Alemania, en el marco de “La cumbre de los titulares de Energía del G7” celebrada en Hamburgo la semana pasada, inauguró el parque eólico marino Amrumbank West. El mismo es uno de los más grandes costa afuera del país, en el Mar del Norte. El complejo está situado a 35 kilómetros de la isla de Helgoland y tiene una potencia instalada de 295 megavatios (MW), con los que puede suministrar energía anualmente a alrededor de 320.000 hogares. Este desarrollo de energía eólica busca mostrar a sus socios del G7 el giro que ha dado Alemania a su política energética en los últimos años, centrada en el fomento de las energías renovables.
El país germano busca consolidar su posición como líder mundial de generación de energía eólica en alta mar. Un estudio de Global Data concluye que Alemania se está preparando para producir 2.071 MW de energía eólica en alta mar en 2015, lo que representa un aumento de casi cuatro veces sobre los 529 MW que generó en 2014. Con cerca del 14% de la potencia eólica mundial, Alemania es, por detrás de China y los EE.UU., el tercer país productor de energía eólica del mundo.
El impulso a la energía eólica en Alemania tiene, entre otras razones, el objetivo de sustituir el abandono paulatino de la energía nuclear. Después del accidente nuclear en la central japonesa de Fukushima en marzo de 2011, el gobierno que preside Angela Merkel decidió cerrar ocho reactores abiertos antes de 1980 y se comprometió a cerrar los otros nueve reactores nucleares que posee el país antes de 2022. En este contexto, la energía eólica juega un papel clave en la búsqueda de alternativas para garantizar un suministro eléctrico. Sin embargo, el consumo de carbón también aumentó después de Fukushima y su uso creció como sustituto de la energía nuclear para la generación de electricidad.
En Alemania, la participación de las energías alternativas en la matriz de energía primaria se eleva a más del 10%. No obstante, según la Agencia Internacional de Energía (AIE), de este porcentaje solo el 2,3 por ciento proviene de las fuentes eólica, solar y geotérmica. La mayor parte proviene de los biocombustibles y otros productos obtenidos de la biomasa. En cuanto a la generación eléctrica, la participación de las energías alternativas ha aumentado del 5% en 1999 al 26% en 2012. De este porcentaje el 7% se obtiene a partir del viento y el 5% a partir de la solar.
Alemania es una nación pobre en materia de recursos energéticos (la producción de petróleo es insignificante y su pequeña producción de gas está en declive) y necesita importar el 70% de la energía que consume, incluyendo uranio, lo cual le genera grandes gastos. Según la AIE, el petróleo sigue siendo la principal fuente de energía que utiliza el país, lo que representa el 33% del consumo primario total. El sector del transporte constituye la mayor parte de la demanda de productos derivados del petróleo. Le siguen el carbón con el 25%, el gas natural con el 22% y la nuclear con el 8%. Es decir, aproximadamente el 80% de la energía que utiliza Alemania sigue proviniendo de los combustibles fósiles.
El país teutón es el mayor consumidor de energía en Europa y el octavo consumidor más grande en el mundo. También es la cuarta economía más grande del planeta, después de Estados Unidos, China y Japón. Su tamaño y ubicación le dan una influencia considerable sobre el sector energético de la Unión Europea. Sin embargo, Alemania depende de las importaciones para satisfacer la mayor parte de su demanda de energía. La nueva política energética alemana busca fomentar el acceso a la red a todo tipo de electricidad generada a partir de energías alternativas. El problema es que por el momento no pueden conseguir los mismos niveles de productividad que los combustibles fósiles ni consiguen reemplazar a la energía nuclear. Por ello, la utilización del carbón también se ha incrementado.