Energía y Civilización
Las sociedades humanas y sus organizaciones políticas, al igual que todos los sistemas vivientes, requieren de un continuo flujo de energía que constituye una de las condiciones necesarias de su viabilidad, es decir, de su supervivencia. Desde la unidad familiar más simple hasta las organizaciones con jerarquías más complejas, las instituciones y los sistemas de interacción que constituyen a las sociedades humanas dependen de la energía. Al mismo tiempo, los mecanismos que utilizan los grupos humanos para obtener y distribuir los recursos básicos para su supervivencia están condicionados e integrados dentro de instituciones sociopolíticas. El flujo de energía y las organizaciones sociopolíticas son términos de una misma ecuación. En un grupo humano, ninguno puede existir sin el otro y el flujo energético y la organización sociopolítica deben evolucionar armónicamente.
La Revolución Industrial precedió a la máquina de vapor, pero su expansión y desarrollo sólo fue posible a partir de ésta. Este proceso, que dio lugar al surgimiento de la civilización industrial, generó un nuevo régimen energético basado en la extracción de energía acumulada en los combustibles minerales y fósiles. Esto permitió contar con energía abundante y de bajo costo que es la base de nuestros sistemas económicos y nuestra forma de vida.
Hasta ese momento, el régimen energético de la sociedad feudal se sustentaba en energías renovables -biomasa, eólica e hidráulica- que se sumaban al trabajo humano y animal. Si bien en la civilización industrial la cuestión energética está en primer plano, la importancia de la energía en las sociedades humanas podemos rastrearla a partir de las investigaciones en el campo de la antropología, dentro de las cuales podemos destacar a Lévi Strauss y la corriente estructuralista y a Leslie White, quien funda una escuela que se conoce como el materialismo cultural.
Lévi Strauss define dos tipos de sociedades muy diferenciadas a las cuales llama, significativamente, sociedades frías y sociedades calientes, es decir, remarcando una diferencia energética entre estos dos tipos de sociedades. Lo propio de las sociedades frías es la valoración de la armonía y la calma, donde encontramos una noción del tiempo circular, cósmico, dentro de la cual cuesta diferenciar entre un antes y un después. Para Lévi Strauss estas sociedades no entraron en la historia y se caracterizan, entre otras cosas, por un bajo consumo energético. Es importante destacar que el bajo consumo energético significa, justamente, algún tipo de dominio sobre la energía que es una de las características fundamentales de toda sociedad humana.
Desde Marx, se acepta generalmente el planteo que la historia de la sociedad es la historia del hombre que procura el dominio de sí mismo y del mundo exterior por medio del trabajo y que los sistemas socioculturales están basados en la manera en que se relacionan los hombres y mujeres en su lucha continua para obtener los recursos necesarios de la naturaleza. De esta manera Marx pone en primer plano el trabajo como el elemento fundante de la especie humana y que lo distingue del resto de los animales.
Sin embargo, en este contexto, el dominio de la energía es previo al dominio del trabajo. Si bien los primeros estudios acerca de la especie humana sostuvieron durante mucho tiempo la tesis de que el hombre siempre había sido cazador, investigaciones posteriores mostraron que nuestros ancestros, débiles en comparación con otros animales como, por ejemplo, los grandes felinos, se habrían limitado al más humilde rol de vegetarianos y carroñeros. Sólo cuando el hombre inventó, hace 20 mil años, instrumentos como el hacha o el arco y la flecha, es decir cuando aprendió a utilizar su propia energía animal de una forma artificialmente concentrada, pudo empezar a competir y superar a animales más fuertes y rápidos. Luego, la domesticación de algunas especies grandes le permitió poner a su servicio la energía animal y con la domesticación de plantas y animales, la división del trabajo comienza en las sociedades humanas.
Como contrapartida a las sociedades frías, las sociedades calientes son sociedades que valoran el cambio y la expansión donde el tiempo marca un antes y un después y donde la evolución es lo que define la dinámica social. Levi Strauss plantea que estas sociedades son las que entraron en la historia a partir del “invento” de la esclavitud que les permitió obtener la energía necesaria para su desarrollo.
Es decir, en Levi Strauss está claro que la energía es el elemento que funda las sociedades con historia. Trasciende el objetivo de esta presentación profundizar el sentido que le da Levi Strauss al concepto de energía, aunque nos parece importante remarcar algunas cuestiones. Por un lado, Levi Strauss asocia la cuestión energética a una relación de dominación, donde en realidad está utilizando el concepto de energía útil, es decir la energía que puede transformarse en trabajo. En este sentido, el concepto de energía está asociado al segundo principio de la termodinámica, o principio de entropía, que nos dice que para obtener trabajo hace falta una fuente fría y una fuente caliente o, interpretando de manera más sociológica este principio, que hace falta una desigualdad para poner en movimiento una sociedad e ingresarla en la historia. A su vez, el principio de entropía nos plantea la existencia de procesos irreversibles, oponiéndose a la cosmología de un tiempo circular, sin pasado ni futuro. La entropía introduce la flecha del tiempo y esto coincide también con el concepto del tiempo de las sociedades calientes.
Las sociedades frías, en cambio, son mecanismos de relojería donde el tiempo (como expresara alguna vez Einstein) es tan solo una ilusión. En estas sociedades el ritual es el principal operador social que permite vivir en una sincronía eterna, repitiendo una y otra vez la encarnación de un antepasado en un vivo, con muy poco margen para el registro del devenir temporal. Las sociedades calientes son sociedades que evolucionan de manera irreversible y van complejizándose cada vez más. El principio de entropía, sin embargo, nos define una tendencia hacia el desorden del universo y de los sistemas.
Para entender este proceso de complejidad creciente, es importante entender las investigaciones de Prigogine quien demuestra el surgimiento de orden en sistemas lejos del equilibrio. Este orden y complejización sólo es posible a partir de consumir energía del entorno. Llegamos así a una doble acepción del concepto de energía en los sistemas sociales. Por un lado, la energía obtenida de las relaciones de dominación que permiten la evolución social. Por otra parte, la necesidad de consumir cada vez más energía del entorno (medio ambiente) para mantener sociedades cada vez más complejas.
Por otra parte, el antropólogo americano Leslie White desarrolló una teoría de la evolución cultural basada en la estrategia de un materialismo cultural formulado en términos de energía. White la emplea como punto de partida para el análisis de las principales tendencias de las modificaciones evolutivas tanto locales como mundiales. Su conexión con el materialismo cultural y con Marx resulta clara en el transcurso de la aplicación de la «ley de la evolución» a la explicación de las líneas fundamentales de la historia del mundo. White propone considerar los sistemas socioculturales como consistentes de tres partes: tecno económica, social e ideológica, y formula en términos inequívocos las relaciones causales entre esas divisiones y argumenta que el aspecto tecnológico es la base de la evolución cultural.
El aspecto tecnológico para White está compuesto por instrumentos materiales, mecánicos, físicos y químicos, así como la manera en que la gente utiliza estas técnicas. White argumenta sobre la importancia de la tecnología en base a los siguientes puntos, donde el aspecto energético se destaca:
- - La tecnología constituye un esfuerzo para resolver los problemas de supervivencia
- - Este esfuerzo significa, fundamentalmente, producir la energía necesaria para satisfacer las necesidades humanas.
- - Las sociedades que son capaces de producir más energía y usarla más eficientemente tienen ventajas sobre otras sociedades.
- - En este sentido, estas sociedades son más avanzadas desde el punto de vista evolutivo.
White sostiene luego que el grado de desarrollo cultural de una sociedad puede calcularse por la fórmula: E x T= C, donde E es la cantidad de energía utilizada per cápita por año, T representa la eficiencia de las herramientas usadas para aprovechar la energía, y C representa el grado de desarrollo cultural.
A partir de esta cuantificación, White afirma que el desarrollo de un manejo efectivo de la energía es la principal causa de la evolución cultural y enuncia en 1949 una ley conocida como Ley de la Evolución de White que dice:
“Mientras los otros factores se mantengan constantes, la cultura evoluciona a medida que crece la cantidad de energía disponible por cabeza y por año, o a medida que crece la eficiencia de los medios de hacer trabajar esa energía”.
Hoy, nuestra civilización está sustentada en la disponibilidad de energía barata y de fácil utilización basada en el petróleo. Sin embargo, la era del petróleo barato es una “anomalía” de corta duración en la historia de nuestro planeta y por lo tanto es importante investigar y proyectar qué puede pasar con nuestra civilización cuando este recurso comience a declinar. Las propiedades energéticas del petróleo son únicas y hasta ahora no se han encontrado energías alternativas que tengan sus cualidades.
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