Una nueva oportunidad histórica

Por Victor Bronstein

El petróleo tiene un valor político y estratégico que trasciende su valor económico y por eso muchas veces la defensa de este recurso está asociada a cuestiones de soberanía. Esto tiene su explicación histórica. El combustible que permitió la expansión del capitalismo en el siglo XIX fue el carbón, y tanto EE.UU. como Europa tenían carbón en sus territorios, lo que generó que estos países se autoabastecieran energéticamente. En cambio, cuando a principios del siglo XX el petróleo empieza a cobrar una importancia estratégica como fuente de energía, los países europeos, que no tenían petróleo, salen a conseguirlo en Medio Oriente y en América latina.

Esto generó una dinámica geopolítica muy particular caracterizada esquemáticamente por la interrelación de tres actores fundamentales: países/ productores/

exportadores, países consumidores/importadores y grandes empresas petroleras. En este esquema, los países consumidores junto a las grandes empresas petroleras, norteamericanas y europeas, utilizaron políticas de sometimiento hacia los países que tenían reservas petroleras con el objetivo de garantizarse el flujo de petróleo hacia sus territorios.

Estas políticas se basaban en concesiones territoriales que lesionaban la soberanía de los países productores y donde las grandes empresas petroleras definían la producción y la comercialización del recurso pagando regalías irrisorias. Así, a principios del siglo pasado estas empresas manejaron el negocio petrolero mundial, cartelizándose, acordando precios, derrocando gobiernos y sirviendo de punta de lanza para garantizar las reservas y el suministro a los países consumidores.

En este contexto, en 1922 se crea YPF bajo el impulso del General Mosconi, con el objetivo de defender el recurso, participar de la renta petrolera e intervenir en el mercado de combustibles que estaba dominado casi monopólicamente por las grandes empresas extranjeras. Así, junto con YPF nace la ideología del nacionalismo petrolero que identificaba la defensa del petróleo con la defensa de la soberanía.

Pero Argentina es un país con petróleo, no un país petrolero. Esta situación obliga a un nivel de inversiones y de eficiencia empresarial que YPF no logró alcanzar, lo que llevó a que la empresa estatal no pudiera lograr, salvo en breves períodos, el autoabastecimiento, objetivo que se había propuesto el general Mosconi en el plan estratégico diseñado para YPF en 1923.

El primer gobierno peronista sufre una grave crisis energética, por eso Perón entiende que la soberanía petrolera no se ejerce declamando el monopolio estatal sino estableciendo una política. En 1946 define un Plan Nacional de Energía y en la reforma constitucional de 1949 se promulga el artículo 40 que establecía que los yacimientos de petróleo, de carbón y de gas son propiedades imprescriptibles e inalienables de la Nación. A pesar de este marco jurídico, cuando intenta firmar el contrato con la Standard Oil de California para tratar de lograr el autoabastecimiento, los “falsos nacionalistas”, como los llamaba Perón, se oponen tenazmente y logran impedirlo.

Esta tensión permanente que vivió nuestro país entre soberanía y autoabastecimiento alcanza un nuevo capítulo en los ’90 cuando, siguiendo las ideas neoliberales, se pierde el sentido sobre el valor estratégico del petróleo, se privatiza YPF y el Estado se queda sin herramientas para establecer una efectiva política petrolera nacional.

Hoy, el desarrollo de los recursos no convencionales abre una nueva posibilidad histórica. Vaca Muerta es una formación que contiene abundantes recursos de petróleo y gas y que para explotarlos necesita de grandes inversiones y tecnología. Por eso, el acuerdo de YPF con Chevron parece ser el puntapié inicial de esta nueva era. Estamos ante el gran desafío de la nueva YPF: no volver al pasado sino ser la YPF del siglo XXI que necesita nuestro país. Una empresa que persiga como objetivo fundamental el desarrollo hidrocarburífero de Argentina, que funcione como una empresa eficiente y con gran nivel profesional, que no sea contaminada por la política aunque siga una conducción política, que forme técnicos, que desarrolle proveedores nacionales, que aporte al desarrollo tecnológico nacional, que establezca alianzas estratégicas para garantizarnos la energía que el desarrollo de nuestro país necesita. Que sea otra vez el símbolo de un país soberano y que al mismo tiempo nos permita ejercer nuestra soberanía petrolera.

Original: http://www.pagina12.com.ar/diario/economia/2-212206-2013-01-20.html

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