El acuerdo celebrado por el presidente ruso, Vladimir Putin, y su homólogo chino, Xi Jinping, y firmado por las mayores empresas energéticas de cada país, Gazprom y La Corporación Nacional de Petróleo de China (CNPC), es por el envió desde Rusia de 38 mil millones de metros cúbicos (m3) de gas natural por año, durante treinta años. El precio que China pagará por el gas ruso no fue revelado. El CEO de Gazprom indicó que el valor total rondaría los 400 mil millones de dólares. Los analistas estiman que el precio por 1.000 metros cúbicos oscilará de 350 a 380 dólares.
El acuerdo se pondrá en práctica a partir de 2018. Los envíos no comenzarán realmente hasta dentro de unos cinco años y los flujos aumentarán progresivamente hasta alcanzar los 38.000 millones de m3. Para logralo, China ayudará con unos 20.000 millones de dólares para financiar los costos de construcción de la infraestructura energética necesaria, un nuevo gasoducto que conectará los campos de gas siberianos a los principales centros de consumo de China.
Es un acuerdo importante para Rusia, que accede de este modo al mercado chino luego de haberse enfrentado recientemente a posibles sanciones por parte de Occidente, a partir de los acontecimientos aún en pleno desarrollo sucedidos en Ucrania, y a una relación conflictiva con sus clientes en Europa. China, por su parte, se garantiza el acceso a una fuente de energía muy importante para abastecer su creciente demanda interna, y para poder sustituir algunos de los enormes recursos de carbón que utiliza (69 por ciento del total de sus consumos energéticos), lo cual le genera graves problemas ambientales.
Europa es la principal preocupada. La Unión Europea (UE) depende de Rusia para el 30 por ciento de sus suministros de gas natural. Hay doce miembros de la UE que reciben más del 50 por ciento de su suministro de gas natural desde Rusia y cuatro de ellos (Lituania, Estonia, Finlandia y Letonia) dependen de Rusia para el 100% de su suministro.
Este nuevo acuerdo de gas natural aumenta la interdependencia de Rusia con China, quien ya es su mayor socio comercial, y presiona a Europa, que busca desarrollar fuentes alternativas al gas ruso.