Por Martín Bronstein.
Es necesario diseñar una política energética nacional más allá de los lobbies petroleros, renovables, financieros, ambientales y sindicales, que tratan de establecer una agenda en función de sus intereses que, si bien pueden ser legítimos, son siempre sectoriales. El desarrollo de Argentina requiere de una política energética sustentada en dos cimientos: un proyecto político y un conocimiento profundo de la problemática.
Hoy más que nunca es necesario diseñar una política energética nacional más allá de los lobbies petroleros, renovables, financieros, agrícolas, ambientales y sindicales, entre otros, que tratan de establecer una agenda energética en función de sus intereses que, si bien pueden ser legítimos, son siempre sectoriales. El desarrollo de Argentina requiere de una buena política energética sustentada en dos cimientos: un proyecto político y un conocimiento profundo de la problemática. Debemos escuchar a los distintos sectores: empresas, cámaras, sindicatos y articular con ellos, pero es imprescindible sumar a la ciencia para entender la complejidad de la energía en todas sus dimensiones y actuar en consecuencia.
La energía es un campo del conocimiento interdisciplinario donde confluyen las ciencias sociales y las ciencias naturales que definen cinco dimensiones de análisis:
- Política
- Económica
- Social
- Ambiental
- Científico/Técnico
PANDEMIA
El mundo espera la vacuna, el petróleo también
Estas dimensiones nos definen una metodología que se debería aplicar para la evaluación de los distintos proyectos energéticos. Es más, consideramos un error tomar sólo la dimensión económica como base para la elaboración de una política energética. Los países centrales entienden este criterio y actúan en consecuencia, colocando a la seguridad energética como el parámetro crítico para fundamental de sus políticas. Todavía es muy pronto para escribir el obituario de los combustibles fósiles, pero las necesidades geopolíticas generan mitos persistentes respecto a distintas alternativas que son promocionadas para salir de la dependencia que tiene el mundo de los hidrocarburos: hidrógeno verde, biocombustibles, etanol celulósico , movilidad eléctrica, almacenamiento masivo, ilimitada capacidad de potencia eólica, etc. Es en este punto donde la dimensión científico-técnica debe ser escuchada para diferenciar los mitos y las realidades.
Un buen ejemplo para analizar según estos criterios es el de los biocombustibles, aprovechando que se está discutiendo la prórroga a la ley de promoción de los mismos:
Dimensión política: La necesidad geopolítica de los países OCDE dependientes del petróleo importado impulsó su desarrollo para reemplazarlo. En 2006, cuando toma gran impulso esta alternativa energética, EEUU importaba el 60% del petróleo que consumía y el presidente Bush imploraba por salir de la dependencia del petróleo. Europa estaba en una situación similar ante la declinación de la producción del Mar del Norte. Como vemos en el gráfico de abajo, el 80% de las reservas están en países “poco seguros” para los países OCDE. La dependencia del petróleo les genera debilidad política y es la razón geopolítica fundamental que explica la búsqueda de alternativas a los combustibles fósiles.
Dimensión económica: Como la calidad energética de los biocombustibles es menor y más costosa, esto implica otorgar subsidios a los productores que son pagados por toda la población. En EEUU y Europa estos subsidios son importantes. En nuestro país favoreció ciertos desarrollos locales, por lo cual podrían justificarse en pequeña escala, pero es costoso para la competitividad de nuestra economía.
Dimensión Social: Los biocombustibles generan un aumento global en los precios de los alimentos con el impacto social que esto tiene sobre los sectores más vulnerables. Esto se debe a que compiten los cultivos alimentarios con los energéticos. En EEUU, el 40% del maíz se utiliza para producir etanol. Este problema lo planteó la FAO en 2008 advirtiendo sobre las consecuencias negativas sociales y ambientales de los biocombustibles.
Dimensión ambiental: Si bien se habla de los biocombustibles como una opción verde al petróleo esto no es tan así. La producción de biocombustibles genera importantes impactos ambientales, fomentando el monocultivo, contaminando gran cantidad de agua, emitiendo óxidos nitrosos a la atmósfera. Además, el balance respecto a las emisiones de CO2 no es tan favorable como se afirma usualmente. No se puede producir biocombustibles sin petróleo.
Dimensión Científico-Técnica: Esta es una dimensión muy importante que pocas veces se tiene en cuenta pero que hace a la factibilidad de las distintas fuentes alternativas y a la solidez de una política energética. En EEUU se han realizado distintos estudios para analizar la conveniencia o no de los biocombustibles. Por un lado, cada litro de bioetanol tiene sólo el 65% de la energía contenida en un litro de nafta, es decir, cuando el consumidor carga 10 litros de nafta con corte al 10% está cargando energéticamente 9,65 litros, un 3,5% menos. Otro problema importante es la baja tasa de retorno energético. Distintas investigaciones nos muestran que si se tiene en cuenta no solo de los costos energéticos directos del cultivo del maíz, sino también de los costos energéticos de la maquinaria de campo y el riego, la relación entre la energía contenida en el etanol y la energía utilizada en la producción y fermentación del maíz es de solo 0,77, lo que representa una pérdida de energía significativa. Es decir, se gasta más energía que la que se obtiene. Un sinsentido energético. Otras investigaciones mejoran esta relación, otorgando créditos de energía para subproductos de la fermentación del grano de maíz, principalmente harina de gluten de maíz y grano de destilería utilizada para la alimentación animal. En este caso, la relación alcanzaría un coeficiente positivo de sólo 1,56. Un valor muy bajo comparado con el petróleo donde la relación es de 30 a 1. Por eso es tan difícil reemplazar a los combustibles fósiles, como muestra el gráfico más abajo, donde vemos que más del 80% de la energía consumida en el mundo proviene del petróleo, el gas y el carbón. No es casualidad, tiene su explicación técnica y económica. Son recursos relativamente baratos porque han sido producidos por la naturaleza y en los últimos cien años la humanidad ha crecido como nunca aprovechando ese inmenso subsidio de energía barata. Hoy Argentina necesita la energía más barata posible para recuperarse y crecer. Por suerte, tenemos a Vaca Muerta.
Original: https://politicaymedios.com.ar/nota/15890/apuntes-para-una-politica-energetica-nacional/