Shale, la gran esperanza energética de la Argentina

La Argentina enfrenta el gran desafío de cambiar su paradigma energético. La oportunidad la ofrece el shale, cuya explotación puede hacer posible recuperar el autoabastecimiento de gas y prolongar significativamente, e incluso aumentar, la actual producción de crudo. Los estudios realizados por el Departamento de Energía de Estados Unidos son contundentes con respecto al promisorio futuro de la producción de hidrocarburos no tradicionales en nuestro país. Nos ubican en el tercer lugar a nivel mundial por la cantidad de recursos técnicamente recuperables que poseemos, lo que nos permitiría aumentar 40 veces las reservas actuales de gas y más de 10 veces las de petróleo.
El desarrollo de lo que se conoce como shale gas y shale oil ha cambiado el panorama energético de Estados Unidos, país donde desde hace 20 años ha comenzado la producción de este tipo de recursos y que ha permitido que la gran potencia mundial comience, por primera vez en 30 años a autoabastecerse de gas. Si bien los recursos del shale se conocían desde hace más de cien años, no era posible extraerlos porque no se contaba con la tecnología necesaria. Ahora se cuenta con esta tecnología y por eso el shale comienza a ser una realidad.

Dilemas ambientales
Sin embargo, la aplicación de esta tecnología ha planteado controversias ambientales, que ven a la explotación del shale como una actividad peligrosa. Dudas que se basan más en mitos que en realidades, por lo que resulta importante aclarar algunas cuestiones para no perder esta oportunidad histórica.
Temas como el uso del agua, los aditivos o la estimulación hidráulica provocan posiciones irreductibles que no aceptan ningún tipo de explicaciones, aunque los estudios e investigaciones de las distintas agencias de protección ambiental a nivel mundial desmientan muchas de las alertas que se plantean.
Los métodos utilizados para la explotación de este tipo de recurso merecen ser analizados teniendo en cuenta precisiones técnicas para evitar algunos mitos en torno a la actividad.
El procedimiento de estimulación hidráulica para extraer gas y petróleo requiere de la utilización de agua que es captada de cursos de la superficie y que representan un porcentaje mínimo de su caudal. Por ejemplo, en la provincia del Neuquén, en el eventual pico máximo del desarrollo de recursos no convencionales de Vaca Muerta, el agua a utilizar será al uno por ciento del caudal de los ríos Colorado, Limay y Neuquén en temporada seca. En el mayor de los casos, el agua a utilizar por la explotación del shale será notablemente inferior a la utilizada por riego.
Para asegurar la sustentabilidad de esta actividad, la Provincia reformuló su legislación con la creación de la normativa 1.483 y con ella los métodos de control de daño ambiental, de protección de los acuíferos y de los cursos de agua. La incorporación de tecnología con normas ambientales que se establecieron para el control de la actividad y el cuidado de sus recursos hídricos, del suelo y del medio ambiente permiten llevar adelante la exploración en los yacimientos no convencionales en forma segura.
También se plantea el problema del agua que se utiliza para la estimulación hidráulica (fracking) y qué se hace una vez terminada la operación. La disposición final de las aguas utilizadas es manejada de diversas maneras durante todo el proceso. Incluye la reutilización, el tratamiento en instalaciones propias y el almacenamiento en tanques o piletas para volver a usar. Es decir, es un mito también pensar que esta agua puede generar problemas ambientales.

El ejemplo de Estados Unidos
A partir de la experiencia de Estados Unidos, país que tiene una agencia de regulación ambiental (EPA, Enviroment Protection Agency) muy rigurosa, se han establecido severas regulaciones para el uso, tratamiento y reutilización, y la industria debe cumplir a rajatabla con la normativa y con los minuciosos controles que se ejercen desde los estados. Por ejemplo, YPF, la reciente empresa renacionalizada, ratificó el compromiso de utilizar las buenas prácticas para evitar cualquier tipo de contaminación, sabiendo que la problemática del agua es una de las cuestiones más delicadas y que deben extremarse todas las medidas para evitar cualquier tipo de problema.
Otro mito es la contaminación en relación con la filtración de los acuíferos al realizar las perforaciones. En Estados Unidos, los recursos del shale se encuentran entre 700 y 1.200 metros de profundidad, por lo que están relativamente cerca de los acuíferos y existe cierto riesgo de contaminación, aunque todavía no se ha comprobado. En cambio, en nuestro país, las formaciones del shale se encuentran a profundidades superiores a los 2.400 metros, muy lejos de los acuíferos, ubicados por lo general a 300 metros de la superficie. Por lo tanto, las posibilidades de contaminación son casi nulas.
La producción de shale evita hoy cualquier riesgo de carácter medioambiental, ya que utiliza apenas un 0,5 por ciento de aditivos (el proceso de estimulación hidráulica está compuesto de casi 99,5% de agua y arena). La mayoría de esos aditivos son los mismos que se usan en productos de uso doméstico y en aplicaciones comerciales: cloruro de sodio (utilizado en sal de mesa), sales del borato (en cosméticos), carbonato de potasio/sodio (en detergentes), goma guar (en los helados), alcohol isopropílico (utilizado en los desodorantes). Además, la producción impacta menos en la superficie que otras formas de producción de energía, como la solar y la eólica. La razón reside en que se perforan varios pozos horizontales desde un único pozo vertical y que esa operación, compleja desde el punto de vista del desarrollo industrial, se produce a más de 2.400 metros de profundidad.

Tradiciones
Argentina tiene una tradición de producción petrolera de más de cien años, donde en los últimos tiempos se ha mejorado notablemente el cuidado del medio ambiente y se han generado regulaciones para garantizar que la industria trabaje minimizando los impactos ambientales. La extracción de shale no escapa a estas consideraciones, se ajusta a las regulaciones vigentes y a las normas para el cuidado de la salud, la seguridad y el medio ambiente. La propia industria petrolera tiene, a nivel internacional, prácticas para una mejora continua. El API (American Petroleum Institute) cuenta con un programa aprobado por el Instituto Nacional Norteamericano de Normas (ANSI), que acredita una larga historia en la elaboración de normas técnicas, prácticas y documentos de orientación para las operaciones petrolíferas y gasíferas. El API tiene documentación específica sobre fractura hidráulica, que proporcionan una guía concreta para la práctica responsable.
Por último, un mito más es pensar que el shale es igual en todas las regiones y países. A la hora de realizar un análisis pormenorizado de las condiciones objetivas del shale, habría que tener en cuenta que es distinto en cada lugar y no se pueden extrapolar las experiencias de un país a otro sin un análisis más profundo y teniendo en consideración las características particulares. Por ejemplo, en nuestro país, Vaca Muerta, la formación más importante, está muy lejos de las áreas pobladas. Eso no ocurre en Estados Unidos, donde los yacimientos están cerca de los centros urbanos, lo que causa las principales controversias.

Original: http://www.lmneuquen.com.ar/noticias/2013/5/5/shale-la-gran-esperanza-energetica-de-la-argentina_186255

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