La transición energética no es gratis

La energía es un campo donde manda el mediano y largo plazo. Un ejemplo de esto se está observando en Europa y China, que están atravesando una crisis en el abastecimiento de energía sin precedentes. En el viejo continente, los precios de la electricidad y el gas natural se encuentran en máximos históricos. La actual crisis europea es el producto de años de decisiones políticas, supuestamente tomadas con la mejor de las intenciones, siguiendo el mandato de la descarbonización, pero que hoy empiezan a generar situaciones no previstas que han dejado a Europa en una situación política difícil. Estas últimas semanas esta coyuntura se vio agravada por la falta de vientos en el viejo continente, reduciendo la generación eléctrica a partir de renovables. La transición energética acelerada está haciendo vulnerable a Europa al ser absolutamente dependiente, más que de costumbre, de las importaciones de gas ruso.

Durante los últimos años, Europa ha bajado drásticamente las inversiones en hidrocarburos y ha estado cerrando sus propios yacimientos de gas a nivel nacional para reducir el impacto en el medio ambiente. El yacimiento de gas más grande de Europa occidental, el campo holandés Groningen, está siendo desmantelado ocho años antes de lo planeado inicialmente, con su producción reducida a un flujo mínimo que está destinado a ser utilizado solo como fuente de energía de respaldo. Del mismo modo, la producción de gas en el Reino Unido ha disminuido un 28% en lo que va del año.

Al quedarse sin gas natural, Europa se está enfrentando a una situación crítica. A medida que la demanda mundial de gas se dispara, se ven las consecuencias de la adopción masiva por parte de Europa de fuentes de energía renovables intermitentes como la eólica y la solar, combinada con su agresivo cierre de las centrales de carbón.

La crisis de gas del viejo continente está causando una volatilidad extrema. Hace tan solo diez días, el precio de la electricidad en el Reino Unido saltó 10 veces durante un período de siete horas, a un máximo histórico de ¡US$ 3,180! por MWh, ya que Irlanda, que exporta regularmente energía eólica al Reino Unido, se enfrentó también a la escasez de vientos. Esta volatilidad ha generado precios más altos de la energía en toda Europa, alcanzando máximos históricos en España, Alemania y Francia. Los usuarios residenciales, como es lógico, se llevan la peor parte del aumento.

Por su parte, Rusia no ha ignorado la situación energética cada vez más precaria de Europa y está jugando políticamente. Durante el verano limitó el flujo de exportación de gas natural con el objetivo de maximizar ganancias y dejando a Europa con sus reservas de gas en niveles bajísimos. De esta forma, Rusia está presionando ahora a la Unión Europea para hacer que el gas fluya a través del nuevo gasoducto Nord Stream 2 lo antes posible y eludiendo regulaciones ya que Europa tiene pocas buenas alternativas aparte del gas ruso. Ante esta situación, Putin está tratando de obligar a Alemania a no implementar una ley antimonopolio de la UE en el Nord Stream 2 que obligaría a Rusia a dividir el control de su nuevo gasoducto a Alemania.

Un tribunal alemán dictaminó recientemente que Gazprom, el gran proveedor estatal del gas ruso y dueño del gasoducto, tendrá que ceder el funcionamiento diario de sus operaciones a un tercero independiente en virtud de las leyes de la UE diseñadas para limitar los monopolios energéticos. También tendrá que subastar la mitad de su capacidad para ser utilizada por competidores en Europa, señaló el tribunal. Aprovechando la situación crítica, el Kremlin está desafiando el orden legal de la UE en su sentido más amplio, con el objetivo de obligar a la Comisión Europea a anular los fallos ya alcanzados por el Tribunal Europeo.

Ante esta situación de crisis, la propia Agencia Internacional de Energía le ha solicitado a Rusia que aumente los flujos de gas hacia Europa. El viejo continente no tiene muchas alternativas, Putin obtendrá seguramente lo que quiere y Europa pagará por su agenda verde apresurada.

Más allá de Europa, los precios del gas natural en todo el mundo están subiendo en medio de una tormenta perfecta de mercados regionales con oferta de gas limitada y precios de energía en alza en Europa. Es posible que el repunte del gas natural aún no haya terminado, y pueda alcanzar nuevos máximos históricos, especialmente si el próximo invierno en el hemisferio norte resulta más frío de lo habitual. Si bien la crisis del gas natural y el repunte de los precios de la electricidad son más evidentes en Europa, la creciente interdependencia entre los mercados regionales de gas en los Estados Unidos, Asia y Europa que se ha producido en los últimos años, provoca que los picos de precios del gas natural en una región no pueden ser ignorados por los mercados en las otras regiones.

Una situación similar está sucediendo en China, pero en lugar del gas natural el problema es el carbón que alimenta la mayoría de sus centrales eléctricas. La producción china de carbón viene disminuyendo en los últimos años y a los operadores de las centrales eléctricas les resulta complicado comprar suficiente carbón para mantener sus instalaciones en funcionamiento, lo que aumenta la probabilidad de una crisis energética cuando llegue el próximo invierno. Actualmente, los stocks almacenados de carbón son bajos debido al aumento de los precios de este recurso este año, y algunas centrales eléctricas ya han tenido que apagar sus calderas para ahorrar costos.

Pareciera que al igual que la crisis de gas en Europa, este problema también tiene años de maduración. China, junto con la India, está a punto de convertirse en víctima de la subinversión que hubo también en carbón. El objetivo por reemplazarlo dentro de la agenda de transición energética, ha generado que las inversiones en esta fuente energética hayan sido castigadas sin tener en cuenta la necesidad de que este reemplazo sea gradual. Esto ha provocado un aumento muy importante en el precio. A principios de este mes, el carbón de referencia en Asia se cotizaba a US$ 177 por tonelada, un aumento que duplica el valor a comienzo del año y un aumento aún mayor de los US$ 50 por tonelada que el carbón de referencia se negociaba en 2020.

El aumento de los precios del carbón y el gas está demostrando que la transición energética no será ni suave ni fácil, y la decisión del gobierno chino en los objetivos de cero emisiones netas (anunciada para 2060) no será suficiente para llevarla a cabo. Pero hay implicaciones más inmediatas de una crisis energética en China que pueden impactar a nivel mundial, ya que, si no hay suficiente carbón y gas para el gigante asiático, no habrá suficiente carbón y gas para todos los demás países que necesiten importarlo. Los países con producción local de estos recursos obtendrán grandes ganancias de las exportaciones de energía, pero el resto, al tener que pagar por esa energía, tendrán dificultades para su crecimiento económico.

Además del carbón, otra fuente importante de generación de electricidad en China es la hidroeléctrica, pero debido a las sequías que azotaron el este de Asia, este recurso también ha disminuido este año. Durante el verano, los gobiernos regionales se vieron obligados a reducir el consumo y las luces de las calles se apagaron por la noche en varias regiones chinas. Otra víctima de estas medidas, fue por ejemplo la fundición de aluminio, que es un proceso particularmente intensivo en electricidad y calor. Normalmente, China suministra aproximadamente el 60% del aluminio del mundo. Con su producción reducida y la demanda mundial en crecimiento, los precios del aluminio se dispararon. La crisis energética china afectó al mundo.

Por otra parte, la demanda de petróleo está de vuelta superando todas las expectativas y algunas predicciones que afirmaban que nunca se recuperaría ya que el cambio a las energías renovables mataría el crecimiento de la demanda de petróleo muy pronto. Ahora parece que estas predicciones eran prematuras. Debido a esta perspectiva de demanda creciente sumado a la baja de inversiones ocurrida en los últimos años, es posible que el barril de crudo llegue a US$ 100 para mitad del año que viene, según afirman varias agencias que monitorean los precios. En este contexto, las grandes petroleras están ahora en proceso de invertir hasta un billón de dólares en proyectos de petróleo y gas que no tendría sentido en un mundo alimentado por energías renovables. Sin embargo, hoy las petroleras están comprendiendo que este mundo bajo en carbono es todavía bastante incierto, incluso con toda la legislación para reducir las emisiones y la presión de los gobiernos de la Unión Europea y Estados Unidos.

Es muy posible que las grandes petroleras continúen con sus negocios como de costumbre en previsión de más discrepancias entre la demanda y la oferta de energía.

La francesa TotalEnergies, por ejemplo, la última petrolera en cambiar su nombre disimulando su negocio principal, anunció a principios de este mes una inversión de US$ 27 mil millones en Irak en los próximos 15 años. El dinero se destinará a aumentar la tasa de recuperación de petróleo en varios yacimientos del sur del país, reducir la quema de gas para usarlo en la generación de energía local y construir una granja solar. Algunos podrían llamar a esto “greenwashing” (lavado de cara verde). Otros dirán que es la realidad de la cuestión energética actual, donde la necesidad de energía disponible, barata y confiable es más importante para los países en desarrollo, cuyas emisiones son despreciables respecto a los países desarrollados, que aceptar el nuevo imperialismo del carbono.

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