Por Victor Bronstein.
El petróleo tiene una tensión originaria. Al ser un recurso no renovable, desde el primer barril extraído, el mundo comenzó a agotar este recurso. Esta tensión marcó la dinámica de la industria: descubrir petróleo, explotarlo, buscar más reservas para reemplazar las que se iban agotando. Y lo que queda por descubrir y explotar son yacimientos más pequeños o ubicados en las fronteras hidrocarburíferas, como el petróleo y gas no convencional que tenemos en nuestro país.
Otra tensión fundamental generada por este recurso tiene que ver con su distribución geográfica. Hoy existen 192 países en el mundo, pero sólo 54 son países productores, y de ellos, sólo 14 tienen la capacidad de aumentar su producción a partir de sus características geológicas. Los restantes 40 países han alcanzado su pico y su producción está en declinación. Casi el 70 por ciento de las reservas mundiales de petróleo convencional están en Medio Oriente, y esto explica las tensiones geopolíticas constantes en esa región. A nivel mundial, sólo Arabia Saudita, Nigeria, Irán e Irak tienen capacidad de aumentar la producción en el corto plazo en un nivel significativo.
El crecimiento económico, fundamentalmente de países como China e India, está generando también tensiones en el mercado petrolero, ya que este crecimiento se sostiene con mayor consumo de crudo. Este año, se calcula que el mundo consumirá aproximadamente 91 millones de barriles diarios de petróleo, casi un millón de barriles más que en 2012, y las perspectivas son que la demanda mundial llegará a 105 en 2025.
En la historia del petróleo, el precio ha sido también un elemento de tensión permanente que enfrentó a países productores, países consumidores y grandes empresas petroleras. Por las propiedades de la explotación petrolera, hasta hace pocos años existía un potencial exceso de oferta, lo que hizo que las empresas petroleras se cartelizaran en 1927 para regular la producción y sostener el precio. Luego, a partir de la primera crisis petrolera mundial ocurrida en 1973, el control de la oferta y la regulación de los precios pasó a la OPEP.
Hoy la situación ha cambiado radicalmente, ya que el aumento de la demanda sólo puede ser sostenido con la explotación de los recursos no convencionales y la producción offshore, que tienen costos de explotación muchísimo más alto que los recursos convencionales. El barril a cien dólares es el piso del precio del petróleo futuro. Esto genera nuevas tensiones, ya que los países en crecimiento se ven obligados a importar energía cada vez más cara, lo que puede generar un freno a ese crecimiento. Ahí surge la tensión por lograr el autoabastecimiento.
Por último, encontramos lo que podemos llamar una tensión estratégica entre el análisis de resultados de corto plazo y una visión de futuro sustentable en materia energética. A nivel mundial, los yacimientos tienen una declinación promedio del 5 por ciento anual, Brasil bajó su producción un 4 por ciento entre 2011 y 2012, China sufrió el año pasado graves faltantes de gasoil, India tuvo una caída de la producción del 4 por ciento, se calcula que la producción rusa declinará este año 700 mil barriles diarios.
En este contexto, más allá de los análisis de corto plazo, lo estratégico es que existe una nueva YPF, que la nueva YPF está logrando disminuir la declinación y apostando al desarrollo de los recursos no convencionales. Esta es hoy nuestra tensión fundamental y, al mismo tiempo, nuestra esperanza energética.
Original: http://www.pagina12.com.ar/diario/economia/2-218486-2013-04-21.html