Por Victor Bronstein
Desde su descubrimiento, el petróleo ha sido el protagonista de una historia accidentada: guerra de precios, acuerdos de cartelización, intervenciones de grandes potencias en países de nuestra región y en Medio Oriente, discusiones que trascienden la cuestión económica.
El petróleo y el gas son los recursos más importantes de nuestras sociedades. El petróleo participa con un 33% en la matriz energética primaria mundial y el gas con un 23%. Su disponibilidad es fundamental para la industria, los hogares y la generación eléctrica.
Por eso, la amenaza que la dependencia del petróleo y el gas presentan a nuestro país no es por la cantidad de combustible que consumimos o importamos, sino que es por la condición del petróleo como commodity estratégico. Este status se debe al monopolio que tiene para el transporte que, a su vez, está en la base de la economía global y en nuestra forma de vida.
Sin petróleo, no se puede producir alimentos en forma masiva, estos no pueden viajar desde los campos a la mesa, los insumos no pueden llegar a las fábricas, los productos no pueden llegar a los consumidores y los trabajadores no pueden ir a sus trabajos. Se para el mundo y colapsa nuestra civilización.
En este contexto, garantizarnos el petróleo y el gas es una cuestión de seguridad nacional que trasciende la lógica económica. Así lo entendió, por ejemplo, EE.UU. donde la política energética depende de la Secretaría de Seguridad, la cual propició medidas para aumentar la producción, disminuir el consumo y garantizarse la disponibilidad de recursos a través de subsidios a la explotación local, la financiación de stocks estratégicos, el desarrollo de medidas de ahorro energético y la presencia militar en Medio Oriente.
Desde los inicios de la era del petróleo, la oferta de crudo superó siempre a la demanda y las tensiones entre los países productores/exportadores y los consumidores/importadores eran fundamentalmente por el valor del commodity y cómo se repartía la renta. Pero en los últimos años, esta situación ha comenzado a revertirse. El petróleo convencional comenzó a dar signos de agotamiento y fue necesario ampliar la frontera hidrocarburífera con el desarrollo del off-shore de aguas profundas en Brasil, arenas empetroladas en Canadá, crudo ultra pesado en Venezuela y el shale oil y shale gas en EE.UU..
En 1985, Sheik Yarmani, entonces ministro de petróleo de Arabia Saudita, uno de los impulsores de la OPEP junto a su par venezolano, declaró en un reportaje: “La edad de piedra no se terminó porque se hayan acabado las piedras”, para vaticinar que la era del petróleo no iba a culminar por el agotamiento del mismo, sino que los avances tecnológicos iban a encontrar alternativas a esta fuente de energía.
Sin embargo, hoy vemos que la civilización del petróleo entra en una nueva etapa de escasez y de conflicto porque el agotamiento empezó antes que las tecnologías para reemplazarlo. En este contexto, los recursos del shale trascienden sus potencialidades económicas para convertirse en garantes de seguridad nacional.
Original: http://shaleseguro.com/shale-y-seguridad-nacional/