La crisis energética no da tregua y complica la COP 26 de Glasgow

La ideología, una vez más, chocó con la realidad y el saldo son varios países heridos por la crisis energética. Los precios del gas en Europa continúan batiendo récord tras récord generando cierres de fábricas, aumento de las tarifas eléctricas y protestas de enormes sectores de la población europea. El Reino Unido se enfrenta a una escasez de suministro que recuerda al invierno de finales de la década de 1970, cuando el país no había desarrollados los recursos de petróleo y gas en el Mar del Norte, y Europa sufrió el embargo de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). Las fábricas chinas están parando su producción debido a la escasez de energía. El panorama en Europa y Asia es sombrío. La pregunta que les cuesta responder a los dirigentes que están guiando la acelerada y forzada transición energética es cómo llegamos hasta acá. Esta crisis pone en jaque los objetivos planteados por la Cumbre sobre cambio climático que se llevará a cabo en la ciudad de Glasgow, Escocia, entre el 31 de octubre y el 12 de noviembre. La misma busca comprometer a los países en metas más ambiciosas sobre reducción de emisiones de cara a lograr el net zero en 2050.

La crítica situación energética les hizo tomar conciencia a los políticos europeos, entre los que se destaca Boris Johnson por su postura verde extrema, de que los combustibles fósiles seguirán siendo importantes durante décadas (particularmente el gas natural), que algo hicieron mal y que la transición no es tan sencilla. Por ejemplo, hace unos meses, el jefe de transición verde de la Unión Europea, Frans Timmermans, afirmó que el gas no tenía lugar en la transición. La crisis está mostrando que Timmermans y sus colegas burócratas de Bruselas no podrían haber estado más equivocados.

Esta crisis también tiene su origen en que, durante los últimos años, Europa ha estado retirando centrales de generación eléctrica a carbón y construyendo parques solares y eólicos mientras se esforzaba por convertirse en el continente más verde de la tierra. El viejo continente busca liderar la transición energética bajo la premisa de que la disminución de las emisiones de dióxido de carbono son el mayor problema del planeta y que hay que actuar ya para evitar una crisis climática indefinida. Este relato no tiene un sustento científico sólido e indiscutible, como ocurre con las explicaciones científicas que intentan comprender y reproducir la dinámica de los sistemas complejos, pero se ha forzado a la ciencia a que sustente objetivos políticos. Esto va en contra de la ciencia y la devalúa. Así, bajo estas políticas se reemplazó energía firme (centrales eléctricas que al utilizar combustibles brindan previsibilidad) por sistemas intermitentes cuando todavía no están desarrollados sistemas de almacenamiento masivo de electricidad.

A esto se le debe sumar la disminución de la inversión en la producción de petróleo y gas, ya que esto no tenía sentido para un mundo sin combustibles fósiles donde la Agencia Internacional de Energía definió su ruta hacia el net zero en 2050 con una disminución del 70% en el uso del petróleo. Además, la justicia en algunas naciones como los Países Bajos, encandilada por el relato climático de activistas ambientales, comenzó a castigar las actividades de las petroleras europeas como Shell. Esto es un problema para la justicia y la devalúa.

Ante la crisis actual, algunos de los protagonistas de la transición tuvieron que salir a dar explicaciones. “Es inexacto e injusto explicar estos altos precios de la energía como resultado de las políticas de transición de energía limpia. Esto está mal”, señaló Fatih Birol, director de la Agencia Internacional de Energía, haciéndose eco de un sentimiento compartido por todos los gobiernos verdes. La razón del sentimiento nunca se ha explicado, pero podría reducirse al hecho de que ya se ha gastado tanto dinero en la transición energética y se está programado gastar mucho más, que sería vergonzoso admitir que el enfoque de la transición fue equivocado o demasiado arriesgado.

De hecho, es totalmente exacto y justo explicar los altos precios de la energía como resultado de las políticas de transición a la energía limpia. Fueron estas políticas las que desalentaron la inversión en nueva producción de petróleo, gas y carbón.

Estas políticas impactaron también en China. La creciente crisis energética de China, que ha forzado el racionamiento en todo el país y amenaza con descarrilar el crecimiento económico, está impulsando a los responsables políticos a reconsiderar el ritmo de la transición energética del país asiático.

El camino de China hacia una economía más verde debe estar respaldado por un suministro estable de energía, aseguró el primer ministro Li Keqiang en un comunicado el lunes después de una reunión de la Comisión Nacional de Energía la semana pasada. Antes de establecer un cronograma para alcanzar un pico de emisiones de carbono para fines de la década, el país debe realizar una evaluación en profundidad de cómo ha manejado la reciente crisis energética, afirmó el primer ministro.

Estos comentarios, pocas semanas antes de que se inicien las cruciales negociaciones climáticas, podrían ser polémicos dada la intencionalidad de la Unión Europea, el Reino Unido y Estados Unidos de acelerar los esfuerzos para mitigar el calentamiento global. Sin compromisos adicionales de China, Estados Unidos y el Reino Unido, es poco probable que la conferencia conocida como COP26 sea un éxito.

Estas últimas semanas se publicaron informes con proyecciones de consumo energético de la OPEP, la Administración de Información de Energía (EIA) y de la Agencia Internacional de Energía (AIE) que nos muestran que todavía el consumo de los combustibles fósiles durará varias décadas, desmintiendo el relato de la transición exitosa y lo que sostiene, paradójicamente, el director de la AIE.

El informe de la EIA plantea que el consumo mundial de energía aumentará casi un 50% en los próximos 30 años y el petróleo y otros combustibles líquidos seguirán siendo la mayor fuente de energía del mundo en 2050. Paralelamente, la EIA afirmó que las fuentes de energía renovables como la solar y la eólica crecerán al mismo nivel de consumo. Sin embargo, para 2050 los combustibles fósiles cubrirán más del 70% de la demanda mundial de energía primaria. La reducción de emisiones no se hará efectiva por el simple acto declamativo.

La transición energética no será fácil, rápida, ni barata. La crisis actual es un claro ejemplo de esto. A menos de dos semanas para el inicio de la COP 26, una noticia amenaza con complicar los objetivos de la cumbre: China se ha bajado de la misma. El presidente Xi Jinping anunció que no se hará presente en Glasgow, agitando los fantasmas entre los organizadores de que el gigante asiático esté considerando bajarse del tren verde hacia el net zero. Acaso las consecuencias de la crisis energética tengan algo que ver. China es el mayor emisor de gases de efecto invernadero del mundo, por lo que la ausencia de Xi en la cumbre, ya sea en persona o mediante videollamada, marcaría un revés para las esperanzas de Boris Johnson de lograr que los líderes mundiales alcancen un acuerdo climático significativo.

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