Un Estado chiquito

Por Pablo Galand
Durante la campaña electoral, Mauricio Macri prometió que en caso de llegar a la presidencia no iba a iniciar una ola privatizadora ni recortar los programas sociales. Sin embargo, en estos cinco meses de gestión, el macrismo –de manera paulatina pero constante– va desarmando el modelo de administración pública construido durante los gobiernos kirchneristas, bajo la lógica de que las mejores herramientas para frenar la inflación son la reducción del gasto público y de la emisión monetaria. El nuevo rumbo que empiezan a adoptar las empresas estatales, las medidas decididas por funcionarios que antes fueron CEOs de grandes corporaciones y la subejecución de partidas presupuestadas durante la anterior administración, obedecen a la reconfiguración de un Estado que entiende que debe ser el mercado el que regule las fuerzas productivas.

El cambio de mando en YPF y el perfil que busca imprimirle el macrismo con la llegada de Miguel Gutiérrez –ex CEO de Telefónica de Argentina y ex gerente financiero en Argentina del JP Morgan– marcan un giro rotundo en la intención con la que el anterior gobierno nacionalizó la petrolera. Si bien se trataba de un horizonte a largo plazo, el objetivo del kirchnerismo era recuperar la soberanía energética. Con un contexto internacional desfavorable a partir de la caída internacional del precio del petróleo, el ex CEO de la compañía Miguel Galuccio logró que YPF produjera un 29% más de gas y un 11,54% más de crudo que en 2012, cuando asumió. La gran apuesta de Galuccio fue desde un principio los recursos no convencionales del yacimiento Vaca Muerta, cuyo desarrollo requería de un programa a largo plazo. Como lo marcan sus antecedentes, la gestión de Gutiérrez apuntará más a lo financiero que a lo estratégico. En consecuencia, Vaca Muerta dejó de ser una prioridad y la empresa se dirige hacia un fortísimo ajuste que inevitablemente provocará una baja en los niveles de producción. El nuevo directorio ya aprobó para este año un recorte de inversiones del 25% y un plan de racionalización que prevé dejar cesantes a 2.000 empleados.

Un proceso similar al de YPF atraviesa Aerolíneas Argentinas, la otra gran empresa nacional que pasó a manos del Estado durante el kirchnerismo. Esta semana se hizo pública una carta que la titular de la compañía, Isela Costantini, distribuyó entre los empleados, donde les comunica que el Gobierno redujo “en forma significativa” los subsidios para este año y por lo tanto reclama un esfuerzo extra para recortar gastos. Como reveló Veintitrés en el mes de marzo, Gustavo Lopetegui, CEO de LAN Argentina hasta que asumió como secretario de Coordinación de Políticas Públicas de la Jefatura de Gabinete, pasó a tener una injerencia directa en el nuevo diseño de la compañía aérea estatal. Apostó a un fenomenal achique de rutas áreas y de personal, más fuerte aun que el propuesto por Costantini. Con la reducción viajes con destinos a Lima, Barcelona, Nueva York y Roma, la gran beneficiada fue LAN, la compañía que justamente en la Argentina comandaba Lopetegui hasta diciembre del año pasado.

LAN no es la única empresa que resulta beneficiada por una medida tomada por un funcionario que antes fue su CEO. Un caso idéntico es el que se da con el ministro de Energía, Juan José Aranguren, ex CEO de Shell y aún accionista de la petrolera. Para el traslado del gasoil y fueloil previsto para este año, la empresa Cammesa –controlada por el Ministerio de Energía– licitó la contratación de ocho barcos. Siete de ellos quedaron en manos de Shell Western, una empresa subalterna de la petrolera anglo-holandesa. El desempeño de la ex empleadora de Aranguren fue superior al del año pasado, donde resultó beneficiada con cuatro de esos cargamentos. Además, Shell Western ganó este año los dos cargamentos de petróleo crudo que se importaron para abastecer a las refinadoras del país.

Para Aranguren no hay conflicto de intereses y en un nota enviada al auditor interno del ministerio solicitó que “verifique si ha existido algún tipo de participación, directa o indirecta, del que suscribe”.

Pero no todos piensan igual que el ministro. El bloque de diputados del Frente Renovador elaboró un informe en el que denuncia que funcionarios del Ministerio de Energía tomaron medidas que terminaron beneficiando a las empresas en las que trabajaron hasta hace poco. Destaca que ante la Oficina Anticorrupción Aranguren reconoció que todavía posee acciones en Shell, “compañía que tiene intereses en la producción de petróleo y gas natural”.

Garantía… de retiro
El retiro del Estado en la economía que promueve el macrismo también se evidencia en los planes del Gobierno con respecto a las acciones que posee la ANSeS a través del Fondo de Garantía de Sustentabilidad. Se trata de bonos y acciones de empresas que tenían las AFJP y que pasaron a manos del Estado con la nacionalización del sistema previsional. El FGS, que en la actualidad se estima que representa 65 mil millones de pesos, no sólo constituye un reaseguro para el sistema previsional, sino que también fue utilizado en ocasiones por los gobiernos kirchneristas como un fondo anticíclico que ayudó a apuntalar la economía en áreas en las que podía generarse pérdida de puestos de trabajo por la caída de la actividad.

El Gobierno aspira ahora a vender esas acciones con el argumento de que con esos fondos podrían afrontar los cerca de 50.000 juicios con sentencia firme que ganaron jubilados que se vieron perjudicados por el recálculo de haberes. Sin embargo, la venta de esas acciones es un viejo reclamo de entidades del establishment como la Asociación Empresaria Argentina, que no quiere que el Estado tenga acceso privilegiado a información de grandes empresas como Techint, Clarín o Telecom. En octubre del año pasado, en plena campaña electoral, el por entonces presidente de la Fundación Pensar y hoy ministro de la Producción, Francisco Cabrera, había propuesto que en caso de que Mauricio Macri llegara a la presidencia, podría “vender en bloque las acciones de empresas del FGS a fondos de pensión internacionales, que podrían elegir colocar directores con el objetivo de maximizar el valor de las compañías”. Casualidad, o no tanto, Cabrera fue fundador y CEO de la AFJP Máxima.

Lo cierto es que al Gobierno no le resultará sencillo avanzar en esa iniciativa. El año pasado, poco antes de que Cristina Fernández culminara su mandato, el Congreso aprobó una ley que establece que cualquier venta de las acciones del FGS debe hacerse con la aprobación de una mayoría especial del Poder Legislativo, es decir, los dos tercios de ambas cámaras.
Subejecución de partidas
El achique del Estado que impulsa el macrismo se evidencia también en la subejecución de partidas presupuestarias y que no sólo afecta a áreas sensibles, sino que además trae aparejados cortocircuitos con los gobiernos provinciales. De acuerdo con un informe elaborado por el Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf), durante el primer trimestre de este año el gobierno nacional giró 32% menos a las provincias en concepto de transferencias de capital, en comparación con el mismo período de 2015. Se trata de fondos destinados a obras públicas, correspondientes a convenios directos realizados entre las provincias y Nación y que son independientes de los recursos que corresponden por coparticipación federal. Según el estudio del Iaraf, el gobierno nacional giró apenas la mitad de lo que estaba previsto para esta altura del año.

El incumplimiento de esos fondos resintió la relación de la administración nacional con los gobernadores.

Las consecuencias quedaron expuestas en la intransigencia que encontró el equipo de Mauricio Macri en el Senado cuando intentó frenar el proyecto de ley que prohíbe los despidos.

Pero no solo las provincias sufren el recorte presupuestario. En la mayoría de los ministerios nacionales se produjo una subejecución de las partidas asignadas. El caso paradigmático es el Ministerio de Interior, que centralizó gran parte de las áreas que durante el kirchnerismo correspondían al Ministerio de Planificación y que están vinculadas a la obra pública. Justamente, un sector clave en lo que tiene que ver con la reactivación de la demanda laboral. En el global, la cartera que conduce Rogelio Frigerio sólo ejecutó un 6% de lo presupuestado, cuando a esta altura del año tendría que haber utilizado un 30%. El mismo porcentaje ejecutó el Ministerio de Seguridad de Patricia Bullrich. En tanto que el de Producción y el de Cultura emplearon un 11% de lo asignado. Como consecuencia de estos recortes es que han se han disminuido o directamente desmantelado programas como el de Salud Sexual y Reproductiva, Plan Jóvenes Más y Mejor Trabajo, Progresar o Conectar Igualdad.

Decidido a no emitir, el Gobierno apuesta al crédito externo que se abre tras el acuerdo con los fondos buitre para afrontar el gasto público de un Estado más reducido. Una historia ya conocida y sufrida por los argentinos.
Des-Conectar
Guillermo Fretes, responsable del proyecto Educar, llegó al gobierno nacional desde la empresa Despegar. Desde la Asociación de Trabajadores del Estado aseguran que su arribo puso en riesgo los puestos de trabajo de una importante cantidad de creativos de contenidos pedagógicos del programa Conectar Igualdad, ya que la intención de Fretes sería ceder dicho programa a empresas informáticas multinacionales. “El Gobierno dice que el programa sigue, pero lo que va a seguir es un reparto de electrodomésticos con una empresa detrás, y para eso ya se anotó Microsoft”, afirmó Javier Castrillo, uno de los impulsores del software libre Huayra con el que funcionan las casi 5.500.000 computadoras entregadas.
Una mirada de corto plazo
Opinión, por Víctor Bronstein. Director del Centro de Estudios de Energía, Política y Sociedad
La potencialidad de recursos no convencionales que encierra el yacimiento Vaca Muerta abrió la posibilidad de que la Argentina recupere el autoabastecimiento energético. Ese fue el objetivo a largo plazo que se planteó Miguel Galuccio cuando asumió en YPF, tras la nacionalización que llevó adelante el gobierno de Cristina Fernández. Con la llegada de Juan José Aranguren al Ministerio de Energía, la prioridad pasó a ser la garantía de la energía, más allá de donde provenga. Se pasó de una mirada más estratégica a una que busca solucionar el corto plazo.

Toda empresa mixta –como es el caso de YPF– tiene una tensión de origen entre el beneficio que buscan de los accionistas y el rol de cumplir con las políticas estratégicas del Estado. Daría la impresión de que el nuevo directorio de YPF apunta a priorizar la rentabilidad de los accionistas, lo cual no significa que sea perjudicial para el Estado porque justamente es quien tiene el mayor paquete accionario.

A su vez, la conformación de YPF, con representatividad de las provincias, le quita margen de acción a la compañía de tomar acciones promercado. Fue lo que pasó con la intención original de Aranguren de alinear el precio local del petróleo al internacional, pero se encontró con la oposición de los gobernadores que no estaban dispuestos a resignar los ingresos por regalías.

Original: http://www.veintitres.com.ar/article/details/61291/un-estado-chiquito

Compartir:

¿Importación de gas o soberanía energética?

La matriz energética de la Argentina posee una fuerte dependencia del gas. Del total de fuentes de energía utilizadas en las centrales térmicas instaladas en la Argentina, el 72 por ciento es a base de gas, un 22 por ciento corresponde a combustibles líquidos, un 4 por ciento al carbón y otro dos por ciento a energías renovables. En cuanto a la producción de energía primaria por fuente, el 50,8 por ciento es a base de gas (Balance Energético Nacional, 2014).
La Argentina necesita producir más gas, entre otras fuentes energéticas. La búsqueda de la soberanía hidrocarburífera, que no es ni más ni menos que el autoabastecimiento, fue uno de los principales desafíos planteados desde la recuperación de YPF.
La producción de gas natural durante todo 2015 registró un incremento de 3,6 por ciento en comparación con el mismo período de 2014. Se quebró, de esa manera, la curva descendente. En total fueron 42.972.906 metros cúbicos con un promedio diario de 117.734 metros cúbicos.
Entre las principales jurisdicciones productoras, hubo aumentos en el acumulado de 2015 en Neuquén (7,9 por ciento), Estado Nacional (4,4), Chubut (5,1) y Santa Cruz (1,0). En sentido contrario, las bajas fueron en Tierra del Fuego (-10,8) y Salta (-1,8). Dentro del conjunto de empresas, YPF fue la que más creció, con un 4,5 por ciento, seguida por PAE (3,7), según se desprende del Instituto Argentino de Petróleo y Gas.
Antes de asumir la Presidencia, Mauricio Macri viajó a Chile. Desde allí esbozó la idea de importar gas desde el país trasandino, recurso que no posee el país vecino sino que también debe importarlo. El pasado 30 de enero, el ministro de Energía, Juan José Aranguren, ex CEO de Shell, cerró un convenio con su par chileno, Máximo Pacheco, en el que Argentina importará para el próximo invierno 5,5 millones de metros cúbicos diarios de gas natural licuado (GNL). El valor del intercambio implicará un desembolso de aproximadamente 130 millones de dólares por año.
Actualmente, la Argentina importa 25 millones de metros cúbicos diarios de GNL. El 20 por ciento de esas adquisiciones pasarían a ser chilenas. Para dimensionar el acuerdo rubricado por ambos ministros, los 5 millones de metros cúbicos equivalen al 40 por ciento del consumo diario de la provincia de Buenos Aires.
Al mismo tiempo en que se anunciaba la importación de gas desde Chile -Uruguay, también está en los planes importadores-, Aranguren deslizó entre los operadores locales que una vez que se aplicara un aumento de tarifas para el consumo de gas, concretado esta semana, el Gobierno aumentaría el precio del gas en boca de pozo.
La decisión de importar gas y aumentar el precio para las empresas productoras debe leerse en sintonía. Actualmente, en la Cuenca del Golfo San Jorge el millón de BTU se paga 3,69 dólares, mientras que en la Cuenca Austral, 1,59 dólares. El GNL que se importaría de Chile tiene un costo de 5,5 dólares el millón de BTU. La pregunta lógica sería por qué la Argentina importaría gas más caro de lo que puede producirlo localmente. Sin embargo, el Gobierno nacional llevará el precio en boca de pozo a 5,8 dólares, aproximadamente. Por lo tanto, podría ser hasta más económico importar gas que producirlo localmente.
Otro dato, no menor, es la reciente cancelación por parte del Gobierno nacional de una deuda con Bolivia por la importación de gas, por 200 millones de dólares. Cancelada la deuda, ¿Argentina dejará de comprarle gas a Bolivia, a pesar de tener un contrato hasta 2026? (Ver recuadro).
Si bien es cierto que el GNL actualmente puede ser más barato que el recurso adquirido desde Bolivia, lo que hay detrás es un cambio de mirada geopolítica. Chile, en la actualidad, es la entrada al Acuerdo del Pacífico.
¿Hay intenciones de abandonar las compras de gas desde Bolivia y aumentar las importaciones desde Chile?, le preguntó TiempoSur al director del Centro de Estudios de Energía, Política y Sociedad, Víctor Bronstein.
-Hay que tener en cuenta que esta noticia coincide con algo que Aranguren declaró apenas asumió, que lo importante no es el autoabastecimiento sino la seguridad energética. Recibir gas de Chile diversifica los proveedores, lo que mejora nuestra seguridad energética. El tema es que esto no nos distraiga del objetivo de lograr el autoabastecimiento, que es la verdadera seguridad energética. Y si bien hoy el GNL está más barato que el gas que se importa desde Bolivia, no creo (espero) que el Gobierno intente reemplazar la importación del gas boliviano-, respondió Bronstein.
El eje Chile-Shell
La manera en que se difundió la información de que Argentina compraría gas de Chile fue sugestiva, teniendo en cuenta que el país trasandino carece de gas propio. “Hay que mirar a Shell como proveedor de GNL en Chile y Uruguay”, advirtió a TiempoSur un ex funcionario del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.
En Chile funcionan dos terminales de regasificación terrestres: GNL Mejillones, integrada por Codelco y GDF Suez, y Quintero LNG, cuyos accionistas son Enap, Endesa, Enap, Metrogas y Terminal de Valparaíso S.A. Esta última sociedad ingresó en la empresa regasificadora en septiembre de 2013, cuando British Gas (BG) le vendió sus activos.
Si bien BG vendió su participación en la regasificadora, siguió siendo el principal proveedor de GNL de Chile. El 28 de enero de este año, dos días antes de que Aranguren sellara un acuerdo con su par chileno para la importación de GNL, la anglo holandesa Shell informó que su directorio había aceptado la adquisición de la inglesa BG por 69.000 millones de dólares. De esta manera, Shell se convirtió en el principal operador de GNL en el mundo (y Chile).
“Es sugestivo que Aranguren se preocupara por cerrar este trato donde Enap, que le compra el gas a BG (ahora Shell), ahora venderá GNL a nuestro país. No hay duda que esta medida le abre un nuevo mercado a Shell/BG. Además, en la justificación de la compra de BG, el CEO global de Shell planteó el objetivo estratégico de la empresa de desarrollarse en GNL”, agregó Bronstein.
Por otro lado, existe un proyecto para construir una tercera terminal regasificadora. En dicha iniciativa están involucradas Mitsui, a través de Mitsui O.S.K. Lines Ltd, la nórdica Wärtsilä y Shell.
Más regalías
Actualmente, en la Cuenca Austral, el millón de BTU (Unidad Térmica Británica) se paga 1,59 dólares, mientras que en el Golfo San Jorge, 3,69 dólares. Con este valor, la provincia recibiría en concepto de regalías este año 112.833.000 pesos (Austral) y otros 136.178.000 pesos (GSJ). En total, serían 249 millones de pesos.
Si el Gobierno llevara finalmente el precio en boca de pozo a 5,80 dólares, el incremento de regalías para la producción de la Cuenca Austral aumentaría un 364 por ciento, mientras que el recurso producido en el Golfo San Jorge, tendría un incremento del 63 por ciento. En total, la provincia recibiría 744 millones de pesos.
Sin embargo, según indicaron a TiempoSur desde una empresa del sector, el Gobierno nacional en realidad pretende llevar el precio en boca de pozo a 7,5 dólares el millón de BTU. Si la lógica de la actual administración central es la ecuación económica más que el desarrollo productivo e industrial, ¿quién garantizará que el gas producido en la Argentina a precio internacional sea adquirido localmente, en vez de importar GNL de Chile, provisto por Shell, más barato?

Claves
*La producción de gas natural durante todo 2015 registró un incremento de 3,6 por ciento en comparación con el mismo período de 2014.
*Dentro del conjunto de empresas, YPF fue la que más creció, con un 4,5 por ciento.
*Actualmente, en la Cuenca Austral, el millón de BTU (Unidad Térmica Británica) se paga 1,59 dólares, mientras que en el Golfo San Jorge, 3,69 dólares.
*Este año, la provincia recibirá 249 millones de pesos en regalías de gas.
*Si el Gobierno llevara finalmente el precio en boca de pozo a 5,80 dólares, el total de regalías ascendería a 744 millones de pesos.
*Sin embargo, el Gobierno nacional ya anunció la importación de Gas Natural Licuado de Chile, que actualmente se comercializa en torno de los 5,5 dólares el millón de BTU.
*El principal proveedor de Chile de GNL era British Gas. En febrero de este año, Shell compró a BG por 69.000 millones de dólares.
*La empresa regasificadora de Chile se llama Quintero LNG, cuyo principal proveedor era BG, ahora Shell.

Compartir:

¿Qué tan barato es hoy el petróleo?

Si uno estudia el precio del petróleo entre 1980 y la actualidad se puede ver que el precio más bajo se registró el 10 de diciembre de 1998 a 9,10 dólares por barril . Durante el período de 1990 a 2014, la tasa media de inflación en los EE.UU. ha sido del 2,59%. A ese ritmo inflacionario un precio de 9,10 dólares equivale a $ 13.70 por barril en la actualidad.

Hasta 1973 el precio del petróleo se había mantenido casi sin variaciones entre 2 y 2,50 dólares el barril. Los países productores recibían alrededor de un 50% de este valor. Esta situación cambia radicalmente en 1973, el petróleo pasa en menos de dos meses de 2,50 a 10 dólares, se nacionalizan las reservas y se estatizan muchas de las empresas petroleras de Arabia Saudita, Irán, Irak, Kuwait, entre otros, y la OPEP empieza a regular el precio a nivel mundial. En 1979, se produce la segunda crisis petrolera y el precio del crudo alcanza los 35 dólares, equivalentes a 90/100 dólares actuales. Este fenomenal aumento del petróleo generó una gran recesión mundial e hizo crecer el poder de la Unión Soviética. El entonces presidente de los EE UU, Reagan, negocia en 1986 con el rey Fahd de Arabia Saudita para que aumente la producción y provoca una gran baja en el precio del barril, que llega a menos de 10 dólares en 1986.

Aquellos que siguen la historia del petróleo saben que en 1956 M. King Hubbert, dijo que la producción de petróleo convencional del EE.UU. alcanzaría un máximo entre 1965 y 1970. Hubbert fue ridiculizado por su estimación y en 1970 sus oponentes declaraban que «nunca hemos producido más petróleo que estamos haciendo hoy «. El hecho es que, en el pico, se produce más petróleo que nunca antes. Fue en 1970 que la producción de petróleo convencional de los EE.UU. alcanzó su punto máximo.

En 1998 Colin Campbell y Jean H. Laherrère publicaron su famoso artículo, «El fin del petróleo barato » en la revista Scientific American. En el los autores señalaban que la producción global de petróleo convencional alcanzaría en los siguientes diez años el «pico màximo de producciòn» y luego comenzaría a declinar, lo cual tendría como una de sus primeras consecuencias un aumento de los precios del crudo.

El «bajo» precio del crudo de hoy de alrededor de $ 50 por barril es más de 250 % más alto que el precio equivalente en 1998. El precio de hace más de medio año de 100 dólares por barril sería más de un 600% superior al precio de 1998. ¿Hay mejor prueba de que el petróleo barato se ha ido y que nunca lo veremos de nuevo?

Fuentes:
http://ceepys.org.ar/blog/dos-hip%C3%B3tesis-contrapuestas
http://www.peakoil.net/headline-news/how-cheap-is-oil-today

Compartir:

Petróleo y alimentos

Por Victor Bronstein

El alza de los precios del petróleo y de los alimentos entró en la agenda mundial y los líderes de los distintos países comenzaron a referirse a las posibles causas del problema, el cual puede derivar en una pérdida de la capacidad industrial global, aumento de la pobreza y hambrunas en importantes regiones del mundo.

El hecho de que dos fenómenos ocurran simultáneamente hace sospechar de una causa común. Se acude entonces a distintas hipótesis que liguen estos acontecimientos. Las dos más difundidas entran dentro de lo que podríamos llamar las explicaciones tranquilizadoras, en el sentido de que no cuestionan el modelo de desarrollo actual basado en la utopía del crecimiento ilimitado. Por otro lado, encontramos las que centran el problema sobre los capitales especulativos que, debido a la crisis de las hipotecas en Estados Unidos, se han pasado a los commodities. Estas explicaciones son propias de la tradición económica neoclásica que sólo ve los problemas de mercado, inversión, tecnología, rentabilidad, precios y competitividad. Para esta tradición, en la cual hay que incluir también al marxismo, los recursos naturales son sólo una variable más del proceso económico. Los economistas formados en esta escuela parecieran desconocer los principios de la termodinámica, que nos pone límites inexorables y descreen de las leyes de la naturaleza y de nuestra dependencia de los recursos no renovables del planeta. Así se explica que, por ejemplo, Robert Solow, Premio Nobel de Economía por sus teorías sobre el crecimiento, haya asegurado que, llegado el caso, “el mundo podría, en efecto, arreglárselas sin recursos naturales”. Milton Friedman, también Premio Nobel y padre de la liberal Escuela de Chicago, sostuvo en un reportaje poco después de la segunda crisis petrolera de 1980:

“… Supongamos que el petróleo escaseara: el precio subiría y la gente comenzaría a usar otras fuentes de energía. En un sistema adecuado de precios, el mercado puede hacerse cargo del problema”. Pero, obviamente, Friedman no se preocupó por definir cuáles son esas fuentes de energía y hoy, ante el alza constante del precio del crudo y los problemas de factibilidad técnica que dificultan el desarrollo de energías alternativas, el mercado parece que no puede hacerse cargo del problema. Todo lo contrario, el problema se agrava porque en el sistema actual de producción mundial de alimentos, los hidrocarburos juegan un rol fundamental, de tal forma que energía y alimentos están unidos como nunca en la historia de la humanidad.

En este punto debemos abandonar las hipótesis tranquilizadoras y empezar a asumir que el problema es mucho más profundo y de difícil solución, ya que hay que reconocer que nuestra civilización industrial está llegando a un punto donde deja de ser sustentable. Hasta la revolución industrial, la población mundial tomó cada vez unos mil años para duplicar su número. En la segunda mitad del siglo XX, la duplicación se hizo en apenas dos décadas. Este crecimiento poblacional sólo fue posible gracias a la gran transformación agrícola, llamada Revolución Verde, que se desarrolló durante las décadas de 1950 y 1960. La Revolución Verde fue el resultado de la industrialización de la producción agrícola. Gran parte de este avance fue producto de las nuevas especies híbridas que generaron una mayor productividad de los granos y del reemplazo de los ecosistemas naturales, especialmente de los bosques tropicales, para utilizarlos en agricultura. Esto generó una importante pérdida de biodiversidad que atenta contra la sustentabilidad del desarrollo: el 90 por ciento del alimento del mundo es derivado de sólo 15 cultivos y 8 especies animales. En menos de treinta años, la producción mundial de granos se incrementó en un 250 por ciento. Este incremento fenomenal de los alimentos sólo fue posible gracias a los combustibles fósiles que proveyeron la energía necesaria. Hoy, el sistema alimentario mundial es cada vez más dependiente del petróleo y del gas en forma de fertilizantes, pesticidas, sistemas de riego y maquinarias, sin contar el transporte que permite un movimiento global de los alimentos.

La Revolución Verde incrementó el flujo de energía hacia la agricultura en un promedio de 50 veces respecto de la agricultura tradicional. El régimen energético basado en los combustibles fósiles tiene un carácter sistémico: no se reduce a una cuestión tecnológica sino que constituye una forma de organización social, modo de producción y patrones de consumo, estilos de vida y movilidad, sistema financiero mundial, globalización y geopolítica. Esto nos obliga a pensar en nuevas formas de desarrollo, donde la inclusión y la justicia social no sean sólo una consecuencia del crecimiento sino de otras formas de vivir en sociedad.

En 1970, cuando el mundo nadaba en petróleo y éste se cotizaba a menos de tres dólares el barril, Henry Kissinger escribió con su habitual capacidad estratégica: “el que controle el petróleo, controlará las naciones; el que controle los alimentos controlará a los pueblos”. Y este pensamiento dominó la política de los países industrializados de estos últimos treinta años. Hoy, con el petróleo a más de 130 dólares y con síntomas de escasez, este pensamiento es más actual que nunca, con la novedad que el que domine el petróleo dominará tanto a las naciones como a los pueblos, porque la producción masiva de alimentos depende de los hidrocarburos. Es en este contexto en que Argentina debe pensar su modelo de desarrollo, más allá de los problemas coyunturales.

* Director del Centro de Estudios de Energía, Política y Sociedad. Profesor e Investigador UBA.

Orginial: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/cash/17-3535-2008-06-29.html

Compartir: