Por Alejandro Robba.
El 3 de mayo de 2012, y por iniciativa del Poder Ejecutivo, la Cámara de Diputados aprobaba la re estatización de YPF por 208 votos a favor y sólo 32 «no positivos». Miguel Galuccio, titular de YPF desde aquellos días, consideró durante esta semana que sería «difícil de imaginar dónde estaríamos hoy si la producción de YPF hubiera sido 30% menor que la de 2011», en referencia a la tendencia declinante de 10% anual registrada hasta que concluyó la gestión de Repsol. Por el contrario, los números de la petrolera muestran hoy un crecimiento del 25% desde que pasó al control estatal, implicando un ahorro muy significativo en términos de divisas.
Recordando esos días de 2012, ya podría hacer un balance, no sólo de los números de la empresa, sino de los argumentos que se batieron en contra de la norma. Aun aquellos que votaron a favor de la ley, pusieron reparos y se convirtieron en voceros de los accionistas de Repsol o del gobierno español. Hagamos un poco de historia. El 8/5/2012, el grupo español amenazaba con demandar a las empresas –Exxon, Chevron y Conoco Phillips– si llegaban a invertir en YPF. A su vez, el 30/5/2012 Antonio Brufau –ex Presidente de Repsol– señalaba que «con la actual administración no se ve la posibilidad de llegar a un acuerdo y recién con el próximo gobierno que asuma en 2015 se podría alcanzar una solución». Por eso días, el jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, declaraba que la decisión «nos aleja del mundo» y aventuraba que «en un año vamos a estar peor que ahora». Y el 21/4/2012, Elisa Carrió vaticinaba que «lo poco que queda de YPF-Repsol lo van a fundir y si no, frente al aislamiento mundial, van a tener un aporte de los socios de Bulgheroni que es el estado chino».
Una vez más se equivocaron: se alcanzó un acuerdo con Repsol sin tener que esperar a un próximo gobierno, y las inversiones y acuerdos con otras petroleras están a la orden del día. En general, el foco de las críticas estuvo puesto en la cantinela de la falta de reglas claras para la inversión, el nunca bien ponderado clima de negocios y la supuesta inseguridad jurídica. Pero a pocos meses de la gestión Gallucio, comenzaron a revertirse algunos indicadores. En efecto, el Centro de Estudios CIFRA, a finales de 2012 afirmaba: «mientras que entre 2004 y 2011, la producción de crudo había descendido a una tasa del 6,4%, entre enero y septiembre de 2012, la producción aumentaba 6,1%, revirtiendo la tendencia anterior». A su vez, la producción de petróleo procesado se incrementaba un 3,9% en los primeros cuatro meses de la expropiación, debido a la decisión de la empresa de incrementar la utilización de sus refinerías en un 12%.
En los meses siguientes vinieron los acuerdos con petroleras extranjeras y varias colocaciones de bonos en pesos y dólares que se destinaron a aumentar las inversiones en exploración y en pozos perforados. Pero el espíritu de la ley de expropiación iba bastante más allá de la estatización del paquete mayoritario de la compañía, ya que lo que se votó en realidad fue un nuevo modelo hidrocarburífero para el país, después del fracaso de la privatización de YPF, producida 20 años antes. Esta verdadera política de Estado, es un punto de inflexión para cualquier gobierno que quiera seguir construyendo una Argentina industrial.
En efecto, todo plan de desarrollo a largo plazo tendrá como una de sus patas principales la producción de combustibles no convencionales y, el yacimiento de Vaca Muerta, será fundamental para diversificar la estructura productiva del país. Es claro que el nuevo concepto en materia de energía se basa en haber declarado de interés público nacional el autoabastecimiento de hidrocarburos y, con YPF como nave insignia, avanzar en la regulación de todo el sector petrolero a partir de la creación del Consejo Federal de Hidrocarburos donde están representados la Nación y todas las provincias, no sólo las petroleras. En un país que tiene como objetivo reindustrializarse, pasar de considerar al petróleo como un commodity exportable a un recurso estratégico, es fundamental para formalizar un modelo de inversión y producción nacional que nos devuelva en el corto plazo el autoabastecimiento energético y que, al mismo tiempo, convierta a YPF en exportadora neta de hidrocarburos elaborados y de servicios de alto valor agregado para la industria petrolera regional y mundial. Pero no todo es automático.
El Ingeniero Gallucio admitió que «queda un camino largo para el autoabastecimiento, de cinco o diez años más». El plazo no parece largo, pero con el cambio de modelo energético ahora podemos confiar en lograrlo, cuando era un objetivo impensable en tiempos de Repsol. Volviendo a la gestión del Estado en YPF, en los últimos días asistimos a la colocación de un bono por U$S 1500 millones, lo que restablece la presencia de la empresa en los mercados de financiamiento externo y, como nota de color, la revista Forbes informó que es la única compañía argentina que integra su listado global de empresas 2015, donde existen sólo 57 empresas latinoamericanas. En su conferencia por el cumpleaños de la YPF estatal, Galuccio destacó que en tres años se consiguió operar «el segundo yacimiento más grande de la Argentina y el más grande del mundo en hidrocarburos no convencionales, fuera de Estados Unidos». «Pasamos a China, Polonia, México, con sólo U$S 3 mil millones que se destinaron a explotar, junto a Chevron, apenas un 3% del área de Vaca Muerta, que va a requerir en total U$S 12 mil millones», señaló.
Para poner en contexto su potencialidad y envergadura, el yacimiento neuquino es una formación de 30 milkilómetros cuadrados donde YPF posee un tercio, lo que determina que no alcanza con el financiamiento que pueda conseguir la empresa sino que, para poder sacarle todo el jugo (en este caso el combustible) al emprendimiento, será necesario contar con más socios, tanto extranjeros como nacionales. Lo central es que las inversiones se comenzaron a hacer de acuerdo a las reglas de juego que pone el país.
En este sentido, la nueva Ley de Hidrocarburos, aprobada a fines de octubre del año pasado y que sustituyó a otra de 1967, busca favorecer la inversión en exploración y explotación. Legisladores y medios de la oposición cuestionaron el texto por considerar que estaba hecho a la medida de la petrolera estatal. Acostumbrados a que hasta 2003, las leyes eran a medida del capital privado y mayoritariamente extranjero, se atragantan con normas que defienden el interés nacional representado, en este caso, por YPF.
Galuccio recordó que el yacimiento neuquino tiene 30 mil kilómetros cuadrados, mientras YPF posee un tercio, por lo cual «es muy bueno tener socios, sean norteamericanos, malayos o de cualquier lugar del mundo, ya que tenemos un recurso muy importante”.
Por su parte, el especialista en temas energéticos, Víctor Bronstein, explica que el mundo actual se sustenta en un altísimo consumo energético estructurado a partir de tres flujos: alimentos, combustibles y electricidad.
En este marco, el petróleo convencional es el recurso crítico y está comenzando a mostrar síntomas de agotamiento. Hoy, más del 90% de las reservas mundiales están en manos de los estados, pero su producción requiere de inversiones y tecnología que aportan en buena medida las empresas privadas. Vaca Muerta, como recurso nuevo, cambia nuestra perspectiva energética ya que tiene un potencial de «aumentar 60 veces las reservas de gas y diez veces las de petróleo».
Pero para esto hacen falta grandes inversiones y es en este contexto en que deben entenderse los acuerdos de YPF con otras empresas petroleras, detalla el titular del Centro CEEPYS. La diferencia sustancial con Repsol, no se relaciona con que la empresa española no ganaba plata, sino que no la reinvertía en el país como está haciendo ahora YPF. La firma estatal en 2011 era una empresa que se venía achicando, con inversiones de U$S 2000 millones anuales, mientras este año cerramos un nivel de inversión de U$S 6 mil millones», destacó el Ingeniero Gallucio.
El año pasado YPF volvió a repetir incrementos sustanciales en término de ingresos y rentabilidad en relación con 2013, incluso superándolo. Por ejemplo, los ingresos ordinarios aumentaron 57,5% y la utilidad operativa un 64,3%. ¿Magia o gestión pública? ¿Se puede seguir afirmando que el Estado es un mal administrador y que la empresa privada es siempre exitosa? ¿En qué quedaron los malos augurios y los escenarios de catástrofes sobre el futuro de YPF? En nada, como sucede siempre cuando se habla desde el desconocimiento o desde un posicionamiento político ajeno al interés nacional. Después de años de demostrar gestión y resultados, hasta los candidatos de la derecha optarían por no re privatizarla, lo que podría leerse como un mojón más en la batalla cultural y política abierta el 25 de mayo de 2003.
Original: http://www.infonews.com/nota/198984/la-gestion-ypf