientes de los países más ricos. Ésta es, en cierto sentido, una nueva forma de colonialismo, que hace que la atracción de la juventud y los líderes progresistas por este proceso sea realmente extraña, sólo entendible en el desconocimiento de la problemática energética y los verdaderos motivos de la transición.

Mientras el mundo debate en Glasgow la sentencia de muerte para el carbón, se están construyendo 195 centrales eléctricas de carbón en Asia, 95 en China, 28 en India y 23 en Indonesia entre las más numerosas, según datos del Global Energy Monitor. El uso del carbón es uno de los muchos problemas que dividen a los países industrializados y en desarrollo en su búsqueda de abordar el cambio climático. Muchos países industrializados han estado cerrando plantas de carbón durante estos últimos años para reducir las emisiones. Sólo Estados Unidos ha retirado 301 plantas desde el año 2000.

Pero en Asia, donde vive el 60% de la población mundial y aproximadamente la mitad de la industria mundial, el uso del carbón está creciendo en lugar de reducirse a medida que los países en rápido desarrollo buscan satisfacer la creciente demanda de energía. Repetimos, más del 90% de las nuevas centrales a carbón se están construyendo en todo el mundo se encuentran en Asia.

A pesar del aumento exponencial en la producción de energía renovable, la economía mundial sigue dependiendo del carbón para la electricidad. En Asia, la participación de este combustible fósil en la matriz de generación es el doble del promedio mundial, especialmente en economías en ascenso como la India. En 2020, más del 35% de la energía mundial provino del carbón, según la Revisión Estadística de BP. Aproximadamente el 25% provino del gas natural, el 16% de las represas hidroeléctricas, el 10% de la energía nuclear y el 12% de las energías renovables como la solar y la eólica. Este año, la demanda de carbón probablemente marcará un nuevo récord, llevando los precios a máximos históricos y generando a una competencia global por este combustible.

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Net Zero ¿petróleo US$ 100?

La transición energética sigue generando cada vez más tensiones geopolíticas. Los combustibles fósiles, principalmente el petróleo, han sido las fuentes energéticas que impulsaron el crecimiento económico mundial en el siglo XX. Sin embargo, este crecimiento fue desparejo y hoy los países desarrollados, precisamente gracias a la energía abundante y barata de los combustibles fósiles, quieren imponer la agenda climática del net zero a un mundo que quiere crecer y desarrollarse para mejorar la calidad de vida de sus habitantes. Esta tensión se verá en la próxima cumbre climática de Glasgow, incluso ya se está viendo antes del encuentro. Xi Jinping y Putin dieron a entender, por diversas vías, que no concurrirán a Glasgow el mes próximo y ponen así en duda el éxito del encuentro. La crisis energética actual que viven Europa y Asia ha fortalecido sus argumentos para oponerse a una transición acelerada y muy costosa que los países en desarrollo no pueden asumir.

La realidad está desafiando a los objetivos de la cumbre. A pesar de que el actual gobierno de Washington, bajo las órdenes de Joe Biden, y las figuras políticas más poderosas dentro de la Unión Europea están implementando políticas para disminuir el uso de los combustibles fósiles, el petróleo, el gas natural y el uso del carbón han aumentado este año. Algunos activistas ambientales plantean, para justificar esta situación que golpea su narrativa, que esto se debe a los intereses de las grandes empresas petroleras. Sin embargo, el renacer de los combustibles fósiles en 2021 no se debe a una conspiración elaborada, sino a una mala planificación de la transición y al hecho incontrastable de que las fuentes de energía alternativas aún no son lo suficientemente eficientes o baratas como para hacerse cargo de la energía que necesita nuestra civilización.

Por ejemplo, el uso de carbón en EEUU está en camino de aumentar un 23% este año, por primera vez desde 2013. Durante el mandato de Trump, el consumo de carbón por parte de las empresas de servicios públicos había caído en un 36% a pesar de todos los esfuerzos de Trump para apoyar a esa industria. Por el contrario, Joe Biden asumió el cargo con la promesa de reducir la dependencia energética estadounidense de los combustibles fósiles y llevar a cero el uso del carbón. Sin embargo, con Biden, esa disminución se ha revertido a un aumento del 23% en el consumo de carbón. Paradojas de una transición forzada donde la realidad se impone.

La semana pasada, el Bank of America publicó uno de sus extensos tomos de “Investigación Temática” sobre el mundo conocido como “Transwarming”. Esta publicación desató una tormenta de reacciones entre los que están a favor y en contra de la transición forzada ya que sirve como una introducción clave a la realidad net zero de hoy. Fundamentalmente por ser uno de los primeros bancos en cuantificar el costo de alcanzar el objetivo de cero emisiones.

La conclusión: se requerirían no menos de unos impresionantes US$ 150 billones en nuevas inversiones de capital durante 30 años para alcanzar un mundo net zero, lo que equivale a unos US$ 5 billones en inversiones anuales, esto es el doble del PBI mundial actual.

El sector privado no tiene ni de lejos el capital requerido para completar esta inversión, por lo que el Bank of America estima que todos o parte de la factura tendrían que ser sustentado por los bancos centrales en forma de decenas de billones en QE (Quantitative Easing). Y dado que la QE es esencialmente la monetización de la deuda, y dado que US$ 150 billones en nueva deuda tendrían consecuencias devastadoras en la economía, el Bank of América calculó cuán inflacionario sería este proyecto: en el escenario de monetización completa, donde los bancos centrales inyectan US$ 5 billones en liquidez cada año a través de QE durante 30 años, resultaría en un aumento del 3% de la inflación durante más de una década.

Acá llegamos a un punto fundamental del que no se habla en la narrativa naif de la transición. Si la investigación del Bank of America es acertada, nos mostraría que la cruzada contra el cambio climático, la doctrina ESG, el mundo «Net Zero», o como se quiera llamar, implica dar luz verde al mayor episodio de monetización de deuda de la historia. Esta situación sólo es posible envuelta en la narrativa de luchar por salvar a nuestro planeta, pero en realidad tal vez sea el mayor esquema de transferencia de riqueza de la historia. ¿Pueden los países en desarrollo seguir este esquema de endeudamiento? ¿Se discutirá de esto en Glasgow?

¿Petróleo a US$ 100?

Varios analistas de la industria coinciden en que la baja de la inversión en nuevos proyectos de petróleo y gas, luego de la crisis de 2015 y la presión sobre las empresas petroleras para que reduzcan sus emisiones y se pasen a las energías verdes, conducirán a un pico en la producción mundial de petróleo antes de lo imaginado. Esto sería una gran noticia para los defensores de la Transición Energética acelerada y las agendas del net zero sino fuera por un simple hecho: la demanda de crudo no para de crecer luego de la caída, debido a la pandemia, y establecerá un nuevo récord de consumo mundial el año que viene.

La inversión en la industria de los hidrocarburos el año pasado cayó a un mínimo de los últimos 15 años. En 2020, la inversión global upstream se hundió a solo US$ 350 mil millones, según estimaciones de Wood Mackenzie de principios de este año.  Tampoco se espera que la inversión repunte materialmente este año, a pesar de que los precios del petróleo ya superan cómodamente los US$ 80.

Los diversos proyectos gubernamentales sobre emisiones netas cero han llevado a la mayoría de las agencias especializadas en la temática a pronosticar que el pico de demanda de petróleo se produciría antes de lo pensado. Sin embargo, si se mantienen las políticas actuales de inversión podríamos ver primero cumplirse el pico de producción de crudo, generando un desbalance en el suministro de la principal fuente de energía del mundo que conduciría a un proceso de volatilidad con precios muy por encima de los valores actuales para los próximos años.

Nuestra forma de vida se sostiene en un altísimo consumo de combustibles fósiles y así lo seguirá siendo por varias décadas. El consumo de petróleo está lejos de haber alcanzado su máximo, con varios analistas pronosticando por lo menos que seguirá creciendo hasta mediados de la década que viene. La Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) estima que la demanda mundial de crudo continuará aumentando por lo menos hasta 2035, hasta los 108 millones de barriles diarios, después de lo cual se estabilizará hasta 2045, según la última perspectiva anual de la organización.

La industria petrolera mundial necesitará inversiones masivas durante los próximos 25 años para satisfacer la demanda, según afirma la OPEP. La misma necesitará inversiones acumuladas a largo plazo relacionadas con el petróleo, upstream (producción), midstream (transporte) y downstream (refino) de US$ 11,8 billones de dólares para 2045, afirma la analista Tsvetana Paraskova de Oil Price, tomando datos de la OPEP.

Patrick Pouyanné, CEO de la francesa TotalEnergies, señaló en el Energy Intelligence Forum de este mes que los precios del petróleo se “irán por las nubes” para 2030 si la industria dejara de invertir en nuevos proyectos, como sugieren algunos escenarios de net zero para 2050. “Si dejamos de invertir en 2020 y dejamos todos estos recursos en el suelo… los mismos se irán por las nubes”. El año pasado los precios del petróleo en Estados Unidos se ubicaron en US$ -32, tan solo un año y medio la idea de que el crudo supere los US$ 100 comienza a ser una realidad. 

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La crisis energética no da tregua y complica la COP 26 de Glasgow

La ideología, una vez más, chocó con la realidad y el saldo son varios países heridos por la crisis energética. Los precios del gas en Europa continúan batiendo récord tras récord generando cierres de fábricas, aumento de las tarifas eléctricas y protestas de enormes sectores de la población europea. El Reino Unido se enfrenta a una escasez de suministro que recuerda al invierno de finales de la década de 1970, cuando el país no había desarrollados los recursos de petróleo y gas en el Mar del Norte, y Europa sufrió el embargo de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). Las fábricas chinas están parando su producción debido a la escasez de energía. El panorama en Europa y Asia es sombrío. La pregunta que les cuesta responder a los dirigentes que están guiando la acelerada y forzada transición energética es cómo llegamos hasta acá. Esta crisis pone en jaque los objetivos planteados por la Cumbre sobre cambio climático que se llevará a cabo en la ciudad de Glasgow, Escocia, entre el 31 de octubre y el 12 de noviembre. La misma busca comprometer a los países en metas más ambiciosas sobre reducción de emisiones de cara a lograr el net zero en 2050.

La crítica situación energética les hizo tomar conciencia a los políticos europeos, entre los que se destaca Boris Johnson por su postura verde extrema, de que los combustibles fósiles seguirán siendo importantes durante décadas (particularmente el gas natural), que algo hicieron mal y que la transición no es tan sencilla. Por ejemplo, hace unos meses, el jefe de transición verde de la Unión Europea, Frans Timmermans, afirmó que el gas no tenía lugar en la transición. La crisis está mostrando que Timmermans y sus colegas burócratas de Bruselas no podrían haber estado más equivocados.

Esta crisis también tiene su origen en que, durante los últimos años, Europa ha estado retirando centrales de generación eléctrica a carbón y construyendo parques solares y eólicos mientras se esforzaba por convertirse en el continente más verde de la tierra. El viejo continente busca liderar la transición energética bajo la premisa de que la disminución de las emisiones de dióxido de carbono son el mayor problema del planeta y que hay que actuar ya para evitar una crisis climática indefinida. Este relato no tiene un sustento científico sólido e indiscutible, como ocurre con las explicaciones científicas que intentan comprender y reproducir la dinámica de los sistemas complejos, pero se ha forzado a la ciencia a que sustente objetivos políticos. Esto va en contra de la ciencia y la devalúa. Así, bajo estas políticas se reemplazó energía firme (centrales eléctricas que al utilizar combustibles brindan previsibilidad) por sistemas intermitentes cuando todavía no están desarrollados sistemas de almacenamiento masivo de electricidad.

A esto se le debe sumar la disminución de la inversión en la producción de petróleo y gas, ya que esto no tenía sentido para un mundo sin combustibles fósiles donde la Agencia Internacional de Energía definió su ruta hacia el net zero en 2050 con una disminución del 70% en el uso del petróleo. Además, la justicia en algunas naciones como los Países Bajos, encandilada por el relato climático de activistas ambientales, comenzó a castigar las actividades de las petroleras europeas como Shell. Esto es un problema para la justicia y la devalúa.

Ante la crisis actual, algunos de los protagonistas de la transición tuvieron que salir a dar explicaciones. “Es inexacto e injusto explicar estos altos precios de la energía como resultado de las políticas de transición de energía limpia. Esto está mal”, señaló Fatih Birol, director de la Agencia Internacional de Energía, haciéndose eco de un sentimiento compartido por todos los gobiernos verdes. La razón del sentimiento nunca se ha explicado, pero podría reducirse al hecho de que ya se ha gastado tanto dinero en la transición energética y se está programado gastar mucho más, que sería vergonzoso admitir que el enfoque de la transición fue equivocado o demasiado arriesgado.

De hecho, es totalmente exacto y justo explicar los altos precios de la energía como resultado de las políticas de transición a la energía limpia. Fueron estas políticas las que desalentaron la inversión en nueva producción de petróleo, gas y carbón.

Estas políticas impactaron también en China. La creciente crisis energética de China, que ha forzado el racionamiento en todo el país y amenaza con descarrilar el crecimiento económico, está impulsando a los responsables políticos a reconsiderar el ritmo de la transición energética del país asiático.

El camino de China hacia una economía más verde debe estar respaldado por un suministro estable de energía, aseguró el primer ministro Li Keqiang en un comunicado el lunes después de una reunión de la Comisión Nacional de Energía la semana pasada. Antes de establecer un cronograma para alcanzar un pico de emisiones de carbono para fines de la década, el país debe realizar una evaluación en profundidad de cómo ha manejado la reciente crisis energética, afirmó el primer ministro.

Estos comentarios, pocas semanas antes de que se inicien las cruciales negociaciones climáticas, podrían ser polémicos dada la intencionalidad de la Unión Europea, el Reino Unido y Estados Unidos de acelerar los esfuerzos para mitigar el calentamiento global. Sin compromisos adicionales de China, Estados Unidos y el Reino Unido, es poco probable que la conferencia conocida como COP26 sea un éxito.

Estas últimas semanas se publicaron informes con proyecciones de consumo energético de la OPEP, la Administración de Información de Energía (EIA) y de la Agencia Internacional de Energía (AIE) que nos muestran que todavía el consumo de los combustibles fósiles durará varias décadas, desmintiendo el relato de la transición exitosa y lo que sostiene, paradójicamente, el director de la AIE.

El informe de la EIA plantea que el consumo mundial de energía aumentará casi un 50% en los próximos 30 años y el petróleo y otros combustibles líquidos seguirán siendo la mayor fuente de energía del mundo en 2050. Paralelamente, la EIA afirmó que las fuentes de energía renovables como la solar y la eólica crecerán al mismo nivel de consumo. Sin embargo, para 2050 los combustibles fósiles cubrirán más del 70% de la demanda mundial de energía primaria. La reducción de emisiones no se hará efectiva por el simple acto declamativo.

La transición energética no será fácil, rápida, ni barata. La crisis actual es un claro ejemplo de esto. A menos de dos semanas para el inicio de la COP 26, una noticia amenaza con complicar los objetivos de la cumbre: China se ha bajado de la misma. El presidente Xi Jinping anunció que no se hará presente en Glasgow, agitando los fantasmas entre los organizadores de que el gigante asiático esté considerando bajarse del tren verde hacia el net zero. Acaso las consecuencias de la crisis energética tengan algo que ver. China es el mayor emisor de gases de efecto invernadero del mundo, por lo que la ausencia de Xi en la cumbre, ya sea en persona o mediante videollamada, marcaría un revés para las esperanzas de Boris Johnson de lograr que los líderes mundiales alcancen un acuerdo climático significativo.

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La transición energética no es gratis

La energía es un campo donde manda el mediano y largo plazo. Un ejemplo de esto se está observando en Europa y China, que están atravesando una crisis en el abastecimiento de energía sin precedentes. En el viejo continente, los precios de la electricidad y el gas natural se encuentran en máximos históricos. La actual crisis europea es el producto de años de decisiones políticas, supuestamente tomadas con la mejor de las intenciones, siguiendo el mandato de la descarbonización, pero que hoy empiezan a generar situaciones no previstas que han dejado a Europa en una situación política difícil. Estas últimas semanas esta coyuntura se vio agravada por la falta de vientos en el viejo continente, reduciendo la generación eléctrica a partir de renovables. La transición energética acelerada está haciendo vulnerable a Europa al ser absolutamente dependiente, más que de costumbre, de las importaciones de gas ruso.

Durante los últimos años, Europa ha bajado drásticamente las inversiones en hidrocarburos y ha estado cerrando sus propios yacimientos de gas a nivel nacional para reducir el impacto en el medio ambiente. El yacimiento de gas más grande de Europa occidental, el campo holandés Groningen, está siendo desmantelado ocho años antes de lo planeado inicialmente, con su producción reducida a un flujo mínimo que está destinado a ser utilizado solo como fuente de energía de respaldo. Del mismo modo, la producción de gas en el Reino Unido ha disminuido un 28% en lo que va del año.

Al quedarse sin gas natural, Europa se está enfrentando a una situación crítica. A medida que la demanda mundial de gas se dispara, se ven las consecuencias de la adopción masiva por parte de Europa de fuentes de energía renovables intermitentes como la eólica y la solar, combinada con su agresivo cierre de las centrales de carbón.

La crisis de gas del viejo continente está causando una volatilidad extrema. Hace tan solo diez días, el precio de la electricidad en el Reino Unido saltó 10 veces durante un período de siete horas, a un máximo histórico de ¡US$ 3,180! por MWh, ya que Irlanda, que exporta regularmente energía eólica al Reino Unido, se enfrentó también a la escasez de vientos. Esta volatilidad ha generado precios más altos de la energía en toda Europa, alcanzando máximos históricos en España, Alemania y Francia. Los usuarios residenciales, como es lógico, se llevan la peor parte del aumento.

Por su parte, Rusia no ha ignorado la situación energética cada vez más precaria de Europa y está jugando políticamente. Durante el verano limitó el flujo de exportación de gas natural con el objetivo de maximizar ganancias y dejando a Europa con sus reservas de gas en niveles bajísimos. De esta forma, Rusia está presionando ahora a la Unión Europea para hacer que el gas fluya a través del nuevo gasoducto Nord Stream 2 lo antes posible y eludiendo regulaciones ya que Europa tiene pocas buenas alternativas aparte del gas ruso. Ante esta situación, Putin está tratando de obligar a Alemania a no implementar una ley antimonopolio de la UE en el Nord Stream 2 que obligaría a Rusia a dividir el control de su nuevo gasoducto a Alemania.

Un tribunal alemán dictaminó recientemente que Gazprom, el gran proveedor estatal del gas ruso y dueño del gasoducto, tendrá que ceder el funcionamiento diario de sus operaciones a un tercero independiente en virtud de las leyes de la UE diseñadas para limitar los monopolios energéticos. También tendrá que subastar la mitad de su capacidad para ser utilizada por competidores en Europa, señaló el tribunal. Aprovechando la situación crítica, el Kremlin está desafiando el orden legal de la UE en su sentido más amplio, con el objetivo de obligar a la Comisión Europea a anular los fallos ya alcanzados por el Tribunal Europeo.

Ante esta situación de crisis, la propia Agencia Internacional de Energía le ha solicitado a Rusia que aumente los flujos de gas hacia Europa. El viejo continente no tiene muchas alternativas, Putin obtendrá seguramente lo que quiere y Europa pagará por su agenda verde apresurada.

Más allá de Europa, los precios del gas natural en todo el mundo están subiendo en medio de una tormenta perfecta de mercados regionales con oferta de gas limitada y precios de energía en alza en Europa. Es posible que el repunte del gas natural aún no haya terminado, y pueda alcanzar nuevos máximos históricos, especialmente si el próximo invierno en el hemisferio norte resulta más frío de lo habitual. Si bien la crisis del gas natural y el repunte de los precios de la electricidad son más evidentes en Europa, la creciente interdependencia entre los mercados regionales de gas en los Estados Unidos, Asia y Europa que se ha producido en los últimos años, provoca que los picos de precios del gas natural en una región no pueden ser ignorados por los mercados en las otras regiones.

Una situación similar está sucediendo en China, pero en lugar del gas natural el problema es el carbón que alimenta la mayoría de sus centrales eléctricas. La producción china de carbón viene disminuyendo en los últimos años y a los operadores de las centrales eléctricas les resulta complicado comprar suficiente carbón para mantener sus instalaciones en funcionamiento, lo que aumenta la probabilidad de una crisis energética cuando llegue el próximo invierno. Actualmente, los stocks almacenados de carbón son bajos debido al aumento de los precios de este recurso este año, y algunas centrales eléctricas ya han tenido que apagar sus calderas para ahorrar costos.

Pareciera que al igual que la crisis de gas en Europa, este problema también tiene años de maduración. China, junto con la India, está a punto de convertirse en víctima de la subinversión que hubo también en carbón. El objetivo por reemplazarlo dentro de la agenda de transición energética, ha generado que las inversiones en esta fuente energética hayan sido castigadas sin tener en cuenta la necesidad de que este reemplazo sea gradual. Esto ha provocado un aumento muy importante en el precio. A principios de este mes, el carbón de referencia en Asia se cotizaba a US$ 177 por tonelada, un aumento que duplica el valor a comienzo del año y un aumento aún mayor de los US$ 50 por tonelada que el carbón de referencia se negociaba en 2020.

El aumento de los precios del carbón y el gas está demostrando que la transición energética no será ni suave ni fácil, y la decisión del gobierno chino en los objetivos de cero emisiones netas (anunciada para 2060) no será suficiente para llevarla a cabo. Pero hay implicaciones más inmediatas de una crisis energética en China que pueden impactar a nivel mundial, ya que, si no hay suficiente carbón y gas para el gigante asiático, no habrá suficiente carbón y gas para todos los demás países que necesiten importarlo. Los países con producción local de estos recursos obtendrán grandes ganancias de las exportaciones de energía, pero el resto, al tener que pagar por esa energía, tendrán dificultades para su crecimiento económico.

Además del carbón, otra fuente importante de generación de electricidad en China es la hidroeléctrica, pero debido a las sequías que azotaron el este de Asia, este recurso también ha disminuido este año. Durante el verano, los gobiernos regionales se vieron obligados a reducir el consumo y las luces de las calles se apagaron por la noche en varias regiones chinas. Otra víctima de estas medidas, fue por ejemplo la fundición de aluminio, que es un proceso particularmente intensivo en electricidad y calor. Normalmente, China suministra aproximadamente el 60% del aluminio del mundo. Con su producción reducida y la demanda mundial en crecimiento, los precios del aluminio se dispararon. La crisis energética china afectó al mundo.

Por otra parte, la demanda de petróleo está de vuelta superando todas las expectativas y algunas predicciones que afirmaban que nunca se recuperaría ya que el cambio a las energías renovables mataría el crecimiento de la demanda de petróleo muy pronto. Ahora parece que estas predicciones eran prematuras. Debido a esta perspectiva de demanda creciente sumado a la baja de inversiones ocurrida en los últimos años, es posible que el barril de crudo llegue a US$ 100 para mitad del año que viene, según afirman varias agencias que monitorean los precios. En este contexto, las grandes petroleras están ahora en proceso de invertir hasta un billón de dólares en proyectos de petróleo y gas que no tendría sentido en un mundo alimentado por energías renovables. Sin embargo, hoy las petroleras están comprendiendo que este mundo bajo en carbono es todavía bastante incierto, incluso con toda la legislación para reducir las emisiones y la presión de los gobiernos de la Unión Europea y Estados Unidos.

Es muy posible que las grandes petroleras continúen con sus negocios como de costumbre en previsión de más discrepancias entre la demanda y la oferta de energía.

La francesa TotalEnergies, por ejemplo, la última petrolera en cambiar su nombre disimulando su negocio principal, anunció a principios de este mes una inversión de US$ 27 mil millones en Irak en los próximos 15 años. El dinero se destinará a aumentar la tasa de recuperación de petróleo en varios yacimientos del sur del país, reducir la quema de gas para usarlo en la generación de energía local y construir una granja solar. Algunos podrían llamar a esto “greenwashing” (lavado de cara verde). Otros dirán que es la realidad de la cuestión energética actual, donde la necesidad de energía disponible, barata y confiable es más importante para los países en desarrollo, cuyas emisiones son despreciables respecto a los países desarrollados, que aceptar el nuevo imperialismo del carbono.

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El gas natural licuado, la verdad detrás de Messi y el próximo mundial

La noticia, todavía fresca, de la salida de Lionel Messi del Barcelona y su contratación por el Paris Saint Germain (PSG) dio la vuelta al mundo y ha generado un impacto en el futbol mundial como nunca se vio hasta ahora. Messi no es solo el mejor jugador del mundo, es una celebridad. El PSG no es sólo un club de fútbol, es una empresa que se dedica al fútbol. Es una sociedad anónima y pertenece a un país donde la monarquía es el estado, el Emirato de Qatar. Este mismo país será sede del próximo mundial, que se llevará a cabo a finales de 2022. Vale recordar que la elección de Qatar como anfitrión de la próxima copa del mundo estuvo inmersa en un escándalo de corrupción y sobornos, que fue la razón por la cual fue elegido. Es un país sin tradición futbolística y que obligó a cambiar por primera vez en la historia de los mundiales la fecha de realización, ya que en el verano la temperatura hace imposible practicar este deporte. Su única fortaleza reside en los enormes ingresos provenientes de los hidrocarburos que son manejados de manera arbitraria por la familia real.

A pesar de que comúnmente se denomina a estos ingresos como petrodólares, la realidad es que el grueso de los ingresos del Emirato no provienen del petróleo sino del gas natural, y más concretamente del gas natural licuado (GNL). Qatar es el mayor exportador de GNL del mundo desde hace ya muchos años, en 2019 las exportaciones de este producto le permitieron obtener US$ 45,3 mil millones (el 62% de las exportaciones totales del país).

La incursión de Qatar en el mundo del futbol no es casualidad, forma parte de un plan para visibilizar positivamente al país a nivel mundial. Así lo mostró en 2008, el gobierno qatarí cuando elaboró un informe conocido como “Visión Nacional Qatar 2030”, en el que le otorgó al deporte más popular del mundo un lugar central en esta planificación. La familia real considera que el futbol le permitirá al país ganarse un lugar preponderante en el mapa mundial. Con este objetivo, en 2011 el Estado de Qatar adquirió el 70% del PSG y en el 2012 a través de su fondo de inversión Qatar Investment Authority adquirió el 30% restante.

Los ingresos de los hidrocarburos le han permitido a este pequeño estado del Golfo Pérsico, que posee una extensión de poco más de 11 mil km2 (la mitad de la provincia de Tucumán) y una población de apenas 2,8 millones de habitantes, amasar una formidable riqueza que le han otorgado uno de los PBI per cápita más altos del mundo, incluso más alto que la mayoría de las grandes potencias europeas. Sin embargo, esto no fue siempre así. Qatar era uno de los países más pobres del planeta cuando se independizó del Reino Unido en 1971, su austera economía se basaba en la pesca y el buceo de perlas. Curiosamente el Presidente y CEO del PSG, Nasser Al-KhelaÏfi, es hijo de recolectores de perlas.

El desarrollo de los recursos de petróleo y gas en Qatar comenzó en los años setenta. En sus inicios la producción de hidrocarburos se llevaba adelante de manera incipiente, ya que el país no tenía la posibilidad de exportar a grandes mercados. El gas natural solo se transportaba por gasoductos, por lo que su alcance era limitado. Esta situación, cambiaría completamente a mediados de los 90´, cuando el emir Hamad ben Jalifa Al Zani llegó al poder y apostó fuertemente por el desarrollo del gas natural licuado. Esto es, la transformación del gas natural en forma líquida (a 160° bajo cero) para poder ser transportado en grandes barcos metaneros a cualquier rincón del planeta.

Qatar tiene mucho que ver en la evolución de esta tecnología, ya que el proceso de licuefacción no estaba muy desarrollado en los noventa. El país ha llevado adelante importantes inversiones en investigación y desarrollo para mejorar la infraestructura con el objetivo de optimizar el proceso de producción del GNL.

El impulso dado a la industria del GNL por el gobierno le han permitido aprovechar las enormes reservas de gas natural del país. Qatar cuenta con la tercera reserva mundial de gas convencional, solo superado por Rusia e Irán, con un total de 24,7 mil millones de m3 (para tener una idea de su magnitud esto es 60 veces las reservas probadas de gas convencional de Argentina, sin incluir Vaca Muerta).

Una importante ventaja comparativa con respecto a sus rivales se basa en que las grandes reservas tanto de petróleo como de gas natural del país se encuentran en las aguas del Golfo Pérsico. Por lo tanto, la producción de gas no debe recorrer grandes distancias por gasoducto para ser transformado en GNL y ser exportado.

North Field es el yacimiento estrella de Qatar y se encuentra en la frontera con Irán a una profundidad de entre 15 y 70 metros. El mismo fue descubierto en 1971 y por su baja profundidad resulta en uno de los yacimientos off shore de extracción menos costosa a nivel mundial. Un dato ilustra la enorme importancia de este yacimiento. North Field posee el 13% de todas las reservas de gas natural del mundo.

Qatar ha sido, por lejos, el principal exportador de GNL en la última década con volúmenes promedio que han superado los 100 mil millones de m3 por año, más del doble de todo el gas que consume nuestro país. Igualmente, su hegemonía comienza a ser compartida con Australia, país que alcanzó las exportaciones de Qatar el año pasado. Más atrás se encuentran los Estados Unidos con un cómodo tercer lugar. Los principales destinos de exportación del GNL qatarí son Europa y Asia (fundamentalmente China, Japón, India y Corea del Sur).

A pesar de ser un importante productor de petróleo, con más de 1,3 millones de barriles diarios, Qatar busca enfocarse de lleno en la producción de gas natural. Es por esta razón que, en enero de 2019, el emirato abandonó la OPEP (fue el primer país de Medio Oriente en hacerlo). En ese momento el ministro de energía, Saad al-Kaabi lo justificó afirmando que “No tenemos mucho potencial (en petróleo), somos realistas. Nuestro potencial es el gas”.

El estado lleva adelante todo el proceso de producción, transporte y comercialización tanto del petróleo como del gas natural a través de Qatar Petroleum. La petrolera estatal fue fundada en 1974 y es quien lleva adelante el proyecto de expansión de la industria. QP es la herramienta del país para aumentar sustancialmente la producción de GNL. Con este objetivo, ha anunciado la inversión de más de US$ 30 mil millones en infraestructura, entre la que destacan la construcción de seis nuevas instalaciones de licuefacción, para incrementar en más de un 60% la producción de este recurso para 2027. El gas natural es el combustible de la transición energética y el emirato busca aprovechar al máximo esta cuestión.

Qatar es un claro modelo de desarrollo basado en el gas natural licuado. Los ingresos provenientes del GNL le han permitido al país, a través de su fondo soberano, llevar adelante inversiones de todo tipo alrededor del mundo. La última de ellas tiene nombre y apellido: Lionel Andrés Messi.

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En los JJOO Japón busca mostrar al hidrógeno como el futuro, pero los fósiles siguen dominando el podio

La llama olímpica encendida el pasado 23 de julio en Tokio busca dar un claro mensaje sobre el futuro energético. El fuego del pebetero es alimentado a partir del hidrógeno verde, un combustible generado a partir del uso de renovables y que en su combustión no liberta CO2 a la atmósfera. Este gas alimenta también los vehículos de celdas de combustible oficiales y se utiliza además como fuente de calefacción en la villa olímpica. Estas iniciativas, entre otras, buscan promocionar al hidrógeno como el combustible del futuro. Sin embargo, las fuentes de energía tradicionales siguen siendo fundamentales para asegurar el suministro de energía confiable en Japón y de los Juegos Olímpicos estas semanas.  El uso a gran escala del hidrógeno como fuente de energía llevará tiempo.

El sitio web del Comité Olímpico Internacional promociona la iniciativa del uso del H2 enmarcada en el discurso del cambio climático, “A medida que el cambio climático impacta cada vez más en nuestras vidas, el caldero impulsado por hidrógeno arroja nueva luz sobre las oportunidades de energía limpia en Japón y en todo el planeta”.

Esta expectativa puesta en el hidrógeno para uso energético coincide con las estrategias de descarbonización de Japón, la Unión Europea y otros países como China, Estados Unidos, Australia y Corea del Sur, que pretenden alcanzar el objetivo de “net zero” (emisiones cero) en 2050. Los países desarrollados buscan impulsar el hidrógeno verde como el combustible fundamental para el transporte pesado en barcos, camiones y aviones; para las industrias de alto consumo energético, como la siderurgia y para la calefacción de los hogares. Sin embargo, con los niveles de desarrollo actuales esto parece un proyecto demasiado ambicioso el cual deberá sortear una serie de obstáculos sobre todo desde el punto de vista tecnológico y económico. Hoy el uso del hidrógeno realmente muy costoso.

Japón ha dado impulso a su crecimiento económico que ha permitido garantizar una gran calidad de vida a sus habitantes gracias a la importación de combustibles fósiles y al aprovechamiento de la energía atómica. Pero el accidente nuclear de Fukushima en 2011, a raíz de un terremoto y el posterior tsunami, provocó el cierre de la mayoría de las centrales atómicas del por entonces tercer mayor consumidor de energía nuclear a nivel mundial, solo por detrás de Estados Unidos y Francia. Esto reforzó la idea de comenzar un proceso de transición energética basado en el desarrollo de las energías renovables y en el uso del hidrógeno, buscando reducir su dependencia de las importaciones de energía y comprometido con reducir sus emisiones. Una prueba de esto fue la inauguración en 2020 del Campo de Investigación de Energía de Hidrógeno de Fukushima (FH2R). Esta planta utiliza un parque solar de 20MW para ejecutar un electrolizador de 10MW, encargado de producir el hidrógeno utilizado en los juegos olímpicos de Tokio.

Sin embargo, estos proyectos por ahora no son capaces de garantizar la energía para el funcionamiento de país y los combustibles fósiles siguen siendo la base de la matriz energética de Japón. En la última década la caída de la generación nuclear (que pasó del 13% de la energía total en 2010 a solo el 3% en 2020) ha sido reemplazada con un incremento de los combustibles tradicionales. El petróleo (40%), carbón (26%) y gas (21%) aportan el 87% de la energía que mueve a Japón. Dentro de este grupo, la importancia del gas natural crece cada vez más y ha sido el combustible preferido para compensar el déficit nuclear. Un dato contundente muestra su importancia: la nación nipona es el principal importador mundial de gas natural licuado (GNL) en la actualidad.

El incentivo del gobierno está impulsando un crecimiento rápido de las energías renovables, pero todavía se encuentran lejos de este podio. La energía solar representa el 6% de la energía utilizada en Japón, según las estadísticas de la Administración de Información de Energía del gobierno de los Estados Unidos (EIA).

En los últimos meses, el riesgo de una crisis energética, a medida que aumenta la demanda de energía en medio de altas temperaturas especialmente en Tokio, llevó a la decisión de reiniciar cinco plantas de energía nuclear, incluido un reactor inactivo durante 44 años, para asegurar el abastecimiento y evitar apagones durante los Juegos Olímpicos. Japón ahora tiene nueve reactores en funcionamiento, el número más alto desde que el desastre de Fukushima provocó el cierre de la industria nuclear japonesa. Además, ha puesto en funcionamiento nuevas centrales térmicas con gas natural y carbón para garantizar el suministro de energía.

Hidrógeno verde

A pesar de todo este análisis sobre la situación actual, el hidrógeno es una alternativa interesante de cara al futuro y es oportuno realizar algunas aclaraciones sobre el mismo. El H2 es una fuente de energía que no se encuentra libre en la naturaleza y hay que producirlo, se utilizan dos procesos para lograrlo: la electrólisis del agua y la reforma química del gas natural utilizando vapor (Stream Methane Reforming), ambos procesos consisten en utilizar energía (en uno se utiliza electricidad y en el otro vapor) para separar el hidrógeno de una molécula de agua (H2o) para así aprovecharlo.

En la actualidad, alrededor del 95% del hidrógeno se obtiene a partir del gas natural. Principalmente se emplea como insumo para la producción de amoniaco, metanol, acero, alimentos y refinación de petróleo. Su utilización como combustible para vehículos eléctricos con pilas o celdas de hidrógeno (fuel cell) es muy acotada, fundamentalmente por los altos costos y la falta de infraestructura. Japón, con 135 estaciones de servicio de hidrógeno, se encuentra a la vanguardia de esta tecnología.

Existen varios tipos de H2 dependiendo de su origen y de que se hace con sus emisiones. el “hidrógeno verde” es aquel obtenido a partir de la electrólisis del agua, con el aporte de electricidad proveniente de fuentes renovables.  La quema de este gas emite solo agua y no genera emisiones de Co2.  A su vez, permite aprovechar la energía que no es utilizada en la red eléctrica y que de otro no se podría almacenar. De este modo, el hidrógeno puede ser útil como vector o portador de energía capaz de almacenar los excedentes de energía eléctrica proveniente de fuentes renovables, como la solar o eólica. Sin embargo, el desafío tecnológico que implica su producción a escala industrial es enorme. Los altos costos, las pérdidas de conversión y almacenamiento, y la falta de infraestructura, son algunos de los problemas que enfrenta y debe superar.

Según la Agencia Internacional de Energía Renovable (IRENA) actualmente menos del 1 % del hidrógeno se produce a partir de energías renovables. El desarrollo del hidrógeno, y más puntualmente el hidrógeno verde, se encuentra aún en etapa experimental y su futuro depende la solución de obstáculos tecnológicos y de encontrar formas de producción a precios competitivos.

Jeremy Rifkin en 2002 en su popular libro “La economía del hidrógeno” planteaba una utilización casi utópica del hidrógeno inspirado en la necesidad de buscar reemplazos para los combustibles fósiles. En ese momento, el problema no eran las emisiones sino la dependencia cada vez mayor de Estados Unidos y los países OCDE del petróleo árabe. Hoy, el objetivo declarado es la descarbonización, pero la tecnología no ha cambiado y los problemas relacionados a la producción del hidrógeno tampoco. Una sociedad basada en el hidrógeno es por ahora más un deseo olímpico que una realidad.

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El impacto del coronavirus en el mundo de la energía

La semana pasada la compañía de energía BP (ex British Petroleum Company) publicó la edición número 70 del Statistical Review of World Energy, uno de los informes más prestigiosos que reúne los principales datos de los mercados energéticos a nivel internacional y es una referencia obligada para cualquier interesado en el mundo de la energía. El mismo destaca que el consumo mundial de energía primaria se redujo un 4,5% en el año 2020, el mayor descenso anual desde el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945.

La caída de la demanda de energía fue impulsada principalmente por el petróleo, que representó casi el 70% del descenso total. También se registraron bajas significativas en el consumo de carbón, gas natural y  energía nuclear. En cambio, las energías renovables continuaron creciendo de forma similar a los años anteriores. También fue un año inesperado para las emisiones de dióxido de carbono (CO2) provocadas por consumo de energía, que se redujeron un 6,3% por la contracción de la economía mundial, alcanzando su nivel más bajo desde 2011. Esto es una clara muestra del costo económico que podría tener un impulsivo y poco estudiado plan de reducción de emisiones.

El informe estadístico de BP considera al 2020 como uno de los años más dramáticos en la historia del sistema energético global, superando la crisis del Canal de Suez en 1956, el embargo petrolero de 1973, la revolución iraní en 1979, y más recientemente, el desastre de Fukushima en 2011. La demanda de energía está tan estrechamente vinculada a la actividad humana que, con una caída del producto bruto interno global estimada en  3,5% y restricciones masivas al transporte, los mercados energéticos sufrieron una crisis sin precedentes en tiempos de paz.

Casi todos los países del mundo experimentaron una disminución en el consumo de energía el año pasado. Estados Unidos (-7,7%), India (-5,9) y Rusia (-5,5%) son algunos donde se registraron los descensos más importantes. En Argentina la demanda cayó 7,1 %. China fue una de las pocas excepciones donde el consumo aumentó (2,1%) pero con una marca cercana a la mitad de su crecimiento promedio en años anteriores (3,8%).

Sin embargo, la menor demanda de energía no alteró la composición de la matriz energética primaria mundial, que indica la participación de las diferentes fuentes de energía que se usan para satisfacer la demanda: petróleo (31,2%),  carbón (27,2%), gas natural (24,7%), energía hidroeléctrica (6,9%), energías renovables (5,7%) y energía nuclear (4,3%). A pesar de la pandemia, los combustibles fósiles siguieron aportando el 83,1% del consumo de energía en el 2020.

A continuación, algunos de los puntos más destacados del informe.

Petróleo

El impacto de la pandemia afectó especialmente la demanda mundial de petróleo, que cayó un 9,3%, alcanzado su nivel más bajo desde 2011. Los confinamientos y las medidas de distanciamiento social para frenar los contagios de coronavirus llevaron al bloqueo del transporte mundial, por lo que la demanda de crudo cayó estrepitosamente. El petróleo aporta alrededor del 95% de la energía que requiere el transporte. La mayoría los grandes consumidores como Estados Unidos, la Unión Europea e India registraron fuertes caídas, mientras que China fue prácticamente el único país donde  aumentó.

La  producción mundial de petróleo se contrajo en 6,6 millones de barriles al día. Los países que integran  la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) representaron dos tercios del descenso total de producción. Libia y Arabia Saudita registraron las mayores caídas entre los países OPEP, mientras que Rusia y Estados Unidos lideraron los recortes fuera de la organización. A su vez, la utilización de las refinerías descendió hasta el 73,9%, el nivel más bajo desde 1985. La histórica caída del precio del petróleo, que llegó a valores irrisorios, inclusive por debajo de los cero dólares, llevó a un precio promedio de US$ 41,84 en 2020 (para el crudo Brent del Mar del Norte, el que se utiliza como referencia en nuestro país), el más bajo desde 2004.

Gas Natural

El consumo mundial de gas natural disminuyó un 2,3% durante 2020. Este dato contrasta con el crecimiento anual promedio de 3% de los últimos años. No obstante, la participación del gas en la matriz de energía primaria mundial siguió aumentando, alcanzando el récord histórico de 24,7%. En el caso del Gas Natural Licuado, que es un gas refrigerado que se transporta en estado líquido a -160°, la demanda creció  un 0,6%, muy por debajo de la tasa de crecimiento media de los últimos  años, situada cerca del 7%.

Estados Unidos sigue siendo el líder mundial tanto en producción como en consumo de gas natural, aunque junto con Rusia experimentaron una fuerte caída de la demanda. China e Irán son los países que  aportaron los mayores incrementos. Los precios del gas cayeron al mínimo registrado en muchos años: el precio de referencia Henry Hub de Estados Unidos promedió US$ 1,99 por millón de BTU en 2020, el menor precio desde 1995, mientras que los del GNL asiático registraron su nivel más bajo de la historia ( US$ 4,39).

Carbón

La demanda mundial de carbón disminuyó un 4, 2%, afectada por las fuertes caídas principalmente en Estados Unidos e India. Los países que integran la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) registraron su consumo más bajo desde 1965. Además, la producción a nivel mundial se redujo un 5,2%.  China fue en este ítem también una de las excepciones notables. El gigante asiático se mantuvo cerca de los niveles más altos de todos los tiempos, y sigue siendo el mayor productor y consumidor de carbón del mundo, con una participación global mayor al 50% en ambas categorías. No obstante, el incremento en China se vio compensado por las por fuertes caídas en otros países.

Renovables, hidroeléctrica y nuclear

La demanda de energía renovable aumentó un 9,7% en 2020,  sosteniendo un  incremento similar al observado en los últimos tres años. La generación eólica y solar creció de manera notable a pesar de la caída general en  la demanda de electricidad, que fue del 0,9%. La cuota de las renovables en la generación de electricidad aumentó del 10,3% al 11,7%. La solar aumentó en niveles récord y se expandió en 127 gigavatios (GW) en 2020, mientras que la eólica creció en 111 GW, casi el doble de su aumento anual más alto anterior. De este modo, la capacidad eólica y solar aumentó 238 GW en 2020.

El principal impulsor del crecimiento de las renovables fue China, que representó aproximadamente la mitad del incremento mundial de la capacidad eólica y solar. Este país sigue siendo el  mayor contribuyente al crecimiento de las energías renovables, seguido por Estados Unidos. La Unión Europea se ubica en tercer lugar.

Por otro lado, La hidroelectricidad creció un 1%, nuevamente liderada por China, mientras que la energía nuclear cayó un 4,1%, impulsada principalmente por caídas de la demanda en Francia, Estados Unidos  y Japón.

Emisiones de CO2

La disminución de la demanda de combustibles fósiles ayudó a que las emisiones de dióxido de carbono (CO2) derivadas del uso de la energía se redujeran en un 6,3% en 2020, registrando el mayor descenso en un año desde que se registran datos. De hecho, la caída de más de 2 giga toneladas de CO2 significa que las emisiones del año pasado volvieron a los niveles vistos por última vez en 2011. Las otras pocas veces que las emisiones cayeron fuertemente fue también en coyunturas complejas, como las crisis del petróleo de los años 70, o más recientemente con la crisis financiera del 2008.

A nivel mundial, esta tasa de reducción de emisiones se acerca al número necesario que se debería mantener durante los próximos 30 años para cumplir con los objetivos del Acuerdo de París. Sin embargo, se espera que con el avance de las campañas de vacunación y la recuperación de la actividad económica, se retome el crecimiento y la situación vuelva lentamente a la normalidad. Ya hay señales de que la caída de las emisiones del año pasado será de corta duración a medida que la economía mundial se recupera y se levantan las restricciones. El mundo de a poco vuelve a la normalidad. Las emisiones también.

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La industria de los hidrocarburos comienza a dejar atrás la pandemia

Esta semana la secretaría de energía de la nación dio a conocer los datos de producción de petróleo y gas para el mes de mayo. Los datos mostraron un robusto crecimiento de la producción de ambos hidrocarburos, con el petróleo alcanzando máximos de un año y el gas llegando a valores que no se veían desde octubre de 2020.

La producción de crudo se ubicó el mes pasado en 504 mil barriles por día, marcando un crecimiento del 3,5% en lo que va del año. Este crecimiento fue respaldado por el incremento de los recursos no convencionales provenientes de Vaca Muerta, que crecieron más de un 10% en 2021, y ya representan el 30% de la producción del país.

La recuperación de la producción de petróleo se vio respalda por un incremento necesario de los precios, que semana a semana continúan creciendo y ya se ubican en US$ 75 por barril. Vale recordar que en auge de la pandemia, en el mes de abril de 2020, los mismos se ubicaban en menos de US$ 20. Este derrumbe se debió al colapso de la demanda a medida que el coronavirus obligaba a imponer cuarentenas estrictas alrededor del mundo. El consumo de crudo pasó en tan solo un meses de 100 millones de barriles diarios a menos de 75 millones.

Un dato muestra a las claras la importancia de Vaca Muerta, que está creciendo a un ritmo notable a pesar de la pandemia. Durante mayo, Neuquén (hogar de esta formación) alcanzó su mayor producción histórica de petróleo y, gracias a esto, se ha transformado en la principal provincia productora del país. El mes pasado, la misma produjo un total de 183 mil barriles por día. Todo parece indicar que a medida que la situación se vaya normalizando veremos un fuerte crecimiento de la producción neuquina. El propio gobernador Omar Gutiérrez remarcó que esperan finalizar el año produciendo 235 mil barriles.

Por su parte, Chubut fue la segunda provincia que más crudo aportó con un total de 142 mil barriles diarios, gracias a su yacimiento estrella (el más grande de petróleo convencional del país) Cerro Dragón, que sumó 80 mil barriles por día.

La producción de gas natural también tuvo una fuerte recuperación este último mes al crecer casi un 10% con respecto a abril y ubicarse en 121 mil m3 por día, alcanzando el nivel más alto en lo que va del año. La situación actual es completamente diferente a la de hace tan solo dos meses atrás cuando una serie de piquetes bloquearon los accesos a Vaca Muerta paralizando la principal región productora del país.

Gran parte de esta recuperación de la industria del gas es atribuible a la puesta en marcha del Plan Gas 4. Un programa de estímulo que está incentivando a las empresas que operan en el país para que aumenten su producción. El Plan gas, que fue lanzado en octubre del año pasado, les garantiza a las productoras un precio por su gas de US$ 3,70 el millón de BTU entre 2021 y 2023. Este valor es bastante menor que los precios de importación, para tener una idea este año se pagó un precio de US$ 7,35 por millón de BTU para el gas natural licuado proveniente desde el Medio Oriente.

Los precios del gas, al igual que los del petróleo, también han tenido un fuerte repunte por lo que es necesario reducir lo máximo posible los niveles de importación para evitar la salida de divisas. En el momento de lanzamiento del Plan Gas, el presidente Alberto Fernández había asegurado que con su puesta en marcha el país se ahorraría hasta US$ 5.500 millones hasta el 2023. Es por eso que es tan importante aumentar la producción de dicho fluido y bajo este programa de estímulo se espera nueva producción por un total de 70 millones de m3 diarios y un volumen adicional en el invierno.

Argentina tiene un consumo de gas natural marcadamente estacional. En verano consume  aproximadamente 130 millones de m3 por día y en invierno 160 millones de m3. En condiciones normales esto hace necesaria la importación de 20 millones de m3 de gas mediante GNL, de concretarse el objetivo propuesto en este programa, se sustituirán aproximadamente 18 millones de m3 de ese volumen. Igualmente estas cantidades se han agudizado debido al parate ocurrido en la provincia del Neuquén.

Si Vaca Muerta es importante para la producción de petróleo, en el gas lo es mucho más. La formación estrella de recursos no convencionales de nuestro país (Argentina es la segunda reserva de este tipo de recursos a nivel mundial) produjo en mayo 54 millones de m3 por día, casi el 45% de la producción total del país, y alcanzando el nivel más alto desde agosto del año pasado. El aumento se debe al crecimiento de la producción en las áreas gasíferas de Fortín de Piedra, Rincón del Mangrullo, El Orejano, Río Neuquén, El Mangrullo y La Calera pertenecientes principalmente a YPF y Tecpetrol.

A nivel provincial, Neuquén (al igual que sucede con el petróleo) es la principal productora de gas de Argentina al bombear 68 millones de m3 diarios, provenientes principalmente de Vaca Muerta y de su histórico yacimiento Loma La Lata (perteneciente a YPF). Esto constituye el 56% de la producción de Argentina.

La producción de petróleo y gas de mayo es una muestra evidente de que la industria petrolera nacional comienza a salir de la gran crisis que atravesó en 2020 debido a la pandemia de coronavirus. Igualmente, el camino de la recuperación recién comienza. Es clave haber vuelto a buenos niveles de producción, sin embargo el verdadero desafío consistirá en mantenerlos a lo largo del tiempo y que esta industria tan importante aporte de manera sostenida al crecimiento del país.

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La demanda de petróleo aumenta a pesar de las políticas por sustituirlo: el año que viene el barril podría llegar a US$ 100

“Una cosa está clara: en ausencia de cambios en las políticas, con el fuerte crecimiento proveniente de Estados Unidos, China, Europa, veremos una brecha cada vez mayor entre la oferta y la demanda. Esto podría traer una mayor presión hacia el alza de los precios del petróleo”

Fatih Birol, Director Ejecutivo de la Agencia Internacional de Energía

 

Los precios del petróleo alcanzaron máximos de dos años, superaron la barrera de los US$ 70 por primera desde mayo de 2019, dando una importante señal de que la economía mundial comienza a salir de la crisis del coronavirus y comienza a transitar los pasos hacia una nueva normalidad. El crudo de referencia Brent (el precio que corresponde al petróleo del Mar del Norte y se utiliza como referencia en nuestro país) superó los US$ 73 este lunes. El aumento de los precios se debe al crecimiento de la demanda de petróleo en medio del comienzo de la recuperación económica en los principales países del mundo a medida que se aceleran las campañas de vacunación.

Hay que recordar que en pleno auge de la pandemia, en abril de 2020, los precios del crudo llegaron a ubicarse en menos de US$ 20 debido al colapso de la demanda mundial a medida que las cuarentenas y demás restricciones se extendían alrededor del mundo. En tan solo unos meses el consumo mundial de petróleo pasó de 100 millones de barriles diarios a menos de 75 millones.

Junto con la recuperación de la demanda de petróleo, ha sido fundamental la tarea de restringir la oferta para apuntalar los precios, y quien ha llevado a cabo esa tarea este último año ha sido la coalición de los principales países exportadores de petróleo conocida como la OPEP+. Este grupo, liderado por Arabia Saudita y Rusia, ha recortado la producción mundial de petróleo en 9,7 millones de barriles por día en el pico de la pandemia. Ante la recuperación de la demanda, la OPEP+ bajará el nivel de recortes y en julio los mismos se ubicarán 5,5 millones de barriles diarios.

Mirando al futuro, la Agencia Internacional de Energía (brazo técnico-político de los países OCDE en materia de energía) señaló que espera que la demanda de petróleo supere los niveles previos a la pandemia para fines de 2022. El año pasado, el consumo se redujo en un récord de 8,6 millones de barriles diario promedio a medida que el coronavirus azotaba el mundo. Este año la Agencia estima que habrá una recuperación de más de 5 millones de barriles diarios a medida que los países comienzan a volver a la normalidad.

El petróleo continúa siendo la principal fuente de energía que mueve al mundo, más del 95% del transporte a nivel global funciona con derivados del mismo, y su precio es uno de los indicadores más fehacientes del estado de la economía mundial. Según el banco Goldman Sachs el petróleo no ha tocado su techo todavía y espera que el crudo Brent alcance los US$ 80 por barril en los próximos meses a medida que la demanda se recupera rápidamente. “El aumento de las tasas de vacunación está dando lugar a una mayor circulación (y con ellos consumo de combustible) en Estados Unidos, Europa y demás países desarrollados”. Además, Goldman aseguró que hay serias probabilidades de que la oferta mundial de crudo no pueda responder al fuerte crecimiento de la demanda, lo que potencialmente podría hacer subir los precios todavía más.

La Agencia Internacional de Energía, que está propulsando políticas energéticas activas para reemplazar al petróleo, coincide con la valoración de Goldman de que muy probablemente la oferta no pueda responder a la creciente demanda. El organismo de control de la energía con sede en París, que ha sido criticado después de su impactante descripción de cómo alcanzar emisiones netas cero para 2050, le solicitó a la OPEP+ que aumente la producción para que los precios no vuelen por los aires “la OPEP+ necesita abrir los grifos para mantener los mercados mundiales de petróleo adecuadamente abastecidos”.

Al mismo tiempo, la AIE también ha reiterado que las realidades del mercado están en desacuerdo con sus estrategias propuestas para alcanzar niveles netos de emisiones cero para 2050. Es probable que las críticas sean duras pero fundadas para la la AIE ya que pidió al mundo que deje de invertir en la industria de los hidrocarburos a partir del año que viene, que redoble las energías renovables y se comprometa con el Acuerdo de París, al tiempo que admite que la economía mundial sigue demandando cantidades crecientes de hidrocarburos y así lo será por muchos años. Las recomendaciones de la AIE pueden generar el efecto contrario, en vez de frenar el uso de petróleo y gas solo facilitará un gran aumento de los precios.

Según la agencia, la OPEP+ necesitará aumentar el suministro de petróleo al mercado en 1,4 millones de bpd para satisfacer la creciente demanda en 2022. Esta vez, las expectativas de demanda de la AIE coinciden con algunas otras, como la OPEP, o la EIA ( Agencia del Departamento de Energía de EEUU) que han manifestado desde antes que la demanda de petróleo va a aumentar sustancialmente. Algunos analistas van más allá y esperan que los volúmenes en 2022 sean más altos que los niveles de 2019, incluso a pesar del aumento de los precios del crudo.

Sin embargo, a pesar de las exigencias de la AIE para con la OPEP+, un potencial aumento de 1,4 millones de bpd no hará mella real en el mercado alcista actual. Incluso las exportaciones de petróleo adicionales de Irán (si es que logra llegar a un acuerdo con las potencias occidentales para volver al acuerdo nuclear de 2015 y así dar de baja las sanciones a su industria petrolera), solo mitigarán algunos de los riesgos al alza de los precios. El principal comodín en la actualidad es el shale estadounidense (principal fuente de producción de hidrocarburos de Estados Unidos), que podría ser incentivado por precios más altos del crudo para incrementar la producción, pero esto todavía no está tan claro

Hoy, la OPEP+ está nuevamente liderando el mercado mundial de la energía, sin importar las estrategias políticas o la postura de los accionistas activistas ambientales de las grandes empresas petroleras que están influyendo en sus decisiones. El mercado todavía es completamente adicto a los hidrocarburos, y esto no cambiará de la noche a la mañana. Como indica un nuevo informe de la AIE, la demanda aumentará en 5,36 millones de bpd en 2021 y otros 3,07 millones de bpd en 2022. A fines de 2022, se espera que la demanda global sea de 99,46 millones de bpd en promedio. Esta situación generó que Goldman Sachs, Bank of America, el Citibank y algunos analistas independientes proyecten un precio de US$ 100 por barril en 2022.

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