Por Victor Bronstein.
Nuestro país al igual que el resto del mundo, emplea principalmente combustibles fósiles, en particular gas y petróleo. Según el informe del Departamento de Energía de los Estados Unidos de 2013, el consumo energético mundial crecerá un 56% entre 2010 y 2040. Y la mayor parte de este aumento ocurrirá en los países con economías emergentes, entre las cuales se encuentra la Argentina.
En esta perspectiva, si bien las energías renovables y la generación nuclear serán las que más crecerán en este período, los combustibles fósiles seguirán siendo las fuentes de energía más importantes, con una participación de casi el 80% en la matriz energética mundial.
El problema es que el mundo ha alcanzado su máxima producción de petróleo convencional y los descubrimientos de nuevos yacimientos vienen decayendo año a año desde 1960, cuando se alcanzó el pico de hallazgos. El informe también refleja que con la tecnología actual, las energías renovables no pueden sostener la dinámica y el desarrollo de nuestras sociedades.
Si el petróleo no tiene todavía una fuente energética que lo reemplace, la única opción es ampliar la frontera hidrocarburífera. Es en este contexto que debe discutirse el desarrollo de los hidrocarburos no convencionales (shale) en el mundo y en nuestro país.
Sin embargo, hoy ciertos grupos ambientalistas junto a algunos sectores políticos con poco conocimiento técnico y sin pruebas sólidas, están oponiéndose al desarrollo del shale utilizando argumentos provenientes de denuncias en otros países que no han sido comprobados por la evidencia científica. Es así que algunas localidades de nuestro país se han declarado como «libres del fracking», sin analizar las consecuencias de semejante decisión.
Por ejemplo, no han considerado que el Laboratorio Nacional de Tecnología Energética de Estados Unidos difundió resultados de investigaciones sobre fluidos utilizados en la fractura hidráulica, investigando si estos estos pueden llegar a fuentes de agua potable. La conclusión fue que no se encontró evidencia de contaminación.
Ocho pozos de la formación geológica Marcellus (como Vaca Muerta) fueron monitoreados sísmicamente, comprobando que la onda del fracking no viaja más de 200 ó 300 metros desde el pozo, sin generar riesgo sísmico y siendo imperceptibles para la gente.
En el caso del estado de Pensilvania, que suele mencionarse erróneamente como afectado por la contaminación, la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos realizó un estudio donde no encontró sustancias fuera de los parámetros naturales en pozos donde se utilizó fracking, ni siquiera en los 4 denunciados, de los más de 100 mil pozos de shale existentes en varios estados norteamericanos.
A su vez, el Servicio Geológico de los Estados Unidos realizó estudios sistemáticos sobre la calidad de agua en dos pozos de monitoreo en el yacimiento de gas de Pavillon, en el estado de Wyoming, no encontrando ninguna evidencia de contaminación.
Otro argumento falaz es decir que el fracking ha sido prohibido en dos países de Europa y en el estado de Nueva York, sin aclarar que está permitido en los restantes 49 estados de Estados Unidos o que en Alemania están comenzando las primeras perforaciones. En el mismo sentido, hace unos meses el estado de California aprobó una ley que permite comenzar a perforar en la formación de shale de Monterrey. Un dato más cercano es que en Argentina YPF ya ha perforado más de 250 pozos en el área de Vaca Muerta, sin ningún inconveniente ambiental.
En nuestro mundo globalizado, el 95% del transporte se mueve con derivados del petróleo. Con 7000 millones de habitantes, el sistema alimentario mundial es cada vez más dependiente del petróleo y del gas en forma de fertilizantes, pesticidas, sistemas de riego, maquinarias y para el movimiento global de los alimentos. El mundo necesita energía y nuestro país cuenta con importantes recursos no convencionales. El fracking nos abre esta gran oportunidad.