Mientras se debate sobre las inversiones en el sector petrolero, el futuro de la demanda y las especulaciones sobre el precio del crudo, en las últimas semanas hemos visto una gran presencia mediática en la promoción del llamado hidrógeno verde.
Los programas respecto a la utilización del hidrógeno como fuente de energía (que no lo es) se iniciaron en 1974 en EEUU después de las crisis petroleras de 1973. En ese momento, el presidente Nixon implementó distintos proyectos para salir de la dependencia del petróleo ya que EEUU se había convertido en un importador neto. En ese mismo año, se crea también la Agencia Internacional de Energía con el mismo objetivo, donde participan los países OCDE.
Sin embargo, este nuevo impulso no está sustentado en ninguna innovación tecnológica que lo justifique sino en la agenda del cambio climático por parte de los países europeos que han planteado nuevos subsidios a las energías renovables a partir de la pandemia del Covid-19. En Gran Bretaña, por ejemplo, los lobistas verdes están presionando a Boris Johnson para que imponga impuestos al carbono en sectores claves de la economía que aumentarían en US$ 4 mil millones anuales las facturas de calefacción. En el sector eléctrico, donde los subsidios a las energías renovables ya cuestan a los consumidores más de US$ 13 mil millones al año, se agregarían otros US$ 3, 25 mil millones.
En realidad, esto está mostrando que la transición energética para reemplazar a los combustibles fósiles está sustentada hoy más sobre intencionalidades políticas para salir de la dependencia del petróleo que basada en un quiebre tecnológico que posibilite un sistema energético sustentable. Así lo ve China, que en una reunión, en agosto del año pasado, cuando el ministro de Relaciones Exteriores de Irán, Mohammad Zarif, visitó a su homólogo de China, Wang Li, para presentar una hoja de ruta sobre una asociación estratégica integral de 25 años entre China e Irán.
Si bien los detalles del acuerdo no se divulgaron en ese momento, hoy algunos de los elementos secretos se han comenzado a conocer. China invertirá US$ 280 mil millones en los próximos cinco años en el desarrollo de los sectores de petróleo, gas y petroquímica de Irán. A cambio de esto, las compañías chinas tendrán la primera opción para los proyectos en estos sectores y gozarán de un descuento en las compras.
El petróleo sigue siendo una fuente de energía muy difícil de reemplazar y tiene, por lo tanto, un componente geopolítico indudable y China, que es hoy el primer importador mundial de crudo, juega a garantizarse el recurso, más allá del hidrógeno, el crecimiento de las energías renovables, las sanciones norteamericanas y la agenda energética europea.