La transición energética acelerada que estamos viviendo se encuentra sustentada en externalidades ambientales, no en necesidades energéticas urgentes, pero también en cuestiones geopolíticas que atravesadas por la narrativa sobre la emergencia climática. En la cumbre de Glasgow se confirmó esta presunción que está limitando los acuerdos a alcanzar.
La Unión Europea y EEUU fueron a la COP 26 con la intención de forzar metas climáticas más ambiciosas que el acuerdo de París que establecía el objetivo de evitar un aumento menor a 2° C para 2050. Boris Johnson, junto con Biden y otros líderes europeos, intentan imponer, seguramente sin resultados, que este objetivo baje a 1,5° C. Xi Jinping, quien no fue a la cumbre, aprovechó para afirmar que China seguiría con la meta del 2° C que se había acordado en París y con el net zero para 2060. A esto se sumó la India que declaró que recién alcanzaría la piedra filosofal del net zero en 2070. Entre China e India tienen 3 mil millones de habitantes, el 40% de la población mundial y donde sus economías están en pleno crecimiento.
A esto se sumó la posición de Rusia, Putin tampoco concurrió a la cumbre, ya que mantiene su objetivo de frenar a Europa en su avance hacia el Este aprovechando el arma del gas natural que la Unión Europea está reconsiderando como fuente de energía de transición aceptada. Justamente, lo extraño de la situación energética mundial es que se ha establecido lo que podríamos llamar “La nueva Guerra Fría del Calentamiento Global” donde Europa se ha desarmado energéticamente de manera unilateral, algo impensable en los tratados del desarme nuclear de la Guerra Fría tradicional. La declarada emergencia climática ha provocado que los líderes europeos y el presidente norteamericano, Joe Biden, estén entregando su seguridad energética y comiencen a sufrir sus consecuencias.
Conceptualmente, tanto la energía fotovoltaica, la eólica y el petróleo son derivados de la misma fuente energética: el Sol. La diferencia es que la incidencia del Sol sobre nuestro planeta es dispersa y los combustibles fósiles son energía solar concentrada. Se espera que el consumo mundial de energía aumente un 50% para 2050, un aumento impulsado principalmente por los países en desarrollo que necesitan energía barata para elevar los niveles de vida de su población. Occidente haría bien en recordar que se volvió próspero a través de la industrialización, un proceso que sólo fue posible gracias a los combustibles fósiles.
Durante décadas, muchos de los países en vías de desarrollo han podido comerciar gracias a procesos de fabricación y fuentes de energía que ya no se consideran aceptables en la sociedad occidental educada, a saber, el carbón. Ahora Occidente usa su supuesta superioridad moral y económica para sermonear a otros países sobre la necesidad de frenar su comportamiento, incluso si eso significa retardar su propio progreso económico y hacerse más dependientes de los países más ricos. Ésta es, en cierto sentido, una nueva forma de colonialismo, que hace que la atracción de la juventud y los líderes progresistas por este proceso sea realmente extraña, sólo entendible en el desconocimiento de la problemática energética y los verdaderos motivos de la transición.
Mientras el mundo debate en Glasgow la sentencia de muerte para el carbón, se están construyendo 195 centrales eléctricas de carbón en Asia, 95 en China, 28 en India y 23 en Indonesia entre las más numerosas, según datos del Global Energy Monitor. El uso del carbón es uno de los muchos problemas que dividen a los países industrializados y en desarrollo en su búsqueda de abordar el cambio climático. Muchos países industrializados han estado cerrando plantas de carbón durante estos últimos años para reducir las emisiones. Sólo Estados Unidos ha retirado 301 plantas desde el año 2000.
Pero en Asia, donde vive el 60% de la población mundial y aproximadamente la mitad de la industria mundial, el uso del carbón está creciendo en lugar de reducirse a medida que los países en rápido desarrollo buscan satisfacer la creciente demanda de energía. Repetimos, más del 90% de las nuevas centrales a carbón se están construyendo en todo el mundo se encuentran en Asia.
A pesar del aumento exponencial en la producción de energía renovable, la economía mundial sigue dependiendo del carbón para la electricidad. En Asia, la participación de este combustible fósil en la matriz de generación es el doble del promedio mundial, especialmente en economías en ascenso como la India. En 2020, más del 35% de la energía mundial provino del carbón, según la Revisión Estadística de BP. Aproximadamente el 25% provino del gas natural, el 16% de las represas hidroeléctricas, el 10% de la energía nuclear y el 12% de las energías renovables como la solar y la eólica. Este año, la demanda de carbón probablemente marcará un nuevo récord, llevando los precios a máximos históricos y generando a una competencia global por este combustible.