Del 30 de noviembre al 13 de diciembre se lleva a cabo en París la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático 2015. El encuentro reúne a delegados de 195 países que asisten con diferentes propuestas y el objetivo común de firmar un acuerdo internacional vinculante sobre el cambio climático.
La reducción de emisiones de CO2 a la atmósfera se plantea como fundamental para mantener el calentamiento global por debajo de los 2ºC respecto de los niveles pre-industriales. El objetivo planteado es reducir las emisiones de gases de efecto invernadero entre un 40% y un 70% de aquí a 2050. De no adoptarse estas medidas, se estima que el calentamiento podría llegar a finales de siglo a 4,8°C. Reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 40 % en 2030 y un 60 % en 2040 (respecto a 1990) serían las metas intermedias.
Este evento tiene su antecedente más significativo en la Conferencia de Kioto celebrada en 1997, cuando se propuso un recorte en las emisiones de CO2 del 15 % para los países firmantes con respecto a lo emitido en 1990. Sin embargo, el protocolo no cumplió con sus objetivos ya que Estados Unidos, responsable de la mayor emisión de gases a escala planetaria, así como otros grandes consumidores de combustibles fósiles, no se comprometieron a llevar a delante medidas concretas con el fin de reducir las emisiones de CO2.
En cambio, en esta cumbre, Estados Unidos, responsable del 20% del total de las emisiones de CO2, asegura que recortará entre 26% y 28% sus emisiones para el 2025. Por su parte, China, el otro gran emisor (22% del total mundial), se compromete a llegar a su pico de emisiones en 2030 y a partir de allí funcionar con, al menos, una quinta parte de su energía proveniente de fuentes renovables. La Unión Europea va más a fondo y promete una reducción del 40% de gases para el 2030. Entre los países emergentes se destaca la propuesta brasilera que propone recortes de hasta un 37% de las emisiones en la próxima década y terminar con cualquier tipo de deforestación ilegal del Amazonas en 15 años. Por su parte, India planea triplicar su capacidad de energía renovable para dentro de cinco años y llegar al 40% en 2030.
Figura: países emisores de CO2. Fuente: EIA
Los países en vías de desarrollo que no son grandes emisores de CO2, entre los que se encuentra la Argentina, ya fijaron su posición en la pasada cumbre de Naciones Unidas celebrada en Rio de Janeiro bajo el siguiente el lema: "tenemos responsabilidades comunes pero diferenciadas". “Ellos contaminaron y se hicieron ricos. Nosotros seguimos tan pobres como siempre y quieren que paguemos todos lo mismo”, dicen quienes integran el Grupo de los 77 países. Estos también plantean quién y cómo se va a asumir el coste de la transición a las energías renovables en los países en vías de desarrollo.
Bolivia, Ecuador y Venezuela prometieron ser “la voz de la Pachamama” en la cumbre de París y exigen una “justicia ambiental” con la creación de un tribunal para temas de medio ambiente, la reivindicación de los indígenas como conservadores de los recursos naturales y que se reconozca la deuda de los países que contaminaron para desarrollarse con los que no lo hicieron.
“Se supone que el cambio climático pone en peligro la existencia de la especie humana, pero los Estados deben asumir responsabilidades comunes pero diferenciadas ante la inobjetable realidad de que no todos los países somos responsables por igual de lo ocurrido, ni despilfarramos los recursos naturales y humanos en un consumismo irracional e insostenible (…) hay que distribuir mejor las riquezas y tecnologías disponibles en el planeta. Menos lujo y menos despilfarro en unos pocos países para que haya menos pobreza y menos hambre en gran parte de la Tierra” aseguró Raúl Castro Ruiz, presidente de Cuba, al diario Granma.
Expandir la infraestructura y mejorar la tecnología para contar con fuentes de energía renovables en todos los países en desarrollo es un objetivo crucial. Pero también se debe tener en cuenta que a diferencia de los grandes consumidores históricos como los países europeos, los países emergentes vienen aumentando su consumo de energía. Esto hace más difícil el tema, no es lo mismo sustituir una fuente por otra cuando la demanda es estable que cuando va in crescendo. El problema de los costos y el financiamiento es otra encrucijada. Las limitaciones tecnológicas, para almacenar la energía y para poder contar con seguridad en el abastecimiento, controlar el flujo y adecuarlo a la demanda sin interrupciones, también son aspectos importantes.
Otro tema a tener en cuenta pasa por el modo de vida en las ciudades. Más de la mitad de la población mundial (7000 millones) vive hoy en zonas urbanas. En 2050, esa cifra habrá aumentado a 6.500 millones de personas, dos tercios de la humanidad. El rápido crecimiento de las urbes en los países en vías de desarrollo, en conjunto con el aumento de la migración del campo a la cuidad, ha provocado un incremento explosivo de las megalópolis. En 1990, había 10 ciudades con más de 10 millones de habitantes en el mundo. En 2014, la cifra había aumentado a 28, donde viven en total cerca de 453 millones de personas.
Por otro lado, debemos considerar que el uso de fuentes alternativas de energía ha cobrado impulso en los últimos años, sobre todo para la generación eléctrica, que es el sector donde más se espera que crezca su participación. Pero también debemos tener en cuenta que el mayor porcentaje de los actuales aportes provienen de las hidroeléctricas y la biomasa. La energía generada a partir de fuentes renovables como la eólica, solar y geotérmica se utiliza en una pequeña escala, aportando nada más que el 1,5%. Más insignificante aún es el actual aporte para el sostenimiento del transporte, el cual depende en un 95% de los combustibles fósiles.
Alcanzar el desarrollo tecnológico necesario para que las energías alternativas superen las limitaciones tecnológicas que actualmente presentan es una de las claves para el futuro. En este camino, lograr un sistema energético mundial que diversifique el uso de fuentes es fundamental para asegurar un desarrollo sustentable para las generaciones futuras.
La propuesta Argentina
El plan argentino propone reducir un 15% las emisiones de CO2 para 2030 y otro 15% condicionado a la ayuda financiera internacional.
El caso argentino es paradigmático: representa solo el 0,88% de las emisiones mundiales, está en el puesto 22º, pero su creciente desarrollo industrial, económico y, por ende, de consumo, coloca al país en una disyuntiva que resulta clave para el futuro: crecer con energías limpias o hacerlo como el resto de los países que encontraron su crecimiento desde la Revolución Industrial a la fecha.
El plan diseñado por la Secretaria de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación se apoya en cinco pilares: la penetración social de las energías renovables y los biocombustibles; la construcción de represas hidroeléctricas; el Plan Nuclear; el cambio nodal del transporte de carga y la reforestación de los bosques.
Hoy la Argentina cuenta con menos del 1% de su matriz eléctrica basada en energías renovables y, si bien se ha planteado a través de la reciente sanción de la Ley de Fomento a las Energías Renovable, subir ese porcentaje al 20% para 2025, aunque esta meta se torna inalcanzable bajo los niveles actuales de inversión en el sector.